Diario de León

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Vida polar ¿Perfecta?

2º de ESO

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León

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M ientras paseaba por León me di cuenta de que podía llegar a ser una ciudad perfecta. Tenía parques como el de Quevedo o el de San Francisco, tan verdes y limpios como sacados de un cuento. Pero descubrí que si estaban así no era gracias a nosotros sino a personas que los limpiaban y cuidaban cuando se cerraban las puertas del parque. Tenía grandes zonas verdes como la chopera y la Candamia, donde los niños jugaban y los ancianos paseaban. pero por una u otra razón comprendí que si también se conservaban bien era gracias a las personas que se encargaban de cuidarlo y me vinieron a la mente las veces que había pasado cerca de una papelera y tiraba los papeles al suelo por no acercarme a ella. Entonces, mis primeros pensamientos comenzaron a cambiar al percatarme de que nunca sería perfecta cuando faltasen esas personas. Seguí paseando durante un buen rato, llegué a casa, cené y me recosté un rato en el sofá. Aquella noche no logré dormir, ya que resonaba en mi cabeza la frase «puede ser perfecta» una y otra vez y retumbaban muchas risas en mis pensamientos. A la mañana siguiente me levanté rápidamente y fuí a trabajar. Al no haber dormido nada, comencé a bostezar y al cabo de un rato caí profundamente dormido, volví a tener el mismo sueño y al parecerme tan raro lo comenté con algunos de mis compañeros de oficina, y por alguna casualidad ellos habían tenido varias veces también aquel sueño. Al regresar a casa, me llené de satisfacción al descubrir por fin el misterio. Nunca desvelé a nadie lo que quería decir aquel extraño y común sueño. Redacté y publiqué en los siguientes años cuatro libros sobre mis pensamientos. En ninguno de ellos revelo mi secreto. Sólo puedo deciros que los cuatro tienen algo en común: todos finalizan con el mismo párrafo, que dice así: «Debemos comprender dos cosas: la importancia del medio ambiente y que una ciudad sólo puede ser perfecta si todos sus habitantes colaboran para conseguirlo». Saca tus propias conclusiones. En un lejano país de cuyo nombre no logro acordarme vivía una familia de ositos polares, eran los únicos ejemplares de su especie que vivían pues el resto por diversos acontecimientos que ellos nunca lograban entender habían ido muriendo. El padre Dad se dedicaba a mantener el orden por los alrededores de donde él y su familia habitaban, pues cuando él era pequeño era una época tranquila en la que no hacía falta que nadie cuidara de su casa, pero desgraciadamente los tiempos cambian y a sus hijos les tocó vivir en una época en la que iban pro allí unos seres que decían llamarse personas que destruían todo cuanto a su paso estaba, por esa razón él cuidaba muy bien del hogar de su familia. La madre llamada Mam buscaba la comida para todos y se dedicaba a la educación de sus dos hijitos pues eran unos tiempos difíciles en los que hay que protegerse muy bien. Los dos hijos llamados Marius y Vania vivían felices correteando por los alrededores de su casita. Siempre con la llegada del verano la familia de ositos se iba unos días a otros lugares donde poder descansar sin tener que preocuparse de las personas que lo destruían todo y que les hacían vivir con gran temor cada momento de sus vidas. Pasados estos días en los que toda la familia disfrutaba de unas muy merecidas vacaciones en el Ártico donde tomaban el sol en especial la más pequeña de la casa. Ésta era una costumbre que año tras año la familia repetía pues era su momento de disfrutar y de mezclarse con otros seres que aunque no eran de su especie se portaban muy bien con ellos: eran los pingüinos. Con el paso del tiempo cuando Vania ya era un poco mayor empezó a verse como unas manchas muy raras en su blanca barriga lo cual no consideró oportuno contar nada en su casa para no preocupar a su familia a pesar de que ella estaba muy asustada. En este tiempo el padre ya iba envejeciendo y cada vez le costaba mucho más mantener el orden del hábitat en el que vivían por ello le encomendó ese papel al mayor de sus hijos, Marius, el cual tras varios años de aprendizaje desempeñó el papel con la misma intensidad que su padre. El padre y la madre en estos momentos de su vida se dedicaban a enseñar a sus hijos todo lo que la vida les había enseñado aunque siempre teniendo presente que los tiempos en los que ellos eran niños no había tantos peligros como en este momento. Dad y Mam concienciaban a sus hijos de que entre ellos tendrían que tener descendencia para acabar con la crisis que la especie había experimentado. Otro año más llegaba el momento de irse de vacaciones, todos preparaban las cosas con gran ilusión. Cuando ya estaban en el Artico todos se bañaban juntos y hacían juegos con el agua, Vania que era la menor de la familia en los últimos años ya no quería bañarse pues se sentía mal, y además no quería que toda su familia descubriera esas manchas que cubrían toda su barriga y empezaran a preocuparse, por lo cual decidió que prefería tomar el sol aún sabiendo que esto era lo que estaba acabando con su vida pero era tanto su afán por conseguir un color tostadito y que algún pingüinito se fijara en ella que seguía tomando el sol. La joven osita sentía como cada vez sus fuerzas iban flaqueando más y más hasta el extremo de no poder casi ni ponerse de pie, pero ella hacía todos los esfuerzos para no demostrar nada ante su familia. Pasaron los años y cada vez esta familia veía más reducido su espacio para vivir pues esos seres que se hacen llamar personas iban quitándoles más terreno donde ellos construían hoteles. Esto frustraba mucho a esa familia que lo único que deseaba era vivir con tranquilidad sin meterse con nadie y sólo subsistiendo con lo que la naturaleza les había ofrecido. Un buen día Marius ya cansado de que no les dejaran vivir decidió acercarse a hablar con las personas para decirles de manera educada que por favor les dejaran vivir en paz a él y a su familia. Se levantó muy temprano y sin hacer ruido para que su familia no se despertara se fue hacia el lugar donde estaban los hoteles y en esto un hombre le disparó, el joven osito perdió la vida y con su vida se llevó las únicas esperanzas que había de que continuara la especie. Su familia al oír un gran ruido que no sabían de que era se levantaron sobresaltados y al ver que Marius no estaba allí marcharon en su busca y hallaron su cuerpo sin vida. Con el paso del tiempo Vania se iba sintiendo muy mal pero ella sacaba fuerzas de donde no las tenía para cuidar de sus padres que eran lo único que ella, gracias a los hombres que sólo buscan su bien sin preocuparse de nada más, tenía. Una noche de invierno Vania apareció muerta en su cama, pues la capa de ozono no filtraba los rayos ultravioleta del sol y la había provocado un cáncer de piel que la llevó rápidamente hasta el fin de sus días. Por otra parte los padres desolados y ya sin ninguna gana de vivir pasaban como podían sus días sin poder tener más hijos que «curaran sus penas» pues ya eran demasiado mayores y no conseguían tener descendencia pues sus gametos no eran fértiles. En estos últimos años de vida vinieron unos hombres y les llevaron a un zoológico donde cada día iban miles de personas a visitarles y les hacían un sinfín de pruebas para evitar el fin de la especie. Estos dos ositos polares aunque privados de su libertad vivieron juntos y murieron juntos.

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