Diario de León

Cartas de un asesino

El condenado remite un escrito a la familia de la víctima para hacerles llegar su peculiar pésame. Ricardo Sánchez de Prado no muestra arrepentimiento ni pide perdón: «Yo no lo hice, lo demostraré». El margen de error de las pruebas en su contra era de una entre 248 billones.

Ricardo Sánchez, durante una de las sesiones del juicio en la Audiencia.

Ricardo Sánchez, durante una de las sesiones del juicio en la Audiencia.

León

Creado:

Actualizado:

Recibió la carta sin prestarle excesiva atención porque el nombre del remitente le era desconocido. Cuando abrió el sobre, sufrió un ataque de ansiedad. El asesino de su cuñada le remitía un escrito de dos folios en el que le informaba de que estaba al tanto de determinadas circunstancias familiares muy personales, le agradecía su testimonio en el juicio y se desvinculaba de toda relación con el crimen: «No quiero que me perdonen, sólo que sepan que yo no fui el autor de tal cosa».

Ricardo Sánchez de Prado fue considerado culpable de asesinato por un jurado popular que lo juzgó hace nueve años en la Audiencia Provincial, al considerar probado que la noche del 16 de septiembre del 2004 terminó con la vida de la que había sido su compañera sentimental hasta pocos meses antes. Fue condenado a 23 años y medio de prisión.

La Policía Científica encontró el domicilio del acusado repleto de manchas de sangre de la víctima que se habían intentado limpiar en vano y el cadáver de la mujer apareció envuelto en una manta que había estado en casa del acusado. Cubierto con ella, el cuerpo de la finada fue hallado en el maletero del coche de la víctima, que quedó aparcado en el Paseo de Salamanca de la capital, a la altura del número 41.

Sánchez de Prado se dirige ahora a la familia por carta. Usó un nombre falso en el remite para no despertar sospechas. «Yo estaba condenado antes de que comenzara el juicio. Comprendo a tu mujer y a tus cuñadas. Me pongo en su piel y debe de ser horroroso. Pero yo no hice tal cosa y ahora ya da igual. Sea yo o no sea, lo voy a tener que pagar, pero no quiero entrar en ese tema», le dice el condenado al cuñado de la fallecida.

Los científicos que examinaron el domicilio del condenado en la carretera de El Ferral no tuvieron ninguna duda de que la sangre que apareció en el pasillo y el dormitorio principal de la casa de Ricardo Sánchez correspondía a la víctima, que a tenor de las investigaciones, fue atacada con cierta violencia, de acuerdo a la trayectoria «en proyección» de las salpicaduras y por el volumen de sangre hallado.

Por accidente, imposible

Por su parte, los forenses descartaron que la fractura de cuello que acabó con la vida de la mujer, pudiera haberse causado por accidente, y explicaron que las heridas punzantes que mostraba el cadáver fueron seguramente dolorosas: «Las típicas que habitualmente se utilizan para una tortura». El margen de error de las pruebas incriminatorias era de una entre 248 billones de posibilidades, según los propios científicos.

«Deseo decirte que de momento estoy pagando una condena que no me pertenece, pero algún día si las fuerzas no me fallan, espero demostrar a la familia de Dori que la justicia se equivocó», asegura el condenado al cuñado de la fallecida.

«Voy a demostrar a todos que el autor estaba en el juicio y que fue el que le puse delante un día a la jueza en un careo y que perdió por aplastamiento. Pero hasta entonces tengo que morderme la lengua o pegarme un tiro. Así es, así es».

Se refiere esta parte de la misiva a su teoría ya manifestada en el juicio. Allí también dijo que no había sido el autor de los hechos: «Puedo sospechar quien fue, pero no tengo pruebas». Aludía a un amigo común de la pareja, que también fue llamado a declarar en sala: ««Una vez le dije a él (refiriéndose al acusado): ‘Si tanto la quieres, ¿por qué la molestas? Y me confesó que a veces le entraba mucha rabia y perdía los nervios. Yo no tenía una relación sentimental con ella, solamente nos acostamos tres o cuatro veces», dijo el mencionado amigo en la vista oral.

La carta no muestra evidencias de arrepentimiento ni de reconocimiento de los hechos, como sí ocurre en uno de los escritos remitidos a instancias judiciales. «Dale mi pésame más sentido a tu ex mujer y a tus cuñadas. No sé si será buena idea. No quiero que me perdonen, solamente que comprendan que no soy el autor de tal cosa».

