Diario de León

En El Parque ondea la bandera pirata

Padilla estalla de nuevo en León y corta cuatro orejas y un rabo en una tarde de triunfo también para El Fandi, en la que la indolencia de Paquirri enfada a un público que ovacionó la entrega de sus compañeros.

Juan José Padilla alternó el toreo templado con los desplantes que levantan las ovaciones de su público.

Juan José Padilla alternó el toreo templado con los desplantes que levantan las ovaciones de su público.

León

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EL FESTEJO

Toros: Se lidiaron cinco toros con el hierro de Jandilla y uno, el primero, de Vegahermosa. Nobles y en general colaboradores, bravo el cuarto y repetidor el tercero; segundo y sexto tuvieron menos recorrido.

Los toreros: Juan José Padilla: estocada (dos orejas); estocada (dos orejas y rabo). Francisco Rivera ‘Paquirri’: estocada (silencio); seis pinchazos y un descabello (bronca). David Fandila ‘El Fandi’: estocada, aviso (dos orejas); dos pinchazos, estocada (ovación).

LA PLAZA

Casi media plaza en tarde muy calurosa, en la que ondearon tanto los abanicos como los pañuelos para pedir con fuerza los trofeos al presidente. Las peñas pusieron también el ambiente festivo a una tarde en la que buena parte del público acudió a disfrutar de la entrega de dos de los toreros que mejor conectan con los tendidos, y que finalmente salieron a hombros por la puerta grande. A pie, y entre una sonora pita, abandonó el ruedo el reaparecido Francisco Rivera. Fue ovacionado tras el puyazo al último de la tarde el picador Juan de Dios Quinta.

La vuelta al ruedo de Juan José Padilla tras pasaportar al cuarto de la tarde, ya con cuatro orejas y un rabo en el esportón, es el ejemplo de la relación del diestro jerezano con el público. Fue un paseo largo, pausado, ondeando las banderas piratas que le han dado una nueva identidad tras su gravísima cornada en la cara. Un pase de revista al público en el que no dejó una prenda sin besar y devolver, un clavel por recoger o una foto por posar. Un trayecto lleno de guiños a sus seguidores, un derroche de simpatía y cercanía a un público que tiene rendido; un baño de multitudes que remató agradecido guardando en el chaleco, en la parte del corazón, un puñado de albero que recogió del centro del ruedo.

Antes había puesto cara la tarde al cortar las dos orejas al primero, y la plaza boca abajo al exprimir al que hizo cuarto (que brindó a Pablo San José) el mejor del noble encierro que Borja Domecq envió a León. El segundo de su lote salió rematando en los burladeros. Lo recibió con una larga cambiada y una tanda de verónicas, le llevó galleando al caballo y tras un quite por faroles se lució en el tercio de banderillas, el segundo par saliendo desde el estribo y el tercero su ya clásico remate del violín. No anduvo con apreturas con los rehiletes, pero se empleó a fondo con Harpío, noble y fijo en la muleta como sus hermanos.

Inició el trasteo a pies juntos, tirando con suavidad de la pronta embestida y llevándolo al inicio a media altura para no romperle. Una faena en la que alternó el toreo templado y mandón con los adornos y alardes, como los pases a pie quieto sin enmendar, o los que recetó en redondo.

Por el pitón izquierdo le dio sitio para alargar un viaje que fue ganando al seguir el astado obediente la muleta, logrando tandas limpias al tirar con suavidad, sin obligar en exceso.

Al final se lo pasó muy cerca, y resultó achuchado al confiarse en exceso porque el toro no había hecho ni un extraño en toda la faena. Volvió enrabietado a la cara del astado para dejar molinetes y desplantes de rodilas que rindieron al público; antes de recetar una estocada arriba por la que el presidente concedió las dos orejas que exigía el público, y tuvo que acceder a premiar con el rabo ante la unánime y ruidosa petición del respetable.

Al que abrió plaza lo recibió también con larga cambiada y luciéndose con el capote, para banderillear con soltura y sin apreturas. Se ovacionó sobre todo la pinturería, muy agradecida por las peñas.

En los terrenos del 8 inició faena con una tanda de rodillas al único de la tarde lidiado con el hierro de Vegahermosa, que embistió con alegría. En el principio del trasteo algunos pases resultaron un poco atropellados, y resultó desarmado al intentar el toreo con la zurda. Volvió por el derecho muy en corto, con efectivos pases circulares a un toro noble y fijo durante toda la faena.

