LAS MIL PRIMERAS
La generosidad oculta de unas pioneras
Los historiadores Julio Montero-Díaz y María Luisa Galdón presentan la segunda edición de su obra sobre las primeras supernumerarias españolas del Opus Dei y su contribución al desarrollo social y espiritual del país

Imagen del libro durante la presentación de la investigación en Valladolid.
En una época tapizada por la pobreza, en la que la sanidad era un privilegio y las oenegés ni existían ni se las esperaba, un grupo de mujeres levantaron una red de ambulatorios que atendían a personas sin recursos. No solo había médicos y enfermeras que pasaban consulta sino que los pacientes recibían de manera totalmente gratuita la medicación que necesitaban para superar la enfermedad. Miles de personas salvaron su vida gracias a esta iniciativa. La obra se prolongó durante 30 años gracias a la determinación, trabajo y generosidad de todos los implicados. Las artífices de esta urdimbre social fueron un grupo de supernumerarias del Opus Dei de Valencia y Barcelona, mujeres que vencieron el miedo y la resistencia social para entrar hasta las barriadas obreras y demostrar así la capacidad de la fe para cambiar el mundo. No es un ejemplo único. Y así lo cuentan María Luisa Galdón y Julio Montero Díaz en Las mil primeras. Supernumerarias del Opus Dei en España. 1945 a 1963, obra que documenta los inicios del apostolado con mujeres casadas en España. Esta investigación configura el relato histórico que da voz a un millar de mujeres que, con su vida (extra)ordinaria, «se convirtieron en protagonistas de una revolución apasionante y serena», en palabras de los autores.
Entre todas ellas, destaca también la historia de la leonesa Conchita, una de esas mil primeras cuya historia recoge el libro. Estudiante de Ciencias Químicas, pidió ingresar como supernumeraria del Opus Dei mientras hacía la carrera, en el año 1954. «Conchita conoció la Obra por el novio de una amiga, Julia Rubiales, que también estudiaba Químicas como ella», recuerda Galdón, que pone el énfasis en la labor que tanto ella como su marido, Joaquín Nieves (periodista de DIARIO DE LEÓN) realizaron. «Lo impresionante con Conchita fue la cantidad de años que trabajó fuera de casa —era profesora de instituto— con diez hijos. El último nació con muchas dificultades y ella decidió quedarse en casa para cuidar de él hasta que falleció. Es una fuera de serie», destaca la autora. El libro también narra la vida de una médico catalana, Montserrat Rutllan, que fue la primera mujer española que estudió todo el ciclo de la fertilidad de la mujer . «¡Imagínate una mujer en los años cincuenta trabajando sobre esto!», manifiesta Galdón.
En las primeras décadas del siglo XX, el Opus Dei se consolidó como una obra católica que buscaba propagar la santidad universal y una de sus aportaciones más importantes fue realizada por un grupo de mujeres que, a pesar de no ser el centro de atención, jugaron un papel crucial en el crecimiento y expansión de la institución. María Luisa Galdón explica que en la actualidad el perfil de los miembros del Opus Dei ha cambiado significativamente, con un número mayor de mujeres que hombres, muchas de ellas casadas y de mediana edad y precisa que este libro viene a reconocer en su verdadera magnitud a todas ellas. «Las primeras que se unieron a la obra lo hicieron con una discreción ejemplar, contribuyendo con su trabajo a una amplia gama de tareas, tanto en la vida familiar como en la comunidad», subraya la autora, para quien la labor de estas mujeres fue tan radical y comprometida como la de sus compañeros varones. «A menudo, se les asignaban responsabilidades que llevaban a cabo con gran naturalidad y esta forma discreta de trabajar fue una de sus características definitorias, con una dedicación silenciosa, pero profunda».
