Una excepción en el Planeta

E s exagerada la afirmación del epígrafe, pero es cierta en gran medida. Pocas obras merecedoras del Premio Planeta presentan las características de El asesinato de Sócrates . En primer lugar su amplia extensión, 760 páginas prolijas y la serie de apartados que conviene recordar: una dedicatoria luminosa, un lema, una serie de mapas referidos a Esparta y Atenas, una nota preliminar, el apartado Grecia clásica tomado de Enciclopedia Universal (Socram Ofisis, 1931), un prólogo de doce páginas, una cita de Platón... y seis partes extensas de narración, rematadas con un epílogo, una ‘carta a mis lectores’ y un ‘agradecimientos’.

En la obra se narra el enfrentamiento bélico entre Atenas y Esparta en el siglo V, pero la guerra no es lo esencial, sino su reflejo en una serie de actitudes filosóficas, especialmente las de Platón y Aristóteles, cuya muerte de este último anticipa un oráculo. En el fondo, estamos enfrentando dos territorios universales, pero básicamente se trata de cuestiones personales, filosóficas, guerreras, entreveradas con abundantes sucesos humanos. Independientemente de toda esta proliferación narrativa, referida a los personajes y a los ejércitos, determinados seres humanos van creciendo en categoría social, pero Perseo y Casandra lo simbolizan de forma excelsa. Ellos son los que, con su amor, hacen trascendente todo lo narrado a través de esa criatura que nace.

Los gestos infantiles son señal de los secretos que la recién nacida guarda. Y si el prólogo comienza con un «Sócrates ascendió los peldaños de piedra de la muralla de Atenas», símbolo del pasado, en ‘carta a mis lectores’, la pequeña Altea abre un camino hacia el futuro: «La pequeña Altea parpadea con sus ojos al nacer en el mundo clásico, y con ese parpadeo nosotros despertamos de su mundo y regresamos a nuestro presente». Todo es felizmente premonitorio, sin olvidar el mensaje humanísimo de las tres páginas finales.