Diario de León

capillos arriba

Nunca es tarde para la redención

Las procesiones leonesas están plagadas de gestos anónimos que dan sentido al ceremonial que se repite una Semana Santa tras otra.

Las procesiones leonesas están plagadas de gestos anónimos que dan sentido al ceremonial que se repite una Semana Santa tras otra.

Publicado por
Pablo Rioja Berrocal
León

Creado:

Actualizado:

Las tumbas de los hermanos ya fallecidos de Nuestro Señor Jesús de la Redención volvieron ayer a aparecer llenas de claveles rojos, los mismos que vistieron a Jesús de la Misericordia durante la procesión del pasado domingo. Casi nadie sabe el nombre ‘del’ o ‘los’ anónimos que rinden este particular homenaje a quienes se marcharon de cuerpo, que no de espíritu. Y así debe ser, un reconocimiento en silencio, el mismo que con pulcritud profesan, sin que su mano derecha conozca las intenciones de la izquierda. Otra costumbre escondida en la cara B de nuestra Semana Santa.

Tampoco muchos conocen quién es el campanero que ayer hacía repicar las campanas de la Iglesia del Mercado. Su toque a duelo anunciaba la salida del titular de la cofradía, el Santo Cristo de la Redención. Una de tantas tradiciones que sólo ven la luz si el cielo da una tregua, porque de llover, el Vía Crucis se hubiese celebrado en el patio del convento de las Carbajalas. Pero ayer se vivió como Dios manda, con una plaza del Grano marcada por las 14 estaciones. Por cierto, estandartes que se encarga de traer la cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Oviedo, hermanada con los leoneses desde hace años.

Como papón, pero sobre todo como mero espectador, me invitan siempre a la reflexión las maneras de estos hermanos de túnica negra y capillo rojo. Su procesión del Domingo de Ramos comienza y termina en el interior de su sede, con el único ruido que emite el propio silencio. Todos lo respetan, nadie se sale del guión desde que el Abad inicia el rezo hasta que la Virgen sale a la calle más o menos una hora después. Quienes lo han visto dan fe. Y de vuelta a las Carbajalas la misma rutina, callados a la espera de ver entrar a la Divina Gracia. No son los únicos, lo sé, pero es por desgracia una forma de entender la Pasión de Cristo que otros tantos han descuidado en la capital dejando que caiga en el olvido. También ayer quise acercarme por la mañana hasta Santa Nonia para ver cómo los montadores vestían a Nuestra Señora de las Angustias y Soledad, a mi admirado Nazareno y a la Piedad de Minerva. Eran las 11.30 y se afanaban sin descanso por pulir los últimos detalles. Una flor aquí, el remate de una vara allá. Todo perfecto para que las tres más antiguas de León protagonizaran un Lunes Santo de Pasión. Me pareció advertir en la cara del titular del Dulce Nombre de Jesús Nazareno cierta alegría, sabedor que tras años de sequía —por culpa de la lluvia— había llegado el momento de salir a la calle sin miedo a mojarse.

El triduo previo a la procesión volvió a celebrarse con demasiada jauría, pese a que desde la presidencia se insiste en que las puertas del templo han de permanecer cerradas durante el acto. Pero el trajín de gente entrando y saliendo resta valor a uno de los momentos más relevantes. Son este tipo de detalles los que seises y abades deberían controlar con firmeza, pero también el resto de papones, que podrán creer en lo que quieran, pero allí delante están, entre otros, no imágenes de belleza incontable, sino la Virgen María y su hijo. Ellos, y nadie más que ellos, son los verdaderos protagonistas.

De todos modos, nunca es tarde para alcanzar la redención.

tracking