Riego sanguíneo

A los pueblos de la zona en la que se acometen obra s para la transformación de regadíos dependientes del canal Alto de Payuelos, zona Cea, se llega a través de carreteras infames, que cruzan pueblos desiertos, en los que si se avista algún alma es por pura casualidad. Paisaje nada excepcional en la provincia leonesa, plagado de carreteras tercermundistas por las que huyeron y huyen los que no tienen vocación de héroes desprendidos de oportunidades económicas, abandonados a su suerte sin servicios mínimos que se aproximen a lo q ue el mundo occidental define como calidad de vida. La visita ministerial no parece cosa del azar, si se observa el entorno donde se acomete la obra para llevar agua. Agua como símbolo de desarrollo. Obra pública para acotar distancias con la prosperidad. Largo se fió el objetivo, si se toma 1986 (¡hace 21 años!) como fecha de referencia de la declaración de interés general de cualquier actuación en torno a la transformación de regadío dependiente de Riaño (en aquel entonces a seis meses de expirar enterrado bajo seiscientos cincuenta millones de metros cúbicos de agua). La gente agradece el gesto, la lluvia de dinero, el tubo bajo la tierra que sólo producía cereal, «una ruina», recuerdan los agricultores de estos confines de León. «Igual, algo tarde», se atreven a confiar al pie de un cartel de licitación de obra que resume, en letra pequeña, el fin de la iniciativa: «El proyecto se financia al 50% con Fondo Europeo de Desarrollo Rural (Feder) que contribuye a reducir las disparidades sociales y económicas entre ciudadanos». A tiempo, igual, para el niño de corta edad al que su madre acercó a ver cómo se gesta el futuro de León, que aparece en el mismo sitio que hace veintiún años.