Diario de León

Se cumplen 50 años desde que se «reconstruyó» en León el monasterio ruinoso de Eslonza

Se levantó, piedra a piedra, con las ruinas del monasterio de San Pedro de Eslonza, y desde entonces, hace medio siglo, adoptó a este apóstol como segundo titular. La iglesia de San Juan y San Pedro de Renueva se yergue sobre una gran escalinat

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LEÓN. Ana Gaitero Redacción El órgano de la Catedral comenzó a sonar en la iglesia de San Juan y San Pedro de Renueva el día de su inauguración, 29 de agosto de 1953. Aquella misma noche, el instrumento musical había sido montado en el templo para su inauguración y allí quedó para siempre, aunque hoy no suena. También tocaron las campanas trasladadas desde San Marcos el 22 de enero y los vecinos fueron sorprendidos por la recomposición de las fachadas barrocas y renacentistas del monasterio de San Pedro de Eslonza, que recorrieron perfectamente numeradas los 24 kilómetros que separaban el monumento de Santa Olaja de la capital. Un crucifijo de la iglesia de los Descalzos y un altar gótico que se desconoce de dónde procede vistieron por dentro el nuevo templo, que se convirtió en una obra inaudita en aquel entonces y repetida por el obispo Almarcha cuando decidió, en los años 60, trasladar desde Renedo de Valdetuéjar los restos de un palacio para adornar la fachada del Hospital Nuestra Señora de Regla. El arquitecto y el obispo tenían, entre otros, el antecedente del traslado de San Pedro de la Nave, en la provincia de Zamora, para la construcción del embalse de Ricobayo en el río Esla en los años 20. La nueva iglesia, de tres amplias naves y un crucero de 45 metros de longitud, fue construida por el arquitecto Juan Crisóstomo Torbado para dar respuesta a las necesidades de una feligresía en crecimiento. Así lo justificó el obispo Luis Almarcha cuando visitó la vieja parroquia de San Juan de Renueva el 1 de junio de 1946: «La construcción de una iglesia es una necesidad imperiosa», dijo el prelado. En 1947 comenzaban las obras, pero habría que esperar hasta la festividad de San Pedro de 1953 para estrenar el templo. Las dos torres gemelas, de 40 metros de altura, son de nueva fábrica: ladrillo forrado que simula piedra y techumbre de pizarra. Costó 30.000 euros (cinco millones de pesetas) y casi 50 años después su restauración multiplicó este presupuesto casi ocho veces (228.000 euros). La parroquia, como cualquier ciudadano medio, está endeudada con una hipoteca para sufragar la rehabilitación, dirigida por el arquitecto Mariano Díez Saénz de Miera. «Tenemos 20 años por delante para devolver el préstamo», comenta Garcilaso Martínez Álvarez, párroco desde 12 años, aunque ya son 25 los que lleva destinado en esta iglesia. El monumento transferido desde Eslonza a León tiene su jurisdicción parroquial sobre 10.000 habitantes, pero en el 2002 sólo se celebraron en el templo 13 bautizos. El cura saca del archivo otro dato para ilustrar el envejecimiento que sufre el barrio: de 400 niños y niñas que asistían a la catequesis en los años 80, este año apenas llegan a la cifra de 60 para comulgar. En 1952, un año antes de inaugurarse la iglesia, fueron confirmados nada menos que 579 niños y niñas de la parroquia de San Juan en la iglesia de San Marcos, donde estuvo trasladada mientras se ejecutaron las obras en el solar que miraba a la calle Padre Isla. El libro de fábrica deja constancia de que el traslado del mobiliario y enseres de la antigua iglesia a San Marcos supuso un desembolso de 190 pesetas, además de otras 795,65 pesetas «por desarmar y montar los altares». En San Marcos, que aún desconocía su futuro destino como parador nacional, estaba también el depósito de Sementales y el museo de León. La iglesia se levantó con las ruinas monumentales de Eslonza, un monasterio que tiene su origen en el siglo X y en el primer rey de León, don García, y que fue el que «más celebridad alcanzó en el reino» después del monasterio de San Benito, de Sahagún, declarado monumento en 1931, pero abandonado. En 1923 la comisión de monumentos de la provincia clamaba por el reconocimiento del valor artístico del viejo monasterio como una salida a la precaria situación «en la que lo tienen sus dueños», dicen las crónicas periodísticas, pero de nada sirvió. El obispo Luis Almarcha cumplió su palabra de hacer una iglesia nueva para San Juan de Renueva (ubicada frente a la estación de Feve) y en 1947 ya habían empezado las obras en los solares adquiridos calle arriba, en lo que era entonces el final del Ensanche. En 1946, cuando se dirigía a los feligreses de Renueva, el obispo ya había adquirido el abandonado