Diario de León

EL FIN DE UNA ESTRELLA DEVORADA

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Un equipo de astrónomos ha visto los últimos momentos de una estrella devorada por un agujero negro, gracias a los telescopios del Observatorio Europeo Austral (ESO), ubicado en Chile, y de otras instituciones. El suceso es el más cercano de este tipo registrado hasta la fecha: ocurrió a 215 millones de años luz de nosotros, en una galaxia espiral de la constelación de Eridanus. Eso significa que sucedió hace 215 millones de años, poco después de la aparición de los dinosaurios. Los protagonistas fueron una estrella de la masa del Sol y un agujero negro más de un millón de veces más masivo, indican los autores del hallazgo en la revista ‘Monthly Notices of the Royal Astronomical Society’.

Lo que han visto los astrónomos se llama disrupción de marea. Ocurre cuando una estrella se acerca demasiado a un agujero negro supermasivo como el que hay en el centro de nuestra galaxia y la destrozan sus fuerzas de marea. El astro experimenta entonces una espaguetización, un estiramiento de materia que fluye de ella hacia el monstruo. «La idea de un agujero negro succionando una estrella cercana suena a ciencia ficción, pero es exactamente lo que pasa en un evento de disrupción de marea», afirma Matt Nicholls, investigador de la Universidad de Birmingham y autor principal del trabajo.

Los astrónomos detectaron el año pasado un destello de luz cerca de un agujero negro supermasivo e inmediatamente apuntaