Diario de León

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ANTONIO PANIAGUA
León

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Nada del otro mundo

Antonio Muñoz Molina. Ed. Seix Barral, Barcelona, 2011. 288 pp.

Con los cuentos a Antonio Muñoz Molina le sale su vena más fantástica. Escritor de acendrado realismo, hace algunas incursiones en el género fantástico en esta obra, que también exhibe su faceta «más gamberra», en referencia al humor que destilan los relatos del volumen, en que el académico reúne su narrativa breve: 13 cuentos y una nouvelle . «Ni como lector ni como espectador me interesa lo fantástico, aunque sí me gusta en los relatos como atisbo o golpe. En un contexto naturalista, me complace introducir un quiebro de misterio», aduce Muñoz Molina, quien asegura que como prosista posee «una ambición narrativa limitada», lo que le obliga a escribir sobre los asuntos que no se retrotraigan más allá del siglo XX. «Siempre me apetece escribir sobre mi época. Tengo sed de contemporaneidad», arguye. La brevedad le ayuda a escribir sobre ahora mismo. Ahora tiene entre manos un cuento que estaba pensado que se integrara en la compilación de cuentos pero, a fuerza de crecer, se ha convertido en una promesa de novela corta. A su juicio, la forma no depende de uno, sino que se revela como un poema. El cuento tiene algo de artefacto, un engranaje que funciona con la «chispa de la revelación»: «Es como la maqueta de un edificio racionalista. Se ve todo el proceso de la construcción narrativa, pero de una manera sintética».

Los cuentos de Nada del otro mundo abarcan de 1983 hasta una novela corta escrita este verano ex profeso para el libro. Por eso, en algunos de los relatos el escritor no se reconoce, pero salvo fallos evidentes, es partidario de no retocar demasiado los textos, consciente de que «no se puede corregir el pasado». El primer cuento del libro, «El hombre sombra», lo escribió en Granada, cuando era funcionario municipal y se presentaba a toda clase de concursos literarios, si bien la fortuna no le fue propicia. En el último relato, «El miedo de los niños», afloran recuerdos de la infancia y surgió en su mente casi como un sueño en una noche de insomnio, un alumbramiento en el que no intervino demasiado su voluntad. Entre sus cuentos preferidos figuran «Un día perfecto para el pez plátano», de J. D. Salinger, «Casa tomada», de Julio Cortázar, «No oyes ladrar a los perros», de Juan Rulfo, «El nadador», de John Cheever, y, en general, los relatos de Alice Munro. Cada vez está más convencido Muñoz Molina de que el secreto de un buen cuento es la economía expresiva, el saber decir más con menos. «En cada cuento está cuajada o cristalizada una experiencia que ha sido impactante para mí», dice el autor, quien afronta la escritura de un relato de una forma más «tranquila y desahogada».

A lo largo de la lectura del libro se desprenden unos retratos sociológicos de unos años ya lejanos, en los que se fumaba en los autobuses y se escuchaban «cassettes». El escritor lamenta que los periódicos y revistas publiquen cada vez menos cuentos y sean poco «hospitalarios» con el género. Muñoz Molina echa en falta en España una revista del estilo de The New Yorker , que junto a reportajes de actualidad publica todas las semanas un relato. «En los grandes cuentos parece que no pasa nada pero siempre pasa algo decisivo», algo que palpita en las obras de, por ejemplo, Salinger y Raymond Carver. Muñoz Molina no comprende la marginación que sufre la narrativa breve en la prensa. «Los directivos de los periódicos españoles viven con la extraña convicción de que el mejor público posible son las personas a las que no les gusta leer, lo cual es casi como que los bodegueros enfocaran sus vinos a seducir a los abstemios», escribe en el Epílogo, pero los medios ignoran esa realidad. «Hay más presencia de literatura en el metro, que en los suplementos de cultura», denuncia. La venganza de un marido, la llegada de un pianista genial a Marrakech, una historia de amor enfermizo o la promesa de la felicidad latente en la letra de una canción son algunos de los motivos, aparentemente realistas, que se diluyen, por un giro de la trama, en las páginas de Nada del otro mundo .

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