Diario de León

Los abusos en la Iglesia

"Mi hermano me lo dijo: No te engañes, Javier, está noche volverá"

Francisco Javier fue abusado por el cura José Manuel Ramos Gordón

Francisco Javier fue abusado por el cura José Manuel Ramos Gordón

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CRISTINA FANUL/DIARIO DE LEÓN
León

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"Estaba en octavo cuando mi hermano me contó que abusaban de él. No le creía. ¿Cómo era posible que un sacerdote hiciera algo así, que fuera capaz de una atrocidad como esa?". Francisco Javier, la víctima del sacerdote pederasta José Manuel Ramos Gordón explica que al poco tiempo de saber del calvario que cada noche vivía su hermano, comenzó a vivirlo en carne propia. "Nos convertimos en dos almas atormentadas intentando entender lo que nos estaba pasando". Explica que la primera conversación fue larga, triste y angustiosa, "con momentos de silencio", que barajaron tantas posibilidades como pudieron, desde decirlo a guardar silencio, desde fugarse y desaparecer a permanecer en el seminario, "con la esperanza de que no volviera a nuestra cama". " Mi hermano sabía que eso no pasaría y con lágrimas en los ojos me dijo que no me hiciera ilusiones. "Volverá". Y lo hizo. Lo hizo una y otra vez durante mucho tiempo, tanto que el miedo sigue acompañando cada noche a Javier, que sigue despertándose con sudor. "Te consumes en el miedo a que se repita, un día tras otro, sabiendo que no puedes hacer nada por pararlo. Me persiguen esos sentimientos y creo que será así siempre".

Las víctimas reviven una y otra vez la escena. Sin parar. Su vida se queda prendida de un instante eterno, que se repetirá como un bucle el resto de la vida. Javier trata de olvidarlo , pero a su cabeza siguen llegando las secuencias de los abusos. "Cuando eso ocurre, trato de reprimir las imágenes, a pesar de que el especialista me aconseja que debo dejar que la secuencia siga, pero hay algo que no me deja. Tengo demasiado miedo. Cuando esos recuerdos se hacen presentes, sobre todo por las noches, mi cuerpo reacciona temblando, mi corazón se acelera, la angustia me recorre inmovilizando todo mi ser, es una sensación muy desagradable y extraña que nunca me ocurre por otros motivos, tan solo por éste. Me han dicho que es ansiedad. No lo sé, no sé lo que es, sólo que es horrible", asegura.

Escapar fue una posibilidad, pero Javier recuerda que tan sólo eran dos niños asustados. "¿Dónde podíamos ir? ¿A buscar más problemas? Ibas a donde iban todos, a clase porque tocaba clase, a la capilla porque tocaba laudes, al comedor porque tocaba comer, y a dormir porque tocaba dormir". Tras una larga pausa, Javier explica lo obvio: "Tocaba dormir, pero yo no dormía. Esa era la hora de esperar..."  Y, "por supuesto", asegura que hubo más víctimas, pero descarta dar nombres. "No soy quién". 

Ni Javier ni su hermano lo contaron a sus padres. No querían arrastrarles al infierno que ellos vivían. "La única razón por la cual me decidí a denunciar después de tantos años fue porque me di cuenta de que aquello que a nosotros nos ocurrió seguía sucediendo". Se refiere a los casos de Granada, con los Romanones, o al de Gaztelueta, en Vitoria. Y defiende que en la sociedad aún no hay conciencia real de la magnitud del daño. "La mayoría siente repugnancia y asco, pero prefiere girar la cabeza y no hablar de ello. Y ya se sabe que aquello de lo que no se habla, no existe". 

Fue el hermano -ya fallecido- el que decidió decirle al rector del seminario lo que estaba ocurriendo. "Pero, al día siguiente, Ramos Gordón abusó de nosotros de nuevo. Hablamos de contárselo a nuestro tutor, pero lo descartamos porque nos daba demasiado miedo. Pensamos que la respuesta habría sido demasiado contundente, pero contra nosotros", lamenta. Javier explica que poco después su hermano se le dijo al tutor de Sexto, que en la actualidad asegura haber puesto las agresiones sexuales en conocimiento del rector, del  vicario y al obispo. " Todos taparon, silenciaron, encubrieron y permitieron que a mi hermano y a mí nos desgraciaran la vida" , denuncia Javier.

¿Por qué a mí?

Los especialistas destacan que una de las consecuencias de ser víctima de abusos sexuales es el sentimiento de culpa que suele acompañarles. "Yo siempre me pregunto por qué me tocó a mí", repite Javier, que admite que durante un tiempo pensó que todo lo que había ocurrido era responsabilidad suya. "¡Pero no ! Yo no soy responsable de nada. Ningún niño es responsable de algo así. Cometer un crimen tan deleznable e intentar echar la culpa a un niño es repugnante, e igual de repugnante es intentar librarse de todas las víctimas y no hacerse cargo de ellas, no escucharlas y dejarlas en el olvido para siempre", denuncia. Subraya además que en su caso los efectos de los abusos me multiplicaban a causa de los padecimientos de su hermano. "Saber que lo que yo estaba viviendo a su vez lo vivía mi hermano era un horror. De hecho cuando él estaba abusando de mi hermano y yo era consciente de ello, mil pensamientos negativos invadían mi mente", relata con dolor.

Sin embargo, la resiliencia infantil suele ayudar y el propio Javier reflexiona con emoción acerca de la ayuda que ambos se prestaron durante sus días en manos de los pederastas: "No se por qué, pero de alguna manera el hecho de tener a alguien con quien compartir aquello, aquel infierno, aquel horror, nos hacía poder apoyarnos el uno en el otro. No hablábamos mucho, bastaba un gesto o una mirada, sobre todo la mirada de desesperación que yo veía en sus ojos, para entendernos, buscando un auxilio que no llegaba, un horror que no cesaba. Creo que mi hermano, de alguna manera me salvó, y yo le salvé a él".  Es consciente de que su experiencia ha condicionado su vida de manera integral y asegura que su vida sería otra de no haber sufrido aquellas agresiones. "La soledad es tremenda porque la mayoría de las personas con las que hablas no te comprenden y, por ignorancia, suelen zanjar el tema alegando que hay cosas peores".

Javier termina la entrevista con las palabras que el Papa Francisco pronunció en el Ángelus el domingo 12 de agosto: “ Cada uno es culpable del bien que podía hacer y no ha hecho . Si no nos oponemos al mal, lo alimentamos de manera tácita. Es necesario intervenir donde el mal se difunde, porque el mal se difunde donde faltan cristianos valientes que se opongan con el bien”.

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