Diario de León

CALLE FERNÁNDEZ REGUERAL | MI ILUSTRE VECINO | ANTONIO SUÁREZ GORDÓN. EL ESCRIBANO

«González Regueral es como un pequeño centro comercial»

Entre Santa Marina y el Cid . Es una de esas tiendas que sorprenden al turista, y a la que la gente de León va en busca de un buen regalo. El Escribano tiene sello propio, en una calle donde conviven varias generaciones.

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manuel c. cachafeiro | león
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Antonio es El Escribano. De hecho, así le conocen en el barrio de Santa Marina. Sin embargo, su verdadero mérito es haber puesto en valor la Historia de León y su querido San Isidoro hasta el punto de que su tienda no es una tienda más de recuerdos, sino una puerta para respirar orgullo, respeto y sabiduría por quienes hicieron grande esta ciudad.

El Escribano está en la calle Fernándo González Regueral, esa pequeña travesía que sale desde Cervantes y Torres de Omaña a la Colegiata. «Convivimos negocios de varias décadas con otros de apertura muy reciente —explica—. Es como un pequeño centro comercial: bares, cafeterías, tiendas de fotografía, librerías, marqueterías, complementos, regalos y lo que yo puedo ofrecer, reproducciones de arte medieval y en especial mi oficio de calígrafo».

Y a la vuelta de la esquina, algo que ningún centro comercial puede ofrecer: «los gigantes del románico y del gótico español»: San Isidoro y la Catedral.

El recorrido de Antonio es un recorrido por las tiendas de sus vecinos. Es un pequeño homenaje y a la vez una reivindicación de que es posible luchar en este León de crisis y desánimo. Que León vale la pena. González Regueral es calle jacobea. «Antaño era secundaria pero es la prolongación real de la calle Cervantes y señalada oficialmente en su día como Camino de Santiago. Hoy, flechas erróneas en otras calles nos han robado la ruta oficial, pero cualquiera sabe que es una calle vital en la ciudad antigua, donde el trasiego es continuo todo el día, con densidad de población alta y 11 negocios más un centro de día en tan solo 50 metros. No pasan masas de turistas, es más de trasiego familiar y gente calmada que saben valorar lo bueno, lo escogido». Por lo visto, nadie dudará ya de que Antonio es un enamorado de su calle. A ella llegó hace nueve años en busca de un modo de vida que aplicara sus conocimientos en Historia del Arte. «Esta calle había comenzado a revitalizarse ya antes de llegar yo. Era más asequible en precio que la calle Ancha y además a la sombra de la Colegiata de San Isidoro. Ahora no la cambiaría por nada», insiste.

Y por qué El Escribano. «Creía necesario personalizar mi negocio, hasta el punto de que hoy tengo clientes que me llaman ¡escribano! En fin, soy un hombre que escribe, y eso es lo mejor y específico que puedo ofrecer a esta gloriosa ciudad. Palabras como pendolista, amanuense o calígrafo, iban a alejarme de la comprensión del público. ‘Escribano’ tiene la connotación de notario y ha sido un orgullo ser casi un verdadero fedatario de algunos de los documentos oficiales que he escrito e ilustrado para Cofradías o Corporaciones. Además de mi oficio, en constante reciclaje, quiero que todo el mundo encuentre en forma de música, tapiz, bordado, tabla, escultura o grabado ese pedazo de historia que son nuestras raíces».

Acabamos, pero no hemos hablado de San Isidoro. «San Isidoro es un compendio perfecto de Arte, Historia y Religión, de realidad física y de sentimientos, en resumen un Emporio Cultural de primer orden mundial. Es un privilegio haber podido recibir el más ligero barniz de todo lo que emanaba de allí, tanto de sus piedras como de sus personas, y en especial del querido don Antonio Viñayo, al que nunca los leoneses podremos estar suficientemente agradecidos por toda una vida entregada a León». Palabra de escribano.

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