La Lucha de la Mujer en la Posguerra
Durante los años 40 y 50, las mujeres casadas enfrentaban enormes obstáculos para tomar la iniciativa en cualquier ámbito social o religioso. En un contexto donde el rol de la mujer estaba limitado principalmente al hogar, emprender caminos espirituales que iban más allá de la familia fue una tarea ardua para muchas de estas mujeres. «No solo se enfrentaron a la incomprensión de la sociedad, sino también a la mirada crítica de familiares cercanos, como madres y suegras, que veían con escepticismo cómo ellas comenzaban a participar en actividades fuera de su hogar», destaca María Luisa. Relata cómo se veían obligadas a explicar con mucho cuidado por qué querían asistir a retiros espirituales, como los que organizaban en la residencia Zurbarán en Madrid, y que en muchos casos representaban largas travesías. «Esta resistencia social reflejaba la idea de que el papel de una mujer casada debía estar restringido al hogar. Sin embargo, a pesar de estas dificultades, muchas de estas mujeres encontraron en el Opus Dei un camino hacia una mayor santidad, en un tiempo en el que hablar de santidad para una mujer casada era impensable», asegura. Porque la España de postguerra puso fin a la autonomía de las mujeres. «Imagínese lo que era viajar en un tren sin la compañía de un hombre o alojarse sola en un hotel», ejemplifica la escritora, que recuerda que por entonces las infraestructuras en España estaban aún «patas arriba» por la guerra. «Ir desde Barcelona o Santiago Madrid era una aventura que podía durar doce horas»
La misión del Opus Dei era clara: se podía alcanzar la santidad a través de la vida diaria, en el contexto familiar y laboral. Sin embargo, como explica María Luisa, en aquellos tiempos, hablar de la santidad para una mujer casada era revolucionario. «No había modelos de santidad para las mujeres que no pertenecieran a la vida religiosa, y mucho menos para las mujeres casadas», menciona. «El Opus Dei rompió con esta tradición, y muchas mujeres encontraron en esta idea una llamada que les permitió ver la santidad como algo accesible a través de su vida cotidiana. En lugar de ser buenas esposas o madres en el sentido comúnmente aceptado por la sociedad, estas mujeres aprendieron a vivir su vocación a la santidad de manera activa, buscando la perfección cristiana en cada uno de sus actos diarios», edxplica.
La creación de la figura de las supernumerarias fue un proceso que se consolidó hacia finales de los años 40 y principios de los 50. Si bien desde los años 30 Josemaría Escrivá ya había incluido la posibilidad de que las personas casadas pertenecieran al Opus Dei, no fue hasta 1947 cuando la Santa Sede aprobó formalmente la inclusión de personas casadas dentro de la organización. Por ello, los primeros supernumerarios fueron hombres que conocían al fundador y que introdujeron el mensaje del Opus Dei a sus esposas. «A partir de ahí, la figura de la supernumeraria se fue formando, con mujeres que participaron en retiros espirituales, inicialmente pequeños. Con el paso de los años, la media de edad de las supernumerarias fue bajando, y cada vez más mujeres jóvenes se unieron a la obra, muchas veces siguiendo el ejemplo de otras que ya eran miembros», incide María Luisa Galdón.
A pesar de todas las barreras barreras sociales y religiosas, muchas de estas mujeres contribuyeron a la sociedad de manera desinteresada. El legado de estas mujeres, que enfrentaron un sinfín de dificultades sociales, económicas y familiares para vivir su vocación, perdura hasta hoy. En el caso de las supernumerarias, su trabajo no solo fue vital para el crecimiento de la obra, sino también para transformar la percepción de lo que una mujer podía alcanzar dentro de la iglesia y la sociedad. «A través de la dedicación y el compromiso en sus labores cotidianas, estas mujeres se convirtieron en un ejemplo de santidad, abriendo el camino para futuras generaciones que verían la vida cristiana como un camino de santificación en medio del mundo.
Hubo casos de mujeres que convirtieron su propia dificultad en una manera de ayudar a los demás. María Luisa Galdón cita el caso de una santanderina que tuvo dos hijas con dificultades mentales. Una de ellas tenía síndrome de Down y otra nació con problemas psíquicas y psicomotrices. «Era abogada laboralista pero decidió viajar a Estados Unidos para formarse. Al regresar a España creó la fundación Síndrome de Down de Cantabria, que ha ayudado a miles de familias de todo el mundo de manera totalmente altruista».
