Diario de León

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La leyenda de Vertederópolis La lata infeliz Aquellos años El reciclaje

1º de bachillerato

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León

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Os voy a contar una historia que me pasó hace algún tiempo. Me llamo Lati y mi historia comenzó en un supermercado. Yo no era feliz siendo una lata de mejillones y espera a alguien que cambiara mi vida. Un día estaba con mis hermanas, las latas de sardinas, hablando de los cuchicheos de la semana, cuando de pronto apareció ella, la persona que, más tarde, cambiaría mi vida. La ví venir hacia mí y noté que me cogía con sus manos cálidas y suaves y me depositaba delicadamente en su carrito de la compra. Me llevó a su casa y la chica me guardó en una despensa oscura y fría. Durante el tiempo que estuve en aquel lugar, estuve pensando en lo que la chica haría conmigo después de utilizarme. Yo había oído hablar de eso de reciclar las cosas después de utilizarlas y me había impresionado. Ojalá aquella chica reciclara los desechos con mucha otra gente que lo hacía. Al cabo de unos días me cogió y me abrió. Cuando hubo comido lo que había en mi interior, hizo algo que me conmovió: me guardó en una caja junto con otras latas vacías. Yo suponía que me tiraría a la basura después de consumir lo que había en mi interior, pero en vez de eso, hizo con nosotras una cosa increíble: nos convirtió en una «flor». Primero nos quitó la tapa y nos lijó los bordes, después nos pegó a modo de flor y nos pintó de un color rosa muy bonito. Nos había convertido en una especie de caja para dejar pequeñas cosas de oficina: como clips, gomas de borrar... Me sentía feliz, siempre había creído que ser una lata en conserva no era interesante ni servible y ahora me sentía útil. Me fui dando cuenta de que aquella chica reciclaba todo tipo de cosas y yo me pregunto: ¿por qué no podemos ser como ella, que hacía que lo que parecía inservible se convirtiera en algo provechoso? Se escucha un gran revuelo delante de la planta de reciclaje. Más de un centenar de pequeños envases de edad, que no de tamaño, puesto que también existen envases niños, esperan muy entusiasmados alrededor del monumento Revolución Residuos , la leyenda más querida por todas las basuras y residuos, que el sabio hechicero Latamago se dispone a relatar: -En Vertederópolis, mi tataranieto y sus amigos no podían aguantar más el comportamiento de los humanos. Había llegado un punto en el que ni siquiera se preocupaban de recogerlos dentro de los contenedores y papeleras. Un día de verano tuvimos una reunión todos los habitantes-residuos de Vertederópolis. Yo era el jefe de la compañía de residuos, la cual se encargaba de recoger, mediante poderes mágicos, las basuras y llevarlas a nuestra sede. Allí las reciclábamos y las volvíamos a distribuir a sus lugares de procedencia, como supermercados, restaurantes... Aquel día, a mi tataranieto se le ocurrió la mejor idea de nuestra historia. El plan consistía en que yo, mediante mis poderes mágicos, podría conjurar un hechizo de conversión. Éste consistiría en la transformación de los humanos en residuos mientras que las basuras y residuos nos convertiríamos en humanos. Yo les dije que sería muy difícil levarlo a cabo, ya que se precisaba tener mucha compenetración y concentración y que necesitaríamos la colaboración de todas las basuras de Vertederópolis. Nos llevó más de tres meses informar a todos los habitantes-residuos de Vertederópolis de nuestro plan y explicarles cuál debería ser su parte de colaboración. Llegó el día señalado para llevar a cabo el hechizo. Nos reunimos a la entrada de la planta de reciclaje. Al ruido de una campana concentramos toda nuestra ira hacia los humanos y en un ir y venir de polvo, ¡ahí estábamos, convertidos en humanos! Una tormenta de aplausos interrumpió el relato de Latamago. - ¡Tranquilos, tranquilos!, ¿Queréis que os acabe de contar la historia?, dijo Latamago, elevando la voz para sobrepasar el ruido de los aplausos. -¡Sí queremos, sí queremos!, gritaron todos a coro y Latamago continuó. -¡Lo habíamos conseguido! Teníamos que darles una lección a los humanos. Ahora el plan consistía en hacer, durante cuatro días, lo mismo que ellos habían hecho con nosotros. En los dos días restantes hasta el final del hechizo, cuando se hubieran dado cuenta del error que habían cometido, les recogeríamos y reciclaríamos como ellos debería haber hecho con nosotros. Al cabo de esos seis días, a los que llamamos Revolución Residuos el conjuro acabó y volvimos a