Diario de León

| Reportaje | De la osera a la intemperie |

El oso pierde las costumbres

La Fundación Oso Pardo advierte un incremento en el número de ejemplares que desisten de hibernar, animados por los inviernos con suaves temperaturas y abundante alimento

Una osa con su prole captada la pasada primavera por las cámaras de la Fundación Oso Pardo

Una osa con su prole captada la pasada primavera por las cámaras de la Fundación Oso Pardo

Publicado por
L. Urdiales - redacción
León

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Los osos pasan gran parte del invierno, aunque no todo, hibernando. Al margen de las diferencias entre sexos e individuos (los grandes machos son los últimos en entrar y los primeros en salir de la osera), la duración media del sueño invernal en la Cordillera suele ser de dos a tres meses, y generalmente ocurre entre enero y marzo. «Pero dependiendo de las condiciones meteorológicas del año y de la disponibilidad de alimento, ese periodo puede acortarse notablemente. Incluso se ha comprobado en varias ocasiones una actividad invernal continuada, con más frecuencia de hembras con crías del año que de otros ejemplares, a lo largo de todo el invierno en años de meteorología especialmente favorable y con buena cosecha de hayucos y bellotas». La Fundación Oso Pardo acumula ya información suficiente en los últimos inviernos para concluir que cada vez son más los ejemplares que desisten de pasar el invierno en una osera, acomodados con una temperatura cada vez menos agresiva. Los inviernos suaves que dominan en los últimos años se añaden a una nueva circunstancia, que se advierte desde la Fundación Oso Pardo, que señala la abundancia de alimentos en la época otoñal como otra de las causas que alejan a los plantígrados del sueño invernal. «El otoño es una época clave para la supervivencia de los osos, puesto que de la disponibilidad de alimento en forma de los energéticos hayucos, bellotas y castañas dependerá en gran medida la acumulación de grasas para pasar el invierno y para que las hembras puedan completar felizmente su gestación y amamantar a sus crías en la osera. Por ello, en octubre, noviembre y diciembre, estos animales buscan los rodales forestales con mayor cosecha de frutos, dedicando mucho tiempo a la alimentación. Su engorde es notorio, pues llegan a pesar un 30% más que a finales de la primavera. El otoño es también la época en que la actividad cinegética provoca mayor número de interferencia en la vida de los osos, por coincidir las cacerías con el momento crítico del engorde previo a la hibernación», se señala desde la Fundación Oso Pardo, que relaciona una época otoñal abundante en alimentos para los osos con la menor incidencia en retiro a las oseras para superar la época invernal. «En otoño e invierno son los frutos secos, como bellotas de robles y encinas, hayucos y castañas, los que conforman el grueso de su alimentación», aprecian los expertos de la FOP, que recuerdan que un periodo favorable para la producción de estos frutos silvestres favorece la reducción del periodo de hibernación e, incluso, la falta de la práctica más conocida y asociada a la vida de los osos. La Fundación Oso Pardo también incluye un matiz que diferencia a la población de osos cantábricos por su inclinación a dedicar los meses de enero, febrero y marzo a dormir en una cueva: las osas con crías abundan entre los ejemplares que desisten del sueño en invierno, refugiadas en las temperaturas suaves a la intemperie y la alimentación abundante.

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