En una época tapizada por la pobreza, en la que la sanidad era un privilegio y las oenegés ni existían ni se las esperaba, un grupo de mujeres levantaron una red de ambulatorios que atendían a personas sin recursos. No solo había médicos y enfermeras que pasaban consulta sino que los pacientes recibían de manera totalmente gratuita la medicación que necesitaban para superar la enfermedad. Miles de personas salvaron su vida gracias a esta iniciativa. La obra se prolongó durante 30 años gracias a la determinación, trabajo y generosidad de todos los implicados. Las artífices de esta urdimbre social fueron un grupo de supernumerarias del Opus Dei de Valencia y Barcelona, mujeres que vencieron el miedo y la resistencia social para entrar hasta las barriadas obreras y demostrar así la capacidad de la fe para cambiar el mundo. No es un ejemplo único. Y así lo cuentan María Luisa Galdón y Julio Montero Díaz en Las mil primeras. Supernumerarias del Opus Dei en España. 1945 a 1963, obra que documenta los inicios del apostolado con mujeres casadas en España. Esta investigación configura el relato histórico que da voz a un millar de mujeres que, con su vida (extra)ordinaria, «se convirtieron en protagonistas de una revolución apasionante y serena», en palabras de los autores.
Entre todas ellas, destaca la historia de la leonesa Conchita Hernando, una de esas mil primeras cuya historia recoge el libro. Estudiante de Ciencias Químicas, pidió ingresar como supernumeraria del Opus Dei mientras hacía la carrera, en el año 1954. «Conchita conoció la Obra por el novio de una amiga, Julia Rubiales, que también estudiaba Químicas como ella», recuerda Galdón, que pone el énfasis en la labor que ella realizó tanto a través de su profesión como en su casa. «Lo impresionante con Conchita fue la cantidad de años que trabajó como profesora de instituto con diez hijos. El último nació con muchas dificultades y ella decidió quedarse en casa para cuidarle hasta que falleció. Es una fuera de serie», destaca la autora. El libro también narra la vida de una médico catalana, Montserrat Rutllan, que fue la primera mujer española que estudió todo el ciclo de la fertilidad femenina. «¡Imagínate una mujer en los años cincuenta trabajando sobre esto!», manifiesta Galdón.
En las primeras décadas del siglo XX, el Opus Dei se consolidó como una obra católica que buscaba propagar la santidad universal y una de sus aportaciones más importantes fue realizada por un grupo de mujeres que, a pesar de no ser el centro de atención, jugaron un papel crucial en el crecimiento y expansión de la institución. María Luisa Galdón explica que en la actualidad el perfil de los miembros del Opus Dei ha cambiado significativamente, con un número mayor de mujeres que hombres, muchas de ellas casadas y de mediana edad y precisa que este libro viene a reconocer en su verdadera magnitud a todas ellas. «Las primeras que se unieron a la obra lo hicieron con una discreción ejemplar, contribuyendo con su trabajo a una amplia gama de tareas, tanto en la vida familiar como en la comunidad», subraya la autora, para quien la labor de estas mujeres fue tan radical y comprometida como la de sus compañeros varones. «A menudo, se les asignaban responsabilidades que llevaban a cabo con gran naturalidad y esta forma discreta de trabajar fue una de sus características definitorias, con una dedicación silenciosa, pero profunda».
