Diario de León

EL CRIMEN DE ISABEL CARRASCO. De frente y de perfil

El papá comisario

Pablo Antonio Martínez, un inspector jefe paternalista, dejaba hacer a Triana y a su esposa, no tenía voz en casa.

Pablo Antonio Martínez.

Pablo Antonio Martínez.DL

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Ana Gaitero | león
León

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Pablo Antonio Martínez llevaba la Comisaría de Astorga con un estilo paternalista. Con su talante de hombre de pueblo, campechano y bonachón y una plantilla de pequeñas dimensiones, el inspector jefe se había ganado las simpatías de sus subordinados.

Astorga es un sitio tranquilo y el padre de Triana un hombre de costumbres fijas: el vinito del mediodía, la partida y el paseo después de comer... La tarde del 12 de mayo de 2014, después de comer, se fue a pasear como hacía todos los días de 4 a 6. Luego regresó a casa, una vivienda oficial ubicada en la planta superior de la Comisaría, y se duchó. Al poco rato de bajar un policía se presentó en su despacho y le dijo:

—Jefe, ¿sabe lo que ha pasado? Han detenido a su mujer y a su hija por el homicidio de Isabel Carrasco.

El comisario entró «en shock», y lo primero que hizo fue mirar el armario donde guardaba su pistola. El arma reglamentaria, una pistola 38 9mm Parabellum, estaba en su sitio. Así se lo dijo al comisario de San Andrés por teléfono.

—Llévatela, no vaya a cometer alguna picia— le pidió al policía.

Así lo relató ayer al tribunal porpular. No dijo qué había hecho en el lapsus de tiempo que pasó desde que su hija le llamó por teléfono y le dijo que las tenían retenidas «donde la UGT». Luego se cortó la comunicación... Imaginó que era un control por el asesinato de Isabel Carrasco, del que ya tenía noticia. ¿No volvió a llamar a su hija?

A tener en cuentaEl padre que aún no conoce el nombre del novio secreto de su hija, ayer lo dio todo para intentar ayudar a salvarla

Pablo Antonio Martínez es el padre de Triana. La hija ha heredado sus rasgos físicos en el rostro, ojos y boca, pero ante todo es el comisario, el hombre policía. El inspector jefe de Policía estaba al mando de la Comisaría de Astorga desde el 10 de diciembre de 2003, a donde llegó después de pasar 20 años en Gijón, los últimos tres como jefe de la Unidad de Policía Judicial, tras una larga carrera profesional que empezó en Palma de Mallorca en 1972 y prosiguió en Avilés, Gandía y Gijón.

Cuando llegaron a Astorga la hija tenía 24 años recién cumplidos y un título de ingeniera de Telecomunicaciones de la Universidad de Cantabria que completaba con el proyecto en la universidad alemana de Ulm. Era la hora de encaminar el futuro de la niña. Si no lo pensó él, lo pensó y lo planeó la madre. O la hija. En Astorga el puesto de comisario tiene su categoría social.

En el hotel Gaudí todos los años convidaba a policías y autoridades con motivo de la fiesta de los Ángeles Custodios a un vino español. Allí encontraron el padrino adecuado para introducir a la joven en los círculos del Partido Popular en plena era Zapatero.

En 2007, Triana quedó a las puertas de entrar en el Ayuntamiento de Astorga como concejala. Era la séptima y el PP logró seis concejales. Logró una plaza de interina en la Diputación provincial que crearon ex profeso para ella. Con el dinero que ganaba compró un apartamento en León y pagaba las 3/4 partes de la hipoteca del piso de Gijón. Al perder el trabajo, su padre le controlaba la factura del teléfono porque «se gastaba mucho», dijo ayer en consonancia con su hija y su mujer.

Pablo Antonio Martínez, un chico nacido en Santa Marina del Rey que quiso ser policía y llegó a inspector jefe, no imaginaba que aquella plaza sería un caramelo envenenado para Triana. El principio de un calvario que se ha convertio en infierno.

«Quedó en nada», como dijo ayer con un tono de profunda amargura tras explicar que al perder Triana el trabajo en la Diputación «mi intención e ilusión» era que «mi hija fuera a trabajar a cualquier parte de España o del mundo porque tiene preparación suficiente». La hija le miraba con pena desde el sillón de acusada. Su mujer apenas giró el rostro una vez. Fue, si cabe, su día más triste. El padre ausente estaba allí para darlo todo. Montserrat, aquella moza de Carrizo de la Ribera con la que se casó en 1977, se ha diluido en la sala como una ausencia presente. La mujer que hizo de madre, de padre y de amiga de su hija, o de nada de eso, se sienta cada mañana rendida en el sillón.

Pablo Martínez siguió el guión. Corroboró que vigilaba las facturas para controlar el gasto, cosa que no había dicho en declaraciones anteriores porque «no me preguntaron». Sacó fuerzas de flaqueza para contestar que no había visto nada raro «en absoluto» en el dormitorio del piso de su hija donde durmió en tres ocasiones. Que nunca llamó a médicos cuando vio a su hija deprimida y, «mal, muy mal», porque «ya se ocupaba mi mujer» y que lo que les hicieron a ella y su hija los policías de Burgos en la Comisaría de León es de «manual de perro viejo de homicidios: las engañaron como a chinos y mi mujer entró al trapo como un Mihura».

El padre que iba a comer los domingos a Carrizo y marchaba enseguida a jugar la partida a Benavides, el hombre que pregunta lo justo; el marido que nunca supo que su hija le escondía una relación, ni aún conoce su nombre; el que nunca intentó «apaciguar nada» aunque durante años vio alterada a su mujer y con «algo de inquina» a la presidenta de la Diputación y del PP porque no le hacían «ni puñetero caso», ayer se detuvo una hora en la Audiencia Provincial de León para ayudar a salvar a Triana. A preguntas de su abogado defensor contó la historia de los suicidios de la amiga de su hija y el hijo de un policía. «Veía a mi hija hundida y pensaba que podía cometer algún tipo de locura». Los suicidios han salido a relucir durante el juicio y no antes, alegó, porque «temía y aún temo» que la prensa pudiera acosar a su compañero. El fiscal se quejó en vano y acusó de utilizar estos trágicos episodios como «estrategia de defensa». «No es estrategia de defensa, es una realidad», subrayó el ‘comisario’.

También él está convencido de que «Isabel Carrasco estaba perjudicando a mi hija notoriamente» y que había una «mano negra» que impidió que accediera al sillón de concejala cuando en febrero de 2011 dimitió del puesto Andrés Mures, como le dijo al entonces alcalde socialista, y amigo personal, comentó, Perandones cuando éste le preguntó:

—Pablo, tu hija es la siguiente ¿Por qué no entra?—

Todos estaban pendientes de Triana.

Pero él no tenía voz en casa.

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