convertirnos en basuras. Algo había cambiado, en los días sucesivos nos dimos cuenta de que nuestro plan había dado resultado. Los humanos comenzaron a reciclar y reutilizar todos los residuos, distribuyeron más contenedores selectivos por toda la ciudad, que cambió de nombre pasando a llamarse Ciudad-Limpia. Como sabéis, levantaron este monumento en recuerdo de nuestra proeza. Con un gran suspiro y muy cansado (ya que los años no pasan en balde ni para los humanos, ni para los residuos, ni para los residuos-magos) acabó Latamago su relato. Sabía que aún le quedaban muchas tardes a la sobra del monumento contando a los más peques la famosa leyenda de Vertederópolis, pero nunca se cansaría de repetirles que no era una simple leyendo, sino el hecho más importante que había ocurrido en la historia, ya que si los humanos hubieses cambiado de actitud, el mundo en estos momentos sería un gran vertedero. Era un verano de aquellos en que el calor era realmente sofocante y yo, como todas las tardes, esperaba a mi amiga María para ir a montar en bicicleta cerca del lago. Éste era un lugar realmente bonito, lleno de verdes pinos que albergaban entre ellos gran cantidad de especies animales. Era nuestro lugar preferido. Pero esa tarde, María no fue a buscarme. Supuso que habría tenido algún problema, o, que simplemente, debía de estar ayudando a su madre en casa. Al día siguiente estuve esperándola también y tampoco vino a buscarme. Empecé a preocuparme seriamente y decidí ir a buscarla, pero ella ya no estaba en su casa, ni ella ni su familia. Al cabo de unos días, mi madre me contó que María se había mudado y que no se había atrevido a decírmelo par que no me pusiera triste. Me había quedado sola. Aunque fuese sola, seguí yendo todas las tardes a montar en bicicleta a lugar de los pinos que estaban cerca del lago. Ese lugar era realmente mágico para mí, le daba vida y color al triste aspecto de los alrededores de la ciudad. Los años fueron pasando yo seguí viviendo en la misma ciudad, viendo sus cambios con el paso del tiempo. Un día, alguien llamó a mi puerta, era una mujer con dos niños. Ella me reusltaba de cara conocida y enseguida reconocí a mi gran amiga de la infancia, María. Me quedé muy sorprendida al verla y con dos hijos además. María y yo hablamos larga y tendidamente de nuestras vidas separadas por los años y, sobre todo, del nuevo y triste aspecto de nuestra ciudad. Ya no había árboles ni verdes pinos donde jugar, ni tampoco animales ni pájaros en ellos. El aspecto del amado lugar de nuestra infancia era realmente desolador. Mi amiga y yo quisimos enseñarles a sus hijos el lugar en que pasábamos las tardes de verano, pero ya no era lo mismo. En aquel nostálgico lugar del pasado, había ahora un gran desierto vacío, sin vida. Su aspecto se debía a la fábrica de papel situada a 30 kilómetros de la ciudad, ésta había talado nuestros valiosos árboles dejando así su devastador aspecto actual. Fue una gran pérdida natural y ecológica. Por eso, es muy importante el reciclaje, en este caso el del papel, para que no ocurran hechos tan tristes y dañinos para nuestro planeta, como es el caso de este cuento. Pero no sólo es importante el reciclaje de este material, sino también el de otros materiales reutilizables como el cristal, pilas... Así podremos preservar el medio ambiente y conseguir un planeta sano y digno para las generaciones futuras. Amor: hacia un mundo hermoso. Temor: lo estamos estropeando. Dolor: la Luna ha sido herida de muerte. Lamento: las estrellas no quieren iluminar más noches contaminadas. Odio: las llamas devoran nuestros bosques. Ofensa: la sangre de la Tierra, vestida de negro. Llanto: el cielo contemplando este horror. Muerte: cuando veo deshechos arrojados en las calles. Resurrección: ayudando a mejorar el medio ambiente. Pena: mis lágrimas se cuelan por el agujero de la capa de ozono. Condena: la tala de árboles. Libertad: si todos colaboramos. Encarcelamiento: si no lo hacemos. Un sueño: alcanzar un mundo limpio. Una pesadilla: la naturaleza, nuestro tesoro más preciado, arrebatado por unos cuantos. Fuerza: para luchar contra los enemigos de la naturaleza. Debilidad: al observar que somos pocos los que nos sacrificamos. Cielo: a él subiremos si lo protegemos. Infierno: nos condenará por el trato que hemos dado a la superficie. Perdón: por todo el mal que le causamos al planeta. Alegría: pudiendo contemplar el brillo del sol reflejado en el agua. Pasado: un terreno puro. Presente: intentar conservarlo. Futuro: está en nuestras manos. Solución: reciclar.

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