Diario de León

CAPILLOS ARRIBA

Bajo el Señor de León

El Nazareno volvió a lucir el pasado viernes por las calles de la capital en una jornada donde el termómetro alcanzó los 31 grados a las tres de la tarde.

El Nazareno volvió a lucir el pasado viernes por las calles de la capital en una jornada donde el termómetro alcanzó los 31 grados a las tres de la tarde.

Publicado por
Pablo Rioja Berrocal
León

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Son las seis y media de la mañana del Viernes Santo y desde hace un buen rato los 1.000 braceros titulares y otros tantos suplentes revolotean alrededor de los Pasos en busca de almohadilla. El primer atisbo de luz descubre una Santa Nonia plagada de túnicas negras en señal de luto, conscientes de que el hombre cuyas lágrimas buscaban consuelo en un huerto de olivos pronto será prendido, flagelado, coronado de espinas, sentenciado por su propio pueblo y finalmente crucificado.

Sólo quince minutos después, el Señor de León ya conoce a los 94 cirineos que lo portarán hasta la Plaza Mayor, primera escala del recorrido en la que, sereno, admirará cómo el discípulo amado se arrodilla ante su madre. Luego el merecido descanso se gana a las faldas de San Isidoro, donde cuentan las buenas lenguas que ya custodian el cáliz que acaba de utilizar en su última cena. Consigo colarme en una de las seis varas del Nazareno y al primer toque del llamador siento su majestuosidad y parte de su peso recayendo sobre mi hombro izquierdo. La salida hacia las calles de la capital transcurre entre los nervios por no cometer errores de cálculo en la puerta de la capilla y la tensión de la primera curva hacia el Parque San Francisco. De momento los hermanos están firmes, con ganas por fin de completar todo el recorrido, pero pronto aparecen los primeros imprevistos en la calle Escurial. Un cable que no debía estar ahí obliga a la parte delantera de la talla —pujada por los braceros de mayor altura— a caminar casi en cuclillas para salvarlo. La empresa se resuelve pronto, pero será una de las causantes del retraso de más de una hora que sufrirá la procesión. En el famoso Encuentro sabré de primera mano lo que se siente al bailar uno de los 13 mientras la agrupación del Dulce Nombre interpreta las marchas.

El calor empieza a causar estragos y a la entrada en Santo Martino las ovejas se dispersan en busca de alimento. Algunas desayunan en la Bodega Regia, otras en los bares adyacentes y yo, como manda la tradición, no perdono la tortilla en casa de José Luis y Mariví.

Con la segunda parte de la procesión iniciada, las piernas piden ya clemencia y sólo el aliento del bracero mayor anima a continuar. Es tiempo de dar relevos e incluso de meter gente bajo el trono.

Santo Domingo suena a penitencia, algún hermano se ha tenido que retirar con principios de insolación y Gelo, uno de los históricos puntas de vara, se salta el protocolo y escapa a comprar botellines de agua para sus compañeros.

En los corrillos se comenta que este año la lentitud de las marchas no ayuda mucho a la puja del titular. La Rúa se hace interminable, todo el mundo mete el hombro, pero los 31 grados a las 15.15 horas hacen insoportable el trayecto. Sin embargo nadie abandona su brazo, nadie traiciona a Jesús. Suena el Himno de España, estamos en casa. Ya dentro de Santa Nonia, un Padrenuestro y el reparto de las flores ponen el punto final. La fatiga mereció la pena, al fin y al cabo son sólo siete horas de penitencia por él. Él en cambio, dio su vida por todos nosotros.

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