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Los veranos de Casona

LOS SETENTA AÑOS DE ‘LA DAMA DEL ALBA’ (1944), SU MEJOR OBRA TEATRAL, RESCATAN LA INTENSA RELACIÓN TRUNCADA POR EL EXILIO DE ALEJANDRO CASONA (1903-1965) CON CANALES, EL PUEBLO DE SU MADRE. EN LOS VERANOS JUNTO AL LUNA ESCRIBIÓ TÍTULOS DECISIVOS DE SU OBRA, INCLUIDA NUESTRA ‘NATACHA’, EMBLEMA TEATRAL DE LA REPÚBLICA. divergente

El escritor Alejandro Casona, en una imagen del año 1934

El escritor Alejandro Casona, en una imagen del año 1934

Publicado por
ERNESTO ESCAPA
León

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Faustina Álvarez (1874-1927), madre de Alejandro Casona, culminó su trayectoria docente como inspectora en León, después de haber ejercido el magisterio en unos cuantos destinos. En Canales creó el Coto Escolar y la Colonia Agrícola a orillas del río Luna, donde todavía se aprecian retoños de las antiguas plantaciones. Más tarde, en 1924, termina el arreglo de su casa con el cierre de la Huerta de la Fruta. Se encuentra en la curva de Canales y desde hace muchos años se llama Villa Faustina. Aquel año puso también en marcha la Mutualidad escolar Árbol Frutal de Canales, adscrita al Instituto de Previsión.

Y en la huerta de la casa familiar escribe o remata Casona sus libros, desde los versos jacobeos de El peregrino de la barba florida (1926), que todavía firma con su nombre, al modernismo de La flauta del sapo (1930), «espigador de ritmos en el silencio brujo», cuyo germen veraniego evocará Florentino Agustín Díez a raíz de su muerte. Don Floro y Manocho Rabanal, que ahora dan nombre al tránsito de la carretera por La Magdalena y Canales, fueron sus amigos más fieles de aquel tiempo. En cambio, ninguna placa ni recuerdo, más acá de la memoria de los mayores, perpetúa el vínculo de Casona con Canales.

PREMIO NACIONAL

El peregrino de la barba florida trasluce la impronta de Valle Inclán en sus tres jornadas con nueve poemas cada una, más un laude que firma Eduardo Marquina (1879-1946) y una salmodia epilogal de Alfonso Hernández Catá. Va dedicado al profesor Luis de Zulueta (1878-1964) y lo publica Mundo latino . Para esta misma editorial traduce versos de Guerra Junqueiro, un par de novelas filosóficas de Voltaire, teatro de Strindberg y las Confesiones de un opiómano , de Thomas de Quincey. La flauta del sapo organiza sus poemas en tres bloques y va dedicado a su mujer. Los versos rezuman la influencia poderosa de Rubén Darío. De este libro, impreso en el valle de Arán, hace una tirada de cien ejemplares. Después de la estancia en el valle leridano (1828-1931), a comienzos de 1931 Casona muda su destino a Oviedo, donde vive y trabaja su padre. No acabará el año en Asturias, pues ya en diciembre pasa a la Inspección de Madrid.

Pero las vacaciones lo vuelven a llevar a Canales, donde aquel verano de 1931 termina Flor de leyendas, que publicará Espasa en 1933, con ilustraciones de Rivero Gil. En 1932, este «libro de lecturas literarias, atento a la escala de intereses del niño y guión de su educación y cultura estéticas» recibe el Premio Nacional de Literatura. El volumen, que en pocos años alcanza cuatro ediciones, ofrece los momentos más bellos de la literatura universal a través de síntesis que conservan, «con la trama de la fabulación, su sentido y su esencia, el ritmo y tono del lenguaje, equilibrando en estudiada medida la acción y el ambiente». Los relatos siguen los tres grandes ciclos de la historia espiritual de los pueblos: lo maravilloso, «que corresponde al primer interés estético del niño», donde «la magia y el mito engendran las historias portentosas de hombres y dioses, gigantes y enanos, milagros y encantamientos»; lo épico, «que corresponde en la vida del niño… al interés predominante por la acción, el movimiento y la aventura», desde la Ilíada y Los Nibelungos a los Cantares del Cid y de Roldán o a Guillermo Tell ; y por último, lo alegórico, alimentado a base de «apólogos y formas indirectas, de símbolos y ejemplarios, encaminados a la lectura reflexiva».

LA IMAGINACIÓN AL TEATRO

Después de algunas tentativas dramáticas con suerte dispar, el premio Lope de Vega en 1933 a La sirena varada , que estrena Margarita Xirgu (1888-1969) en marzo de 1934, sitúa a Casona en la ola creciente del teatro republicano. La obra establece un compromiso singular entre fantasía y realidad y supone el descubrimiento de Casona como dramaturgo esencial de su generación. Los personajes huyen de la realidad agobiante y se recluyen para plantearse una vida nueva, sólo pendiente del timón de los sueños. La sirena , que representa Margarita Xirgu, es la hija de un payaso sometida sexualmente por el dueño del circo que ha superado su calamidad pensando que es una sirena de vacaciones en la tierra. El pintor, que se venda los ojos para no dejarse influir por la visión de los colores, oculta que una explosión de grisú lo dejó ciego. Al final, el creador del refugio renunciará a su fantasía, porque la felicidad únicamente se puede cumplir en el escenario de la verdad, aceptando cada uno su destino. Aprovechando el éxito, al año siguiente se estrenaron El misterio del María Celeste, basada en un cuento de Hernández Catá, y Otra vez el diablo , rescatada por Margarita Xirgu y Rivas Cherif en el Teatro Español.

En el verano de 1935, cuando las Misiones Pedagógicas padecen el freno del gobierno conservador, Casona escribe en Canales durante diecinueve días Nuestra Natacha , que mecanografía con destreza su amigo Publio Lorenzana. Pero ya no podrá contar para su puesta en escena con Xirgu, a quien dedica La sirena varada, por celos de Lorca, según confidencia de Rivas Cherif, el cuñado de Azaña.

En diciembre, la obra se estrena en dos teatros de Barcelona, en castellano y en catalán, y el 6 de febrero de 1936, en plena efervescencia electoral, en el Teatro Victoria de Madrid. El éxito fue apabullante. Casona sube al escenario a la nueva generación estudiantil de la Residencia y las Misiones con su espíritu emprendedor, «palpitante de ímpetu y espumas», que sueña un mundo nuevo, más humano y más justo.

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