Diario de León

CRÓNICAS DE AGOSTO

Previsiones e incertidumbre

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LA actual es la primera crisis de la economía globalizada. Poco antes de producirse, en la última etapa de Clinton, los economistas se explayaban en teóricas disquisiciones sobre la perdurabilidad probablemente indefinida del crecimiento económico mundial, sobre los ''ciclos largos'' que probablemente caracterizarían al devenir económico, etc. Pronto surgieron sin embargo las primeras evidencias de un enfriamiento económico notable que la liberalización de los mercados internacionales no conseguía atajar. Después se produjo la catástrofe del 11 de septiembre, que agravó psicológicamente la situación: contrajo la demanda, congeló el comercio, extendió la sensación de crisis. Más tarde, cuando la «ralentización» era ya un hecho, surgieron los escándalos societarios -el «caso Enron» abrió la cuenta-, que llevaron la desconfianza al ánimo de los inversores y provocaron el hundimiento de los mercados. Keynes había sido cuidadosamente enterrado (como el ''consenso socialdemócrata'' que se había instalado en Occidente y que servía de soporte el Estado de Bienestar), pero los norteamericanos no han tenido empacho en exhumarlo. Bush ha regresado al déficit público con grandes partidas de contingencia, particularmente destinadas al capítulo de la Defensa, pero la economía USA se sigue comportando de forma errática, estimulada por la inversión pública, corroída por la inversión del ''efecto riqueza'' que durante la era Clinton había alimentado los motores del consumo y de la inversión. En el primer trimestre del año en curso, Norteamérica creció al ritmo esperanzador del 5%; en el segundo, en cambio, el crecimiento económico de la potencia hegemónica se ha reducido a un exiguo 1,1%. Los economistas se miran entre sí con expresión de perplejidad. En España, el Gobierno acaba de hacer públicas sus previsiones económicas. Para este mismo año, ha habido un nuevo recorte de las expectativas. De un crecimiento del 2,9% que se pasó en unos meses al 2,4%, que ahora se ha reducido hasta el 2,2%. Las señales en nuestro país no son, con todo, estimulantes. La venta de coches desciende mes a mes; la construcción de inmuebles comienza a dar síntomas de parálisis; el turismo está padeciendo una contracción preocupante, sobre todo por la depresión del mercado alemán; el continente latinoamericano, donde España tiene fuertes intereses y con el que se mantiene un activo comercio (del orden del 6%), está en quiebra generalizada y sin horizontes... El único signo esperanzador en lo económico que se perfila a corto plazo sería el de una victoria de los conservadores en Alemania. En definitiva, las previsiones gubernamentales no tienen más valor que el de unas simples hipótesis de trabajo sobre las que será preciso elaborar el proyecto de las cuentas públicas. A buen seguro, Rato se daría con un canto en los dientes si al fin se cumpliera el crecimiento del 3% en el 2003, con una inflación por debajo del 2%.

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