monasterio por 600 euros (100.000 pesetas de las de entonces), a sus propietarios, María Fernández Castrillón y Felipe Álvarez Estrada. La restauración, iniciada en el 2000, todavía no ha concluido porque el presupuesto no alcanzó para dos de las portadas renacentistas de Eslonza. A la iglesia le hace falta también, indica el párroco, una mano de pintura y repasar los tejados de pizarra. La herencia del monumento es un lujo para una iglesia de los años 50, pero también una carga para su sostenimiento y el principal motivo por el que el templo no entra dentro de las ayudas que concede el Ayuntamiento para el arreglo de parroquia. Tampoco ha conseguido otras ayudas oficiales, señala el párroco. «A los aproximadamente 400 años de permanencia en Eslonza -añade- hay que sumar los 50 del nuevo destino y las consecuencias de soportar durante mucho tiempo los rigores del calor, las inclemencias de los duros inviernos, la contaminación de los tiempos modernos y la misma calidad de la piedra». :La falta de ayudas de la actualidad contrasta con las sustanciosas aportaciones que realizó el Estado para su construcción en los años 40 y 50. La administración central otorgó entonces casi 12.000 euros (1.900.000 pesetas), el gobernador civil entregó 1.500 euros para la recomposición del monumento y otros 600 para levantar la segunda torre; la Diputación provincial, otro tanto. El Ayuntamiento de León contribuyó con 1.500 euros para la obra de la iglesia y otros 1.300 euros para la construcción de la imponente escalinata por la que se accede a la iglesia. Además, el Monte de Piedad condonó 1.500 euros en intereses (250.000 pesetas) y la feligresía aportó 900 euros , donantes anónimos 600 euros y el Obispado algo más de 1.800 euros. Hasta los mineros leoneses regalaron al templo su vía crucis con una donación de 600 euros. La ayuda fue arrancada durante una visita al Preventorio Infantil Minero sostenido por una mutualidad. Los 6.000 euros de déficit que dejó la obra fueron sufragados en años sucesivos, con aportaciones hasta de una peseta, por la feligresía. Algunos no han dejado de pagar durante el medio siglo que ha pasado, «ahora ya para la restauración», precisa el párroco. La vieja iglesia, que alcanzó su independencia como parroquia de San Juan Bautista de Renueva el 15 de julio de 1940, fue derribada y en su lugar se dejó el espacio libre delante de la estación del ferrocarril de vía estrecha. Hasta 1940, la iglesia dependía de la parroquia de San Marcelo, al igual que la froteriza iglesia de San Francisco de la Vega, levantada al albur del ferrocarril. Esta parroquia también se independizó de San Marcelo con el decreto que entraba en vigor el 17 de noviembre de aquel duro año de posguerra. Nueva iglesia, nuevo título Desde 1953, la iglesia de la rúa nueva tomó como segundo titular a San Pedro. Fue otra de las licencias del obispo y procurador permanente de las cortes franquistas: «Teniendo en cuenta que la grandiosa fachada e importantes elementos artísticos con que ha sido construida la iglesia parroquial de San Juan de Renueva de esta capital, próxima a inaugurarse, proceden del semiderruido monasterio de San Pedro de Eslonza, en nuestra diócesis, con el fin de perpetuar la memoria de tan glorioso monumento, por las presentes venimos en decretar que el título de esta nueva iglesia sea San Juan Bautista y San Pedro Apóstol». El cura párroco al frente las obras, Eladio Tejedor, inscribió el decreto del obispo, del 20 de julio de 1953, en la página 37 del libro de fábrica de la iglesia y de inmediato modeló el sello con el título indicado. Otro episodio que reseñó Tejedor antes de la crónica de la inauguración fue la autorización para colocar en la nueva iglesia dos de las cinco campanas que existían en la torre de la iglesia de San Marcos, «una de las cuales está desmontada por no haber ventanal donde colocarla y la otra no sirve por estar rota, pero será refundida», precisaba el párroco. Pocos años después, la iglesia se encargaba de llevar al barrio Canario las sesiones de cine en un salón parroquial que llenaba los fines de semana sus 200 asientos. El futuro en asamblea La parroquia ha decidido afrontar el cincuentenario no sólo con una hipoteca, sino tam bién con una asamblea parroquial que comenzó en enero y concluirá en mayo con las líneas maestras de su futuro dibujadas por los feligreses. Garcilaso Martínez reconoce que el futuro, a falta de vocaciones, pasa por la implicación de los seglares en la actividad pastoral. «Tenemos un entorno difícil porque la parroquia envejece a ojos vista», pero quieren renovar su espíritu.

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