Diario de León

RETABLO LEONÉS

Por La Cabrera profunda

Nuestro anterior recorrido cabreirense estuvo circunscrito a La Cabrera Alta, desde donde ya manifestamos la intención de continuar nuestro apunte por las tierras de La Cabrera Baja, terminando el sugestivo viaje en los pagos aled

Tipismo Tradicional en el caserío de La Baña, en la Cabrera Baja

Tipismo Tradicional en el caserío de La Baña, en la Cabrera Baja

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Enrique Alonso Pérez - LEÓN.
León

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El río Cabrera, que como toda la región toma su nombre de la sierra que cierra sus límites por la parte sur, nace del excedente de las aguas del lago de La Baña, a unos doce kilómetros de este pueblo y 1.450 metros de altura, en el centro de una depresión circundada por altos picachos superiores a los dos mil metros: el Picón, Peña Survia y la Peña Trevinca, a caballo entre las provincias de León, Orense y Zamora. La Baña, el pueblo más grande de las dos Cabreras, con sus 600 habitantes -en el año 1960 tenía 904-, disfruta hoy de una carretera que le da acceso a La Cabrera Alta subiendo las cuestas del Alto del Carvajal. Dos iglesias han congregado tradicionalmente a los fieles de este pueblo, una de las cuales, la principal, presenta una factura pseudogótica, con torre de principios del siglo XIX y tiene la particularidad, como las parroquias gallegas, de tener a su alrededor el cementerio. Río abajo, una vez rebasado el núcleo de Losadilla, el viajero puede hacer un alto en el pueblo de Enciendo, capital del municipio, pero sensiblemente menor que algunas entidades de su propia demarcación. Quizá por estar más centrada su situación geográfica, con respecto a los nueve pueblos que componen el ayuntamiento, le haya sido adjudicada la capitalidad, que la venía ostentando desde muy antiguo La Baña, según puede comprobarse en el Diccionario Geográfico de Pascual Madoz editado en el año 1845. Concejos seculares El aislamiento secular de estos pueblos cabreireses, y el buen sentido convivencial nacido de esta circunstancia, han hecho posible que La Cabrera Baja se distinga por el espíritu de colaboración y solidaridad que se advierte en el conjunto de las normas contenidas en las Ordenanzas concejiles, emanadas desde el más puro sentido democrático que puede caber en los Concejos Abiertos, donde cada vecino ha podido expresar libremente su opinión y defender su voto Solidaridad Son curiosas las múltiples alusiones a esta solidaridad incluso en los Estatutos de las viejas cofradías. Y como para muestra suele valer un botón, reproducimos uno de los capítulos aprobados en las «Reglas y Constituciones de la Cofradía del Santísimo Sacramento del lugar de Odollo» (1704). «Ítem hordenamos y mandamos que el hermano que estuviese malo en tiempo de verano y sementera, tengan todos los hermanos obligazión de segar la yerba, arrancarle el lino, segarle el pan, majárselo y hacer la sementera sin interés ninguno...», rezan las reglas concejiles. Nogar Otras veces la solidaridad institucionalizada y obligatoria, se recogía en el articulado que la reglamentaba, como nos demuestra el artículo 6º de las Ordenanzas concejiles de Nogar, en 1894: «Ytem ordenamos y mandamos, que una vez convocado el Concejo para cualquier trabajo, el alcalde de barrio está obligado a reunirlo a toque de campana, y a la media hora tomará recuento, siendo castigados los que no hayan comparecido, en medio real, y pasada una hora pasará segundo recuento; cada uno que falta a él, un real...»

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