La Lucha de la Mujer en la Posguerra
Durante los años 40 y 50, las mujeres —casadas o no— enfrentaban enormes obstáculos para tomar la iniciativa en cualquier ámbito social o religioso. En un contexto donde su rol estaba limitado principalmente al hogar, emprender caminos espirituales que iban más allá de la familia fue una tarea ardua para muchas de ellas. «No solo se enfrentaron a la incomprensión de la sociedad, sino también a la mirada crítica de familiares cercanos, como madres y suegras, que veían con escepticismo cómo ellas comenzaban a participar en actividades fuera de su hogar», destaca María Luisa. Relata cómo se veían obligadas a explicar con mucho cuidado por qué querían asistir a retiros espirituales, como los que organizaban en la residencia Zurbarán en Madrid, y que en muchos casos representaban largas travesías. «Esta resistencia social reflejaba la idea de que el papel de una mujer casada debía estar restringido al hogar. Sin embargo, a pesar de estas dificultades, muchas de estas mujeres encontraron en el Opus Dei un camino hacia una mayor santidad, en un tiempo en el que hablar de santidad para una mujer casada era impensable», asegura. Porque la España de postguerra puso fin a la autonomía de las mujeres. «Imagínese lo que era viajar en un tren sin la compañía de un hombre o alojarse sola en un hotel», ejemplifica la escritora, que recuerda que por entonces las infraestructuras en España estaban aún «patas arriba» por la guerra. «Ir desde Barcelona o Santiago Madrid era una aventura que podía durar doce horas».
La misión del Opus Dei era clara: se podía alcanzar la santidad a través de la vida diaria, en el contexto familiar y laboral. Sin embargo, como explica María Luisa, en aquellos tiempos, hablar de la santidad para una mujer casada era revolucionario. «No había modelos de santidad para las mujeres que no pertenecieran a la vida religiosa, y mucho menos para las mujeres casadas», menciona. «El Opus Dei rompió con esta tradición, y muchas mujeres encontraron en esta idea una llamada que les permitió ver la santidad como algo accesible a través de su vida cotidiana. En lugar de ser buenas esposas o madres en el sentido comúnmente aceptado por la sociedad, estas mujeres aprendieron a vivir su vocación a la santidad de manera activa, buscando la perfección cristiana en cada uno de sus actos diarios», explica.
La creación de la figura de las supernumerarias fue un proceso que se consolidó hacia finales de los años 40 y principios de los 50. Si bien desde los años 30 Josemaría Escrivá ya había incluido la posibilidad de que las personas casadas pertenecieran al Opus Dei, no fue hasta 1947 cuando la Santa Sede aprobó formalmente la inclusión de personas casadas dentro de la organización. Por ello, los primeros supernumerarios fueron hombres que conocían al fundador y que introdujeron el mensaje del Opus Dei a sus esposas. «A partir de ahí, la figura de la supernumeraria se fue formando con mujeres que participaron en retiros espirituales, inicialmente pequeños. Con el paso de los años, la media de edad de las supernumerarias fue bajando, y cada vez más mujeres jóvenes se unieron a la obra, muchas veces siguiendo el ejemplo de otras que ya eran miembros», incide María Luisa Galdón.
A pesar de todas las barreras sociales y religiosas, muchas de estas mujeres contribuyeron a la sociedad de manera desinteresada. Su legado —enfrentaron un sinfín de dificultades sociales, económicas y familiares para vivir su vocación— perdura hasta hoy. En el caso de las supernumerarias, su trabajo no solo fue vital para el crecimiento de la obra, sino también para transformar la percepción de lo que una mujer podía alcanzar dentro de la iglesia y la sociedad. «A través de la dedicación y el compromiso en sus labores cotidianas, estas mujeres se convirtieron en un ejemplo de santidad, abriendo el camino para futuras generaciones que verían la vida cristiana como un camino de santificación en medio del mundo.
Hubo casos de mujeres que convirtieron su propia dificultad en una manera de ayudar a los demás. María Luisa Galdón cita el caso de una santanderina que tuvo dos hijas con dificultades mentales. Una de ellas tenía síndrome de Down y otra nació con problemas psíquicos y psicomotrices. «Era abogada laboralista, pero decidió viajar a Estados Unidos para formarse. Al regresar a España creó la fundación Síndrome de Down de Cantabria, que ha ayudado a miles de familias de todo el mundo de manera totalmente altruista», subraya la autora del libro, que incide en el talento, capacidad y entrega de estas mil pioneras.