Diario de León
Publicado por
Manuel Robles / Rector Sagrado Corazón de Gijón
León

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La muerte es silenciosa e inesperada. Y hace dos días visitó a estos dos admirados sacerdotes asturianos: Juan Antonio Menéndez, obispo de Astorga, y Herminio González, párroco de San Lorenzo de Gijón. Y cuando llega la muerte, aparece un gran silencio. Luego, del silencio, estalla la noticia, y se hace presente en un rincón de los medios de comunicación, en la ciudad, y en ese refugio de los amigos del alma, y de los compañeros.

Mientras escribo estas líneas paro la imagen de Herminio, cura de San Lorenzo, que estuvo en la última reunión del arciprestazgo de Gijón Llaca, con su simpatía habitual, siempre cercano, amigo y buen sacerdote. Pero también la imagen de Juan Antonio y me quedo con un cura prudente, comprensivo y humano, que llamaba siempre al timbre de tu corazón, y nunca forzaba la puerta para entrometerse.

En el funeral que se celebró en San Lorenzo, por el Arzobispo de Oviedo, uno se da cuenta que van pasando los años, y que también se mueren tus amigos, tus compañeros, confidentes de viejas historias compartidas, como si la muerte gozara destruyendo los mejores recuerdos de tu vida, y de esta pequeña iglesia peregrina de Asturias.

Los dos nos dejan un agujero en el alma y muchas raciones de humanidad. Un amigo mío escribió: «Más allá, y más acá, el misterio, el silencio, y también el amor». Y un poeta lo decía con su poesía: «Lo que has amado esa será tu herencia. Y nada más». Gracias, por ese lubricante de bondad, simpatía y agradecimiento con el que vivisteis vuestro sacerdocio.

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