La madre, enfurecida

La madre de la víctima protagonizó una escena cargada de tensión en el juicio cuando fue requerida para que prestara su testimonio. «Yo también tenía miedo de ese hombre. Quitaba el dinero a mi hija, y a mí me dijo que sólo estaba con una mujer cuando podía sacarle a la relación un beneficio económico. Él la robaba y decía que el ladrón era un hijo de ella, que había muerto a los 18 años, pero me la engañaba y le decía que es que el niño se levantaba de la tumba por las noches y venía a casa, y ella se lo creía. Hagan justicia ustedes, y tú ¡dí la verdad, asesino! (dirigiéndose al procesado)».

Las hermanas de la fallecida testificaron en los mismos términos. «A ella le habían metido en la cabeza que su hijo de 18 años, el que había muerto, venía a casa en espíritu y llamó un día a mi otra hermana, para decir que había picado en el portero de su casa y que había contestado el crío. Una vez ya me cansé y quise denunciar a la Policía Nacional los malos tratos, pero ella se puso a llorar y no me dejó. Es cierto que fueron una vez a un programa de televisión (en Antena 3), porque había habido infidelidades», manifestó una de ellas. «Él me reconoció un día que la había propinado tal bofetón que la dejó sin conocimiento, y todo lo que se le ocurrió hacer fue recostarla en el sofá y marcharse. Supe desde el primer momento que era el asesino», reiteró la otra.

No es la primera vez que Ricardo Sánchez remite cartas desde prisión. Este periódico fue destinatario de una de ellas para reiterar su inocencia respecto a los cargos que por entonces se le imputaban. Varios testigos lo vinculaban con un incendio en Trobajo del Camino.

A espaldas de su letrada

A la jueza también le refirió en otra misiva (enviada sin el conocimiento de su abogada defensora en el proceso, Lina Freire) que tenía la sospecha de que el crimen podía haberlo cometido un amigo de la pareja con el que se había relacionado en su día a la fallecida, antes de iniciar el vínculo sentimental con el ahora condenado. «Fue este señor el que dejó el cadáver de Dori en el maletero y después se largó. Su moto estaba en casa de ella».

«Señoría, estoy tan convencido de que soy inocente que si cuando tengamos ese careo sigo siendo culpable para ustedes y no me da la libertad, me quitaré la vida. Estoy dispuesto a dársela a Dori. Yo cumpliría la condena que en su día me imponga si yo hubiera hecho este delito. Estoy luchando por mi inocencia y para demostrarlo les ruego que me den lo que les pido lo más rápido posible. Estoy seguro señoría de que el autor del crimen fue ese hombre. Pero si no me sacan de aquí, me voy con Dori y que ella me dé las explicaciones correctas. En esta vida, viviendo así, no me merece la pena vivir y quitándome la vida quiero demostrar que soy inocente», manifestó en la fase de instrucción utilizando la vía del escrito.

La sentencia considera probado que Ricardo Sánchez mantenía una relación sentimental con la víctima y sus hijos, que se prolongó desde septiembre del 2001 hasta agosto del 2004, en el transcurso de la cual, surgieron desavenencias que se concretaron en denuncias contra el condenado por actos de violencia hacia la ahora fallecida.

La causa, la ruptura

Después de que la mujer decidió poner fin a la relación sentimental, el procesado no aceptó pacíficamente la determinación, y se dedicó a llamar por teléfono de forma reiterada a su ex compañera sentimental, a la que convenció en los primeros días de septiembre del 2004 para que acudiese al domicilio en el que él habitaba, con el fin de retirar objetos de su pertenencia, que tiraría a la basura de no personarse a recogerlos.

Una vez que ella se presentó en la casa, trató de convencerla de que reanudasen a toda costa la relación sentimental. Ante la oposición de la víctima, el procesado le causó con un objeto punzante similar a un arma blanca múltiples heridas y posteriormente la golpeó tras un oído con un objeto cilíndrico, causando a la mujer una herida que sangró de forma muy abundante y la dejó casi sin defensa. Posteriormente, con maniobras bruscas, le rompió el cuello, causándole la muerte de forma casi instantánea. El procesado fregó y raspó a continuación los restos de sangre que quedaron en las paredes y suelo. Metió luego el cadáver en el coche de la mujer y lo dejó en el lugar en el que apareció.

tracking