Diario de León

OPINIÓN Manuel Portela

El diferencial de inflación

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El dato de inflación medido por el IPC que ayer se publicó es muy mala noticia. Parece evidente que la inflación «tendencial» española se ha anclado alrededor del 4 por ciento y que el índice general del IPC sube o baja unas décimas sobre ese listón dependiendo exclusivamente del comportamiento de los precios de la energía y de los alimentos frescos. Parece evidente también que, de cara al verano siempre inflacionista, el Gobierno podría ir pensando en modificar al alza el objetivo de inflación definido en los actuales y futuros presupuestos. Quedan efectos peores. El dato de IPC reaviva el ambiente social favorable a incrementar precios al grito de «tonto el último». Desconcierta a la población, que todavía no se ha acostumbrado a la volatilidad que se produce con la nueva metodología. Perjudica la eficacia de los mensajes del Gobierno basados en la idea que «no existen razones para hacer una huelga general». Pero, sobre todo, perjudica la competitividad de nuestros productos en el marco de la UE al mantenerse tanto tiempo un elevado diferencial de inflación para con el de nuestros principales clientes. Exportaremos menos, incentivamos la huida de fábricas, desalentamos la llegada de nuevos capitales. España, situada en la periferia europea y con déficits de infraestructuras, podría perder inversiones y empleo. Una parte de este diferencial de inflación se debe a que el proceso de convergencia real entre economías que tienen distintos niveles de renta (de España hacia la media europea) tiende a igualar los precios hacia los más altos y no hacia los más bajos (los españoles). La causa de esta presunta anomalía radica en que la competencia derivada de la desaparición de fronteras tiende a igualar entre sí la inflación de los bienes «expuestos a la competencia internacional» (manufacturas), pero no puede igualar la de los bienes «no expuestos o protegidos de la competencia internacional» (los servicios). El mayor crecimiento de la productividad en el sector de bienes «expuestos» que impulsa la convergencia se traduce, a través de los incrementos de salarios y costes, en un mayor crecimiento de los precios en el sector «no expuesto». La mayor velocidad de crecimiento de la economía española provoca nuestra mayor tasa de crecimiento de la inflación. No hay muchas salidas. O se aplican medidas para reducir la demanda (subida de impuestos o reducción de la actividad pública) o se facilita la introducción de nuevos inversores, aumento de la competencia, en el sector servicios. Ambas posibilidades dependen de decisiones políticas.

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