Humanismo en el Páramo

La obra de Luis Carnicero Poética del juglar volvió a plantear las grandes cuestiones del hombre en el castillo de Laguna de Negrillos. El pueblo se detuvo, aun estando en fiestas, durante el tiempo que duró la representación y sólo por el ambiente, con el alumbrado público apagado para no interferir en la obra, los parameses no tuvieron otro remedio que meditar sobre el hombre, vida, muerte, existencia y sentido en una propuesta que Carnicero define como un collage de artes —poesía, pintura, arquitectura, teatro, canto...—.

La trama se desarrolla en un escenario sencillo de colores básicos, y estructuras de arco apuntado —ideado por Carnicero y construido por Carpintería Morán y el pintor Miguel Carreño—, todo envuelto en la fortaleza, ruina de la nobleza, que conserva el encanto de lo que ya no sirve. El patio de armas se llenó de público en un homenaje a la palabra, en una invitación a la lectura y al regreso del hombre al humanismo. Carnicero descontextualiza los personajes, igual que la postmodernidad lo desgarra, y pesó en una balanza que se meció en el escenario movida por el aire, como la persona sacudido por las modas.

Lo clásico y lo moderno se conjugaron en un ambiente medieval reforzado por la música de Crispín d’Olot y en los papeles que Carnicero repartió entre los miembros del grupo El Templete, de La Bañeza. El juglar, hombre de Vitruvio al principio, el peregrino, la disputa entre el alma y el cuerpo se superponen en la obra con la novedad, redescubriendo la cultura en el medio rural.