Sin acabar de acoplarse, tampoco por el izquierdo, por donde el animal se volvía con más rapidez, optó por una tanda de efectivos adornos y un desplante de espaldas antes de despachar al toro. Fue una faena aseada y sin apreturas, resuelta con solvencia con la espada, y premiada con generosidad.

David Fandila toreó entregado y cadencioso al buen tercero, en una larga faena. JESÚS

Fandi, vibrante como siempre en banderillas. JESÚS

También se aseguró la puerta grande David Fandila en su primera intervención al que hizo tercero. Variado el saludo con el capote, con algunas ajustadas chicuelinas; capote a la espalda en el trayecto al caballo y quite tras el puyazo también por chicuelinas, dejaron clara la entrega y disposición del diestro granadino. Resolvió en banderillas dejándose ver y animando a los tendidos, muy aplaudido el violín y ovacionadas sus conocidas facultades físicas.

Tras brindar al público se fue parsimonioso a las tablas del 8 para pasar por arriba al de Jandilla, de viaje largo y embestida alegre. Sacó al toro a los medios para iniciar una larga faena por los dos pitones, en tandas en las que fue bajando la mano obligando al astado en pases limpios y cadenciosos.

La faena tuvo la virtud de no dejarse enganchar la franela por el pitón izquierdo, por el que salía con la cara más alta. Le dejó sitio y tiró de él para rematar con lucidos pases de pecho.

Prodigó El Fandi una muleta templada y un toreo de mano baja ante un oponente muy noble, fijo y repetidor; para acabar en las cercanías de los pitones con molinetes de rodillas, circulares, y desplantes tirando los trastos. Se volcó en una estocada arriba pero el toro tardó en caer. No quiso rematar con el descabello, lo que impacientó a algunos espectadores; pero al final se ovacionó la muerte del de Jandilla y se pidieron con fuerza las dos orejas para el toreo entregado y cadencioso del diestro.

Con el que cerró plaza salió espoleado por el incontestable triunfo de Padilla, recibió con tres largas cambiadas, pases a pies juntos y revolera y se lució en un quite por lopecinas y chicuelinas.

En banderillas desplegó de nuevo facultades, encelando y quebrando a cuerpo limpio al toro, para levantar después al público de sus asientos con el par de la moviola y otro de dentro afuera en el que acompañó la embestida del toro hasta pararlo con la mano.

El astado, que había salido con mucho brío, se acabó pronto. Lo intentó de todas las formas El Fandi, pero el de Jandilla acabó asfixiado y manteniéndose en pie a duras penas. Una falta de fuerzas que le llevaba a salir del embroque con la cara alta y una embestida rebrincada. No sirvieron ni los pases de uno en uno, muchos de los cuales quedaron en enganchones con un recorrido cada vez más corto. Hasta poner en aprietos al torero, que se metió entonces entre los pitones para intentar arrancar una faena imposible, provocando la embestida con las astas rozándole los muslos. Dos pinchazos hondos precedieron a una estocada entera en la que se volcó, y que sólo sirvió para que el público agradeciera la disiposición.

Inédito quedó Francisco Rivera, que renunció a colocar banderillas a ninguno de sus toros a pesar de la petición del público. De hecho renunció incluso a intentar el toreo, lo que dejó en silencio el final de su primera actuación, gracias a la generosidad de la afición; pero acabó en bronca sonora cuando el respetable se hartó de la tomadura de pelo en el quinto.

Rivera Ordóñez no tuvo su tarde en León. JESÚS

Al primero de su lote lo recibió Paquirri con aseados lances, para tantear después con despego en el tercio. Se echó la muleta a la derecha para dejar deslabazados pases sueltos, desconfiado y desentendido de un toro que, falto de una lidia adecuada, además claudicaba con facilidad. Trasteo soso con el toro encogido, engaño a media altura y trote al paso; ante la evidencia de que el astado amenazaba con echarse despachó con una solvente estocada arriba.

En el quinto el sainete empezó pronto, a pesar de que había recibido con el capote rodilla en tierra y con desplante mirando al tendido. También puso la nota pinturera al iniciar faena sentado en el estribo (la misma postura en la que había contemplado la triunfal vuelta al ruedo de Padilla); pero desde el primer pase de muleta se evidenció que no estaba a gusto. Trasteó con precauciones una embestida algo rebrincada de un toro además andarín, se desentendió de la lidia con carreras y mantazos y fue irritando a los espectadores, que perdieron la paciencia en la ristra de seis pinchazos ejecutados sin convicción, antes de pasaportar con el descabello a Impostor. Que así se llamaba el quinto toro.

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