Diario de León

El gran fenómeno editorial fantástico de Jean M. Auel

La saga de ‘Los hijos de la tierra’ ofrece un nuevo título: ‘El valle de los caballos’. La inteligencia y la curiosidad de Ayla la impulsan a seguir su propio camino y conoce a Jondalar. Un nuevo capítulo en forma de novela de una escritora siempre de moda

La escritora norteamericana Jean Marie Auel, en la presentación de 'Los refugios de piedra', la quinta novela de su saga 'Hijos de la Tierra'.

La escritora norteamericana Jean Marie Auel, en la presentación de 'Los refugios de piedra', la quinta novela de su saga 'Hijos de la Tierra'.ballesteros

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Tras ser expulsada del Clan del Oso Cavernario, la joven Ayla emprende un viaje lleno de peligros y aventuras que la conduce hasta Jondalar, un zelandonii herido. Durante varios meses comparten habilidades, aventuras y sentimientos; la historia de amor de una pareja en la Prehistoria.

La saga Los hijos de la tierra, de la autora Jean M. Auel, comienza así una nueva historia de las que atrapan a sus fans y a los lectores ávidos de historias fantásticas bajo el título de El valle de los caballos.

En El valle de los caballos, Ayla y Jondalar se encuentran en un viaje emocional y físico lleno de descubrimientos. Ayla es una mujer fuerte y curiosa, cuya inteligencia y determinación la impulsan a explorar el mundo por sí misma. Su encuentro con Jondalar, un zelandonii herido que ella cuida y a quien ayuda a sanar, marca el inicio de una profunda conexión. Jondalar, aunque inicialmente distante y reservado, comienza a ver en Ayla algo más allá de su origen y aprende a apreciar su singularidad. A medida que comparten habilidades y enfrentan juntos los desafíos de la prehistoria, su relación se transforma en una historia de amor que trasciende las diferencias culturales. Su vínculo crece lentamente, basado en el respeto mutuo, la admiración y una conexión emocional tan poderosa como el mundo salvaje que los rodea.

Una noche, Jean M. Auel (Chicago, 1936) comenzó a darle vueltas a una historia sobre una mujer que vivía durante la Edad de Hielo con otros humanos que eran diferentes y menos evolucionados. Su gran curiosidad la llevó a pasar meses en bibliotecas, a realizar cursos de supervivencia en los que aprendió los métodos de nuestros antepasados y a viajar por toda Europa.

Hoy día es una de las autoras más conocidas en todo el mundo por lectores de todas las edades. La saga Los hijos de la Tierra, ambientada en la Europa prehistórica, ha sido aclamada por su inconfundible manera de narrar, por su meticulosidad en los detalles y por su rigurosidad histórica.

Los hijos de la Tierra® está considerada la mejor saga histórica de nuestros antepasados, y es uno de los fenómenos literarios más extraordinarios y acreditados a escala mundial, con más de 45 millones de lectores.

Como muestra, un principio prometedor: Estaba muerta. Agujas gélidas de lluvia la despellejaban, dejándole el rostro en carne viva. La joven entrecerraba los ojos y apretaba su capucha de piel de lobo para protegerse mejor. Las ráfagas de viento le azotaban las piernas al sacudir la piel de oso que las cubría. Aquello que había delante, ¿serían árboles? Recordó haber visto una hilera de vegetación boscosa en el horizonte, horas antes, y deseó haber prestado más atención o que su memoria fuera tan buena como la del resto del clan. Seguía pensando en sí misma como clan, aun cuando nunca lo había sido, y ahora estaba muerta. Agachó la cabeza y se inclinó hacia el viento. La tormenta se le había venido encima de repente, precipitándose desde el norte, y Ayla estaba desesperada por la necesidad de encontrar un refugio. Pero se encontraba muy lejos de la caverna y no conocía aquel territorio. La luna había atravesado muchas fases desde que se marchó, pero seguía sin tener la menor idea de adónde se dirigía. Hacia el norte, la tierra firme más allá de la península: era lo único que conocía. La noche en que murió, Iza le dijo que se marchara, porque Broud buscaría la forma de hacerle daño en cuanto se convirtiera en jefe. Iza no se había equivocado. Broud la había herido, mucho más de lo que ella hubiera podido imaginar. «No tenía ninguna razón para quitarme a Durc —pensaba Ayla—. Es mi hijo. Tampoco tenía ningún motivo para maldecirme. Fue él quien enfadó a los espíritus. Fue él quien provocó el terremoto.» Por lo menos, esta vez ya sabía lo que la esperaba. Pero todo sucedió tan deprisa que incluso el clan había tardado en aceptarlo, en apartarla de su vista. Pero nadie pudo impedir que Durc la viera, aun cuando estuviera muerta para el resto del clan. 9Broud la había maldecido en un impulso provocado por la ira. Cuando Brun la condenó por primera vez, los había preparado a todos, y por una buena razón: ellos sabían que tenía que hacerlo...

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