Diario de León

UN TÁMDEM PERFECTO PARA REGULAR EL TRÁFICO

Lecciones de vida de un padre guardia civil a su hijo

Alejandro Díez ha compartido destino con su progenitor en La Pola, donde ha hecho sus prácticas antes de volver a Alicante

Jose, y su hijo Alejandro, en la gloriera de La Robla donde regulan el tráfico. ángelpoez

León

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José y Alejandro Díez, agentes de la Guardia Civil, comparten uniforme, profesión y algo más. En esta última semana han coincidido en La Pola de Gordón, donde José, de 52 años de edad, está destinado desde hace seis años, y donde Alejandro, de 25, hace sus prácticas del curso de Tráfico, procedente de Torrevieja, Alicante, donde está destinado. Hasta aquí todo normal, como cualquier otra pareja profesional más que regula los destinos del tráfico de la provincia, a no ser porque se trata de un padre y un hijo.

Caprichos del destino, Jose ha tenido con él a su hijo Alejandro para hacer prácticas en La Pola de Gordón, donde ahora, tras el corte de la Autopista de Asturias por un desprendimiento, las labores de control se han intensificado.

La experiencia para los dos ha sido única, «un regalo», dice Alejandro con admiración. «Ha sido una experiencia única, que no todo el mundo puede tener».

Alejandro siempre tuvo muy claro que quería ser Guardia Civil. Tenía como referencia a su padre y a sus compañeros, a los que veía en el cuartel de Barcelona, donde su padre estaba destinado y donde él nació. Por su parte, Jose, tras abandonar Barcelona, estuvo destinado en Sevilla, Burgos, Astorga y ahora esta en La Pola de Gordón, donde ha puesto a disposición de su hijo toda su experiencia para hacer de él un buen agente de Tráfico.

«A mi me ha prestado la vida, se me cae la baba, las cosas como son», dice José, que no ha escatimado en consejos para Alejandro en estos días de formación. El primero, y más importante, que «haga lo que le guste, y si es esto lo quiere hacer, pues adelante». Y lo segundo, que «allí donde fueres haz lo que vieres», ya que «es importante saber adaptase a las formas de trabajar allí donde te destinen porque esta es una zona muy tranquila, pero no todas lo son, por lo que hay que adaptarse a las circunstancias».

Pero lo que Jose más le repite «aquí y en casa», es que «sea buena persona».

Una de las cosas que el veterano guardia ha querido trasmitir a su hijo es su pasión por su trabajo. «A mi tráfico me apasiona, pero la gente tiene que saber que no es un es trabajo fácil». El agente explica que es la especialidad de la Guardia Civil que más fallecidos tiene en actos de servicios. «Estamos muy expuestos en la carretera, el peligro es constante», por lo que «hay que tener mucho cuidado, estar muy atento para que no te atropellen prestando auxilio o deteniendo el tráfico».

Por su parte a Alejandro, lo que más le gusta de esta especialidad es poder ayudar a la gente, por ejemplo en un accidente de tráfico. «Es algo muy satisfactorio, prestar auxilio, también me gusta dirigir la circulación».

El problema ahora, sobre todo tras el corte de la AP-66, que ha incrementado tanto el tráfico en la N-630, es que «la gente tiene demasiada prisa, no tienen paciencia, y se ven unos adelantamientos extremadamente imprudentes», concreta Jose, que comenta que también ha observado una evolución en el tipo de infracciones que se cometían antes con los de ahora. «Por ejemplo, el móvil, la gente no es consciente del riesgo que supone mirarlo aunque sea un momento», explica. Con lo que sí se ha evolucionado a mejor es con la responsabilidad de no conducir bajo los efectos del alcohol. «Antes, por desgracia, era algo más normalizado, a cualquier hora se pillaban muchos positivos, ahora hay más conciencia».

Respecto a las multas, a Alejandro es una cosa que no es que le guste especialmente. «Ya me ha tocado poner alguna, y la gente no te mira muy bien, la verdad, pero es necesario, es para evitar infracciones, accidentes, y en definitiva mejorar la seguridad».

Jose también comenta lo duro que puede llegar a ser su trabajo. «Ves cosas desagradables». Nunca olvidará, por ejemplo, un accidente al que tuvo que acudir hace años en el que fallecieron dos chicas de 16 años que volvían a su casa en el Órbigo. «Sus padres estaban a diez minutos del accidente y llegaron enseguida, fue durísmo», explica. Por eso insiste: «hay que estar preparado para todas las situaciones».

Alejandro se vuelve a Alicante con la lección bien aprendida por parte del mejor maestro que uno puede tener. Su padre.

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