Matías Mediavilla fue abatido por la Guardia Civil tras haberse presentado desarmado en el cuartel de Puebla
La familia de un represaliado en Isoba logra recuperar sus restos tras 65 años
Los habitantes de Isoba despertaron el 10 de noviembre de 1937 con el eco de un disparo. La Guardia Civil había abatido en el monte a un

Los hijos de Mediavilla asistieron emocionados a la exhumación
«Me siento satisfecho, por fin mi padre podrá descansar como es debido en un cementerio y no en medio del monte como durante estos 65 años». Así resumía Manolo Mediavilla el sentimiento de liberación que experimentó ayer la familia de uno de los mil represaliados leoneses durante la Guerra Civil, tras exhumar sus restos en el paraje de la Cevachina de la localidad de Isoba. Según recuerdan, Matías Mediavilla cogió una carreta, a sus cinco hijos, varias vacas y pocos enseres cuando estalló la Guerra Civil para abandonar Isoba, un pueblo enclavado en la montaña leonesa junto al puerto de San Isidro. Se instaló veinte kilómetros más allá, en Felechosa (Asturias), donde los republicanos resistían el alzamiento de los autobautizados como nacionales. Tras la caída del Frente Norte, en 1937, se prometió una amnistía y él se presentó, desarmado, ante la Guardia Civil en el cuartel de Puebla de Lillo. Los agentes le recomendaron que regresara a Asturias y le dejaron marchar. Sin embargo, por los testimonios que ha podido recopilar uno de los impulsores de la exhumación, Mario González Osorio (IU), los guardias ganaron tiempo subiendo hasta Isoba en el coche de línea y se apostaron en el camino de Cofiñal para esperar a Mediavilla. Le mataron una mañana fría de noviembre, entre las peñas Roza y Langreo. El propietario de la finca donde cayó muerto, Matías García, el hermano del asesinado, José Mediavilla, y dos hombres de Cofiñal intentaron llevar el cuerpo por la noche al cementerio de Isoba, pero «una tormenta de nieve les impidió avanzar y le enterraron allí mismo», explica Jacón García, que «era un chavalín de 13 años cuando sucedió todo», según se define. Jacón ha segado la hierba de ese prado durante 65 años y siempre supo, según reconocía, dónde había sido depositado Mediavilla. Por eso ayer, en menos de hora y media y tras excavarse dos grandes agujeros en la Cevachina, se encontraron los restos del hombre. El cráneo presentaba un hundimiento. El Ayuntamiento de Puebla de Lillo facilitó la pala excavadora que permitió remover la tierra. Curiosamente, la erosión del terreno después de casi siete décadas fue aflorando el cadáver, que apareció a sólo setenta centímetros de profundidad. El juez de Instrucción de Cistierna fue el encargado de levantar y entregar los restos a los familiares, que prevén enterrarlos en el cementerio de Isoba. En principio no habrá investigación porque el caso se cierra con los testigos del asesinato, que aportaron el conocimiento exacto del lugar donde cayó Mediavilla. La exhumación comenzó al filo de las diez y media de la mañana, para emoción de Nieves, Consuelo y Manolo, tres de los cinco hijos de Mediavilla que tenían 2 años, seis meses y 12 años, respectivamente, cuando quedaron huérfanos. Los tres respiraron hondo y no pudieron reprimir las lágrimas al escuchar a la hora del Ángelus al conductor de la excavadora que habían encontrado a su padre 65 años después.