Diario de León

SANTA MARÍA DEL PÁRAMO

Las ánimas, dueñas de la noche

Noviembre es, tradicionalmente, el mes dedicado a los difuntos. En una época en la que se ha importado la costumbre americana de celebrar la fiesta de Halloween, en el colegio de educación primaria de Santa María del Páram

Un momento de la representación de los alumnos del colegio Benito León de Santa María del Páramo

Un momento de la representación de los alumnos del colegio Benito León de Santa María del Páramo

Publicado por
Armando Medina Corresponsal de SANTA MARÍA.
León

Creado:

Actualizado:

El mes de noviembre está dedicado a las ánimas desde que en siglo XI san Odilón, abad de Cluny, declarara el día 2 como especialmente consagrado para el culto a las ánimas que bagan por el purgatorio. Se les explicó a los niños, y también a los mayores, que curiosamente, esta celebración religiosa coincide con la fiesta del samain, que era la apertura del nuevo año solar en el calendario celta. Se conmemoraba también a los muertos, que volvían a la tierra durante tres días y podían llevarse a los vivos al país de la primavera eterna. No se puede olvidar la importancia de la cultura celta en la tradición popular de estas latitudes. Ya dentro de la tradición cristiana es costumbre el rezo por las benditas ánimas. En los pueblos leoneses, generalmente después de la cena se congregaba la familia en torno al fuego del hogar, rezando por los difuntos, por sus «obligaciones», como ellos decían, y se comían castañas. Existía la tradición, otra vez celta, de dejar la puerta entre abierta la noche de difuntos para que las ánimas entrasen a calentarse junto a la chimenea que ese día permanecía encendida toda la noche. Los inquilinos dejaban un puñado de castañas asadas sobre la mesa para que los muertos comieran mientras los vivos dormían. Quizá sea éste el origen del magosto. Costumbres en el Páramo Además en el Páramo hay la costumbre antigua de vaciar la remolacha dándole aspecto de calavera. Los chicos, ya de noche, rompían las bombillas que había a las entradas de las casas, llamaban a la puerta y salían corriendo dejando allí la calavera con una vela encendida dentro con el fin de provocar miedo. Así los niños del Benito León realizaron varias calaveras a partir de remolachas para no perder la tradición. En la representación se llevó a cabo también la huéspeda de ánimas, una tradición similar a la santa compaña gallega, pero en su versión leonesa. Los pequeños se disfrazaron de los cinco miembros que componen la comitiva, el desfile de los muertos. En cabeza va la estadea, es la más alta y porta una cruz de madera. La segunda lleva una bandera. La tercera un caldero con agua bendita, junto a un hisopo. La cuarta un farol y la quinta una campanilla. Todas ellas de riguroso blanco que deslumbra en la oscuridad, detrás la muerte, de negro guadaña en mano, y que provocó el pánico de un pequeño hermano de algún alumno que había acudido a la representación en los brazos de su madre. La huéspeda, en solemne procesión va salmodiando el siguiente verso: «¡Andar de día/que la noche es mía!», mientras con el hisopo mojan a los presentes. La leyenda de Isoba Además uno de los alumnos recordó un viejo romance leonés recogido por Menéndez Pidal en 1893 en Curueña, cerca de Riello y que bien podría ser un antecesor del Tenorio de Zorrilla por su similitud. Igualmente, otro alumno leyó la leyenda de Isoba que más o menos viene a decir lo siguiente: hay un pueblo carretera arriba desde Boñar. Más arriba existe un lago natural: el lago de Isoba. Cuentan los pastores que hace muchos años pasó por allí un peregrino pidiendo algo de comer y un lugar para pasar la noche pero nadie se apiadó de él. Llegado a la última casa del pueblo, le abrió una mujer. Le dijo que era pecadora pero le dio un poco de pan y le dejó dormir en el pajar. De noche, en sueños, el peregrino le dijo a la mujer que avisara al cura y se fueran de ese pueblo egoísta. La mujer lo hizo sin demora. Poco después se oyó un trueno y se escuchó una voz: «Húndase Isoba menos la casa del cura y la de la pecadora». Y una gran tromba de agua acabó con el pueblo, inundado para siempre. Desde entonces, algunas noches se pueden oir las campanas. Como punto final de la representación un ciego leyó unas coplillas que después vendió a los asistentes. Lo recaudado se entregó al cepillo de las ánimas de la parroquia. El magosto no pudo celebrarse el miércoles por el mal tiempo, y se trasladó a ayer lunes.

tracking