Diario de León

Entre el amor y el deber

l La relación entre un padre y un hijo es el asunto central de la nueva novela de Gustavo Martín Garzo, ‘No hay amor en la muerte’. ‘NO HAY AMOR EN LA MUERTE’ Gustavo Martín Garzo Destino, Barcelona, 2017. 240 páginas

FERNANDO ALVARADO

FERNANDO ALVARADO

Publicado por
JESSICA MARTÍN
León

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L a relación entre un padre y un hijo es el tema que ocupa el nuevo libro de Gustavo Martín Garzo, No hay amor en la muerte , en la que narra la parábola bíblica del sacrificio de Isaac desde la perspectiva del propio hijo, al que su padre, Abraham, estuvo a punto de matar para probar su fe.

Martín Garzo (Valladolid, 1948), que a menudo recurre a textos de la Biblia para ambientar sus obras porque «remiten a su infancia», explica en una entrevista que la parábola sobre la que se sustenta la historia de su libro es, «probablemente», «la historia más terrible que se puede escuchar» cuando uno es niño.

Abraham, bendecido por Dios con un hijo cuando ya se había resignado a no ser padre a causa de su esterilidad, recibe la orden divina de sacrificarlo en un acto de devoción. Decidido a acatar la orden, lleva a su hijo hasta un monte para acabar con su vida, pero se detiene cuando un ángel se lo impide. La historia presenta el conflicto eterno entre el deber y el amor que el autor compara con el de Europa y los emigrantes sirios: «Los gobiernos europeos nos dicen ‘estamos cumpliendo nuestra ley’, pero, sin embargo esa otra relación con ellos que es la piedad, la compasión y el amor, te dice que no atenderles es un acto tan penoso que va en contra de la razón de ser de Europa».

No hay amor en la muerte , publicado por Destino y dedicado a su hijo Manuel, ahonda en la relación entre padre e hijo que, «una de las más enigmáticas que hay, de orden distinto a la que habría entre ese mismo padre y una hija en una sociedad patriarcal como la nuestra», explica el novelista.

Por eso, puede decirse que el libro habla de cosas esenciales al ser humano y que la historia, «a pesar de lo oscura que puede parecer y de lo terrible que en el fondo es, está llena de vitalidad, de amor a la vida, de erotismo y de locura», añade.

El escritor y columnista vallisoletano es también autor de El lenguaje de las fuentes , el libro con el que obtuvo el Premio Nacional de Narrativa en 1994, que consolidó su prestigio en el panorama literario y que, según dice «pertenece al mismo mundo de No hay amor en la muerte ». Entre el escritor de aquel título y el de la obra actual «han cambiado pocas cosas», dice, porque siempre que se empeña en escribir un nuevo libro y en que éste sea «diferente», al final vuelve a escribir el mismo, «el único libro» que puede escribir. En esas dos obras, y en todas las que ha escrito, hay una búsqueda común, la persecución de la belleza, eso que, según el autor «está en todos sitios», pero el problema es «saber reconocerla y saber mirarla», subraya. A veces puede ocurrir lo que le sucede a Agar, uno de los personajes de la historia bíblica que narra, que «en medio de un desierto donde parece que no puedes encontrar nada, de pronto aparece algo que te permite seguir viviendo y vivir de verdad».

En los libros de Martín Garzo siempre está presente la importancia de los relatos, porque «cuando se han conservado a lo largo del tiempo y los hombres se los han pasado de generación en generación, debe de ser por algo. ¿Cómo las vamos a olvidar?», se pregunta.

Precisamente, con el significado de los recuerdos comienza No hay amor en la muerte , mediante una pregunta lanzada a Isaac: «Sin recuerdos, ¿qué somos?».

Según Gustavo Martín Garzo, «los recuerdos son todo» porque, de alguna forma, tal y como hizo hincapié, «el alma es la memoria de todo lo que hemos vivido».

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