Los danzantes alternan el sonido de las castañuelas con el del cocque de los palos, en un baile que se ejecuta ante la Virgen del Rosario, patrona de la localidad.
Las ocho danzantes se relevan a la hora de ejecutar el baile por las calles del pueblo. Tras cruzar el río, los dos grupos bailan conjuntamente.
Es el lance más espectacular del paloteo. Las parejas se cruzan y chocan sus palos por arriba, en salto, y por abajo, agachadas.
Los danzantes se inclinan ante la Virgen antes y después de iniciar el baile. La venia se repite al recibir a las imágenes que forman la comitiva (las reliquias y el Cristo), así como al pendón y a las autoridades presentes.
El río Eria mostraba este año su cara más brava. La construcción del puente fue dificultosa por el fuerte caudal, lo que obligó a levantar el paso aguas abajo del punto habitual.
Un conflicto entre el monasterio y el pueblo obligó a construir la ermita de san Jorge, al otro lado del Eria.
El Cristo de la ermita debía salir a recibir a la procesión. Sin embargo, este año, la imagen se retrasó (las llaves del templo no llegaron a tiempo, y danzantes, pendones, imágenes, autoridades y devotos tuvieron que esperar.
El Cristo llegó y volvió a producirse el ceremonial de llas venias entre imágenes y danzantes
Cuando no bailan, los danzantes apoyan los palos en las caderas, como en posición de jarras.
El cortejo procesional da tres vueltas a la ermita antes de entrar en ésta para la misa, mientras una campana de sonido agudo anuncia su llegada.
Al entrar en la ermita se repiten las venias y se extienden pendón y pendoneta en señal de respeto.
Dos faldas, media, mandil, camisa, chaleco, corbatín, redecilla, fajín y escapulario forman el atuendo de las danzantes.