Diario de León

El leonés que se metió con Kafka


​El leonés Alberto Gordo se ha atrevido a Meterse con Kafka. Considerado uno de los mejores traductores del país, es el artífice de la versión en castellano de ‘Cuentos Completos’ , que reúne toda la ficción breve del autor de ‘La metamorfosis’. El libro llega a las librerías cuando está a punto de cumplirse el centenario de la muerte de Kafka.

El traductor leonés Alberto Gordo

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Alberto Gordo es hombre de grandes retos. No le arredran ‘monstruos’ de la literatura como Stefan Zweig o Frabz Kafka. Los ha traducido a ambos. Una misión menos kafkiana de lo que parece, en su opinión. A punto de cumplirse (el 4 de junio) el centenario de la muerte del autor de La metamorfosis —también conocida como La transformación —, la editorial Páginas de Espuma publica los Cuentos completos , con prólogo de Andrés Neuman e ilustraciones de Arturo Farrido. Detrás de las 592 páginas del libro está la labor concienzuda del traductor leonés para abordar toda la ficción breve del escritor nacido en Praga, tanto la publicada en vida como los relatos dispersos que vieron la luz de manera póstuma, incluyendo La transformación, Un médico rural o Descripción de una lucha, su primer cuento escrito.

—Después de Stefan Zweig te has metido con Franz Kafka. ¿Cuál es más difícil de traducir?

—Diría que Kafka. Para traducir a Zweig se necesita buen oído, pues es necesario trasladar la melodía y la elegancia de su prosa. Pero no hay grandes problemas de comprensión y el castellano, por suerte, nos permite trasladar perfectamente sus largas frases, que pese a su longitud no suelen ser confusas.

A Kafka hay que traducirlo despacio y con más cuidado, pues a menudo dice más de lo que parece en una primera lectura. Si no estás muy encima del texto, puedes entender mal un gesto, un detalle, traicionar el punto de vista, etc.

Yo siempre hago un primer borrador completo y semanas o meses después vuelvo a los textos para revisarlos y pulirlos. Pues bien, de ese primer borrador, en una jornada laboral normal, yo conseguía traducir de Kafka como mucho la mitad de lo que conseguía traducir de Zweig en el mismo número de horas.

—‘Cuentos completos’, el libro que publica Páginas de Espuma, incluye toda la narrativa breve de Kafka. ¿La decisión ha sido tuya?

—Juan Casamayor, el editor de Páginas de Espuma, quería hacer unos cuentos completos y yo hice la búsqueda, la selección y también he redactado la explicación del origen de los textos. Me baso en la edición canónica de la editorial alemana Fischer, de donde obtuve la mayor parte de la información.

Como digo en la nota del traductor, son unos cuentos completos, pero al mismo tiempo son una selección: la mayor parte de la obra de Kafka es narrativa, incluso sus diarios y sus cartas lo son en gran medida, de ahí que algunos de los relatos salgan, por ejemplo, de los diarios. Otros formaban parte de obras más extensas, algunos Kafka los publicó en vida y otros no, hay prosas breves, novelas cortas, etc. Es una selección amplia que añade dos narraciones de considerable extensión a la selección de sus cuentos completos que hacen los editores alemanes.

—¿Estaba Kafka mal traducido al castellano?

—No, en absoluto. Está excelentemente traducido, de ahí que yo, con toda humildad, me limite a aportar una versión más: la mía.

—¿La misión de traducir a Kafka ha sido kafkiana?

—Si te refieres a lo que hoy se entiende por kafkiano (es decir, angustioso y absurdo), no lo ha sido para nada. Para mí, Kafka es un autor muy querido y entrañable y en mi imaginario está lejos de esa especie de santo o ermitaño que nos ha transmitido cierta tradición. En sus cuentos, además de los evidentes elementos ‘kafkianos’, hay por ejemplo mucho sentido del humor.

—¿Cuál es tu cuento favorito?

—Creo que los más conocidos lo son por algo. Yo prefiero los cuentos más largos a las prosas más breves (aunque estas últimas son una parte importante de su obra). La transformación , por ejemplo, es una obra perfecta. Pero también me gustan mucho La condena o En la colonia penitenciaria . Esta última, por cierto, es una de las pocas narraciones de Kafka donde se da una descripción escabrosa —la del aparato de tortura— que podría encajar con ese estereotipo oscuro que tenemos de él. Los últimos cuentos son también magistrales.

—También has respetado la puntuación y la sintaxis original. ¿No ha sido un caos?

—Creo que es importante respetar esos elementos porque forman parte del estilo del autor y en gran medida son los responsables de que su expresividad sea la que es. En Kafka, como decía antes, esta parte no es la más difícil de trasladar.

—Después de 592 páginas, ¿odias a Kafka?

—¡Claro que no! Es verdad que traducirlo a veces es agotador. Pero compensa: al final, uno tiene que pensar que está tecleando en su idioma algunas de las obras más perfectas de la historia de la literatura universal.

—Tras Zweig y Kafka, ¿qué autor vas a traducir?

—Ahora estoy traduciendo a Joseph Roth, que me encanta y del que ya había traducido algunos textos. Y acabo de traducir a una poeta expresionista, Else Lasker-Schüler, a la que Kafka odiaba. De hecho, Lasker-Schüler tiene el dudoso mérito de ser una de las pocas autoras a las que Kafka, que era un hombre sumamente respetuoso, criticó con virulencia en una de sus cartas a Felice. Aunque puede que lo hiciera porque Felice había leído a Lasker-Schüler y no una obra de Kafka que este le mandó, así que estaba celoso.

—¿Qué descubriste de Kafka que no supieras?

—Descubrí que su alemán no es sencillo y que esconde capas de dificultad. Que es un escritor que escribió para ser leído antes que para ser estudiado y que si se le leyese tanto como se le cita, se corregirían algunos malentendidos sobre él y su obra. Y fue fascinante asistir a su evolución a lo largo de estos cuentos ordenados cronológicamente.

—¿Por qué el alemán de Kafka está lleno de ‘trampas’?

—Es un poco lo que decía antes: cuando lees una frase de Kafka en alemán crees que lo has entendido todo, pero al ponerla en español te das cuenta de que es más difícil de lo que parece. El alemán utiliza las partículas modales y otros elementos como los prefijos para modificar y precisar significados. Kafka —que hablaba un alemán periférico y minoritario, el alemán de Praga, pero que se esforzaba por expresarse en un alemán correctísimo— utilizaba todas las herramientas del idioma para decir exactamente lo que quería decir. Por ejemplo, domina distintos registros con un virtuosismo apabullante. Y todo esto exige al traductor que haga (o intente hacer) lo mismo.

«A Kafka hay que traducirlo despacio, pues a menudo dice más de lo que parece en una primera lectura»

«Uno tiene que pensar que está tecleando algunas de las obras más perfectas de la literatura universal»

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