Diario de León
Publicado por
Jacinto Gutiérrez Campillo
León

Creado:

Actualizado:

Desde la Alta Edad Media hay noticias de que la jurisdicción episcopal y el cabildo catedralicio promueven obras sociales a favor de pobres, enfermos y peregrinos. Desde el siglo XV el Hospital de San Antonio es un símbolo de la obra asistencial que lleva a cabo la Iglesia de León, a través del obispo y del Cabildo de la S. I. Catedral. Aunque el paso del tiempo y la mano del hombre han borrado en León los testimonios arquitectónicos de los primitivos edificios, en el Archivo catedralicio existe una amplia documentación de lo que fue, durante mil años, esta obra social. Prehistoria del Hospital de San Antonio Las primeras noticias están fechadas en el día 5 de marzo del año 874, con motivo de una donación que hace el obispo Fruminio para socorro de los pobres. Su ejemplo hace escuela: son muchos los capitulares que, de los siglos XI al XIV, firman donaciones a favor de los pobres. En el año 1092, el obispo Pelayo ordena construir una alberguería ante la puerta de la iglesia de Santa María, a la que dota con diversas posesiones; tres años más tarde, al reconstruir la iglesia y monasterio de San Marcelo, dicen los documentos que «secus ecclesiam construxit una domum, quo fieret in ospitio pauprum et peregrinorum». Son muestras de cómo obispo y cabildo aplican el mandato de ayudar al necesitado. Sin duda la Iglesia de entonces fue la institución más influyente en este sentido. Un ejemplo que nos importa destacar es el del hospital de San Marcelo: figura desde el siglo XIII como una obra propia de obispo y cabildo, de tal modo que, en 1531, el papa Clemente VII, al suprimir la abadía del mismo nombre, dispone que los bienes del hospital pasen al de San Antonio Abad, que también es responsabilidad del prelado y la canóniga. Pasa el testigo de uno a otro. Ahora es el de San Antonio Abad el que abrazará el mandato evangélico, casi hasta nuestros días. Las primeras noticias encontradas las sitúan los historiadores entre los años 1227 y 1250. Una Bula del Papa Clemente VII afirma que el hospital fue fundado por el obispo y el cabildo, con el fin de atender a los peregrinos que pasaban por la capital camino de Compostela. A partir del siglo XVI será esta fundación la que centre la obra caritativa de los eclesiásticos, hasta el año 1966, cuando se decide entregarlo a manos de la Diputación Provincial, por falta de medios económicos para seguir sosteniendo los servicios que prestaba y en función de la ampliación de los servicios sociales de las instituciones públicas civiles. Es obra el Hospital mancomunada entre obispo y cabildo: poder y propiedad los «tienen conjuntamente en lo del hospital de Sant Antón de esta ciudad». Ellos son los rectores de esta institución secular y actúan siempre colegial y estatutariamente. Cada año nombran, del cabildo -sólo en un caso a lo largo de cinco siglos no fue miembro del cabildo-, un administrador que es la persona central y responsable directo de la fundación. En busca de «ziruxanos» Los patronos tienen buen cuidado de poder contar con buenos médicos y cirujanos en el hospital; ellos se reservan directamente la elección y el nombramiento de los profesionales. Se trata de buscar los mejores y de encontrarlos en aquellos «parases en donde se hallaren». Son muchas las anécdotas sobre esta preocupación. Entre otras destaca la siguiente: en el año 1669 el Cabildo manda a dos capitulares a Valladolid para que se informen de algún médico de los que hubiere en Castilla «de toda aprobación y satisfacción para el cabildo». Y así actúan: «...Que se les haga saber a los ziruxanos que el cabildo acuerda que el que quisiere ser ziruxano del hospital pase a Valladolid con cartas del cabildo para los señores Doctoral y Magistral para que los señores elijan un médico de su satisfacción para que los examinen en zirujía y quede admitido el que trajere mejor censura». En otras ocasiones no se conforma el cabildo con tener médico y que éste sea bueno, sino que, además, debe ser distinto y «separado» de los de la ciudad, con el fin de que pueda atender mejor a los enfermos del centro. También se ocuparon los patronos de supervisar el comportamiento de los profesionales con los enfermos y eran informados, por el administrador, acerca de si aquéllos ejercían el «arte de curar bien», de cómo cumplían el horario de atención a los pobres, que comenzaría «por la mañana a las 8, de mayo hasta septiembre, y a las 9 el resto del año; la visita de la tarde será a las 3, desde el primero de octubre a fin de marzo, y a las cuatro los demás meses». La difícil búsqueda de recursos Que Obispo y Cabildo se comprometían directamente en la búsqueda de los recursos necesarios es una práctica permanente, hasta el punto de que forma parte de la cultura de la institución. En más de una ocasión, cuando el centro debía fuertes sumas de maravedís a la fábrica y a la mesa capitular, se esperaban tiempos mejores u ocurría que los mismos capitulares hacían fuertes limosnas, como son los casos de un prior que hace una limosna de 30 ducados para comprar mantas o de que el mismo cabildo hiciera una donación de 300 ducados. Fueron demasiado frecuentes las crisis económicas, a pesar del inmenso patrimonio con que contaba el Hospital. Tan alarmante debió ser la situación en el siglo XVII que el cabildo llegó a pensar en cerrarlo, para desempeñarse de una deuda de 160 cargas de trigo y de centeno, más de 6.000 reales y de 3.000 ducados; a pesar de las ayudas, el hospital seguía empeñándose más y más en pan y en dinero. Esto motivó que se barajara la posibilidad de vender la jurisdicción de Palanquinos. Finalmente se tomó la decisión salomónica de reducir el número de camas a sólo «media docena y, hasta que se desempeñe el hospital, bajar los salarios a lo menos que se pueda llegar y que no haya más que una mujer que sirva de ama y enfermera». Por razones de esta situación fueron las que nos refieren las actas capitulares de 1644: «Que hay muchos pobres y pocas rentas». Y añaden: «Son tantos los pobres que hay en el hospital de San Antón que después de llenar las camas, lo estaban en las escaleras y en el patio por no haber camas ni lugar dónde ponerlas y que el olor era tan grande que...». Como la situación no estaba en manos de los hombres, se acude a la Virgen del Camino para pedirle la salud que tanto se necesitaba. Y una vez más son obispo y cabildo quienes echan una mano: el obispo aporta 200 ducados, el cabildo 1.100 y otros 1.000 la mesa de los canónigos. Fueron siglos de luces y de sombras, de grandezas y de miserias, en los que, pisando el territorio de la leyenda y aunque sólo sea mirando de reojo al pasado, hay que reconocer la generosidad con que los titulares, obispo y cabildo de la Catedral, trataron siempre al Hospital de San Antonio Abad. Sólo les movió la finalidad de contribuir a curar a los enfermos y de atender a los necesitados. «Son tantos los pobres que hay que están en el patio por no haber camas, ni sitio donde ponerlas...» El Hospital de San Antonio Abad fue fundado para atender a los peregrinos que iban hacia Compostela

tracking