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Una mirada delatora

EL 8 DE MAYO SE CUMPLIERON 75 AÑOS DE LA MUERTE EN SU EXILIO DE LONDRES DEL ESCRITOR REPUBLICANO MANUEL CHAVES NOGALES (1897-1944), QUE NO SOBREVIVIÓ A UNA OPERACIÓN DE CÁNCER DE ESTÓMAGO. VINO LUEGO UN TIEMPO DE INFAMIA Y SILENCIO, QUE SE PROLONGARÍA DURANTE MEDIO SIGLO. SECCIÓN

Manuel Chaves Nogales

Manuel Chaves Nogales

Publicado por
ERNESTO ESCAPA
León

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C haves había sido una figura relevante de la Tercera España, aquella que renuncia a la saña de la gresca, por mucha estupidez que envuelva, tratando de disfrazarla, su crueldad cainita. Al fin y al cabo, Chaves Nogales se dedicó a denunciar la barbarie del terror en ambos bandos contendientes, quedando sin ningún tipo de protección partidaria al salir exiliado. Valiéndose del vuelo en avión para recorrer Europa, Chaves visitó Rusia como periodista y entrevistó al nazi Goebbels en sus delirios. También dejó testimonio de las batallas de la guerra civil en la ciudad universitaria madrileña, en La defensa de Madrid (publicado en Méjico, 1939), pero su obsesión por hurgar en la vileza que detestaba de sus congéneres, lo orilló para siempre, cuando una muerte precipitada apagó definitivamente la luz de su mirada. Este libro testimonial y visionario de Chaves, que muestra su cercanía con el abandonado general Miaja, sólo vio la luz en España en 2011, prologado por un Muñoz Molina a quien deslumbra el escalofrío de calidad literaria y humana que desprende.

El extravío de Chaves se prolongó inclemente sobre sus textos hasta el rescate en 1970 (por la colección de bolsillo de Alianza; prólogo de Josefina Carabias) de su Juan Belmonte, matador de toros; su vida y sus hazañas (1935). Un texto, como el aledaño dedicado a la biografía taurina de Pepeíllo (1988), que no pertenece al núcleo esencial de su obra literaria y periodística, la suelta de cuyos títulos debió esperar mucho más. Periodista de raza y huérfano precoz, en 1920 se trasladó recién casado de Sevilla a Córdoba para trabajar como redactor en La voz. Poco después regresó a Sevilla con su mujer Ana y su hija Pilar, para partir a Madrid, buscando aire a sus inquietudes. En Madrid llega a redactor jefe del Heraldo, en cuya redacción coincide con Ruano, y participa en tertulias, obteniendo en 1927 el Mariano de Cavia por su reportaje sobre la primera mujer que cruzó en solitario el Atlántico pilotando un Junker: Ruth Elder.

Su mejor década profesional fue la de la treintena, cuando viaja por Europa en avión para sus reportajes en Estampa y en el Heraldo de Madrid. Acude a la Unión Soviética y recoge su experiencia en La vuelta a Europa en avión. Un pequeño burgués en la Rusia roja (1929), así como en el relato La bolchevique enamorada. El impacto de lo que allí ve le vuelve a llevar a los confines continentales, recogiendo la experiencia en Lo que ha quedado del imperio de los zares (1931) y en la novela El maestro Juan Martínez, que estaba allí (1934). Sus páginas respiran el asombro de Chaves Nogales ante las peripecias que le cuenta el bailarín flamenco Juan Martínez, que sigue trabajando en París, mientras evoca con humor sus avatares de supervivencia durante los días de la revolución y de la guerra civil en aquel país. Páginas que muestran la peripecia tortuosa de artistas de la farándula, de duques rusos desvalijados, de espías alemanes y especuladores de variada calaña tratando de esquivar el degüello decretado por chequistas asesinos. Como Chaves es autor que templa su prosa y no la deja quebrar con recursos retóricos, el mensaje llega diáfano y estremecedor, aunque desprovisto de aliños demagógicos. Entre 1929 y 1931, trabaja como corresponsal del Heraldo en París.

A su vuelta a Madrid se convierte en director del diario republicano azañista Ahora, para el que entrevista al ministro de propaganda de Hitler Joseph Goebbels, al que califica como ridículo e impresentable, a la vez que denuncia los campos de trabajo creados por el nazismo. Su viaje discurre por Italia y Alemania y se titula Cómo se vive en los países de régimen fascista. Sus crónicas analizan la convulsa realidad europea del momento, las secuelas de la revolución rusa, la gestación de los fascismos y los esfuerzos mediadores de la Sociedad de Naciones. Ficha como colaboradores de Ahora a las primeras firmas literarias del momento: Baroja, Unamuno, Ramón Gómez de la Serna y Valle-Inclán. En sus páginas ve la luz como serial su reportaje Lo que ha quedado del imperio de los zares, que Estampa edita como libro, enseguida traducido a varios idiomas continentales. Al proclamarse la Segunda República, Chaves realiza amplias entrevistas a los miembros del nuevo gobierno y en la primavera de 1934 aborda el problema de Marruecos en la serie que titula La última empresa colonial española.

Aquel otoño de 1934 cubre la revolución de Asturias como enviado de su periódico, antes de volver la mirada a su tierra andaluza, donde realiza reportajes sobre la Semana Santa de Sevilla y sobre la romería del Rocío, así como su libro de más éxito, dedicado a Belmonte, el pasmo de Triana. Ya en 1936 aborda en una serie de crónicas Qué pasa en Cataluña, antes de salir para el exilio parisino en noviembre. Allí permanece, con una actividad frenética, hasta junio de 1940, colaborando en agencias y periódicos internacionales. Primero, volcado con la guerra española, a la que dedica su serie de relatos A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España. Nueve novelas cortas de la guerra civil y la revolución (1937), que ve la luz en Chile, con traducciones inmediatas. Luego, orientado a denunciar la amenaza totalitaria que invade Europa. En 1940 su mujer con sus tres hijos se acogen a un campo de refugiados, ante el avance alemán, y allí nace Juncal, su hija pequeña, antes de que acudan a Sevilla, al amparo de su hermano José Chaves. Él vuela a Londres con Frances Kaye, su enigmática secretaria y compañera.

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