Diario de León

Una veintena de libros; un artista de lectura obligada

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«La pintura es, en cierto modo, literaria; y es en este sentido en el que yo trabajo. Hay un comienzo, un final, personajes y la ambigüedad propia de las novelas. Es un recital, como si yo hubiera escrito una quincena de novelas», explica el artista al hablar de la retrospectiva que le dedica la fundación Maegth Dans le respect des traditions (En respeto a las tradiciones) y que podrá verse hasta el próximo 19 de noviembre. El arte de Eduardo Arroyo siempre ha estado unido a la corriente de la figuración narrativa que se desarrolló en Europa a comienzos de los sesenta y utiliza la narración fragmentada con humor y un particular gusto por la paradoja. Asegura Arroyo que en el mes de abril, tal vez mayo, publicará un nuevo libro cuyo título aún no está claro y que es una suerte de «vagabundeos literarios». La melancolía, el recuerdo de su padre y a la fotografía son los tres capítulos que ha completado ya. Algunos de sus mejores títulos son El trío calaveras, una meditación literaria sobre la vida de tres héroes caídos: Francisco de Goya, Walter Benjamin y Lord Byron, tres óleos teñidos de tristeza con los que nos hace partícipes del último umbral en la vida de los tres genios. Con Minuta de un testamento, título homónimo de la obra de Gumersindo de Azcárate, pinta su autobiografía, que comienza con una declaración de intenciones y que se abre con una frase lúcida y bella: «Mi testamento debería pues tener estas dos características: añoranza e impaciencia».

Acaba de traducirse al francés Bambalinas, un libro en el que también se convierte en un flaneur, en un paseante que callejea a través de su relación con compañeros y artistas, que vuelve a navegar en las aguas de Positano para pescar al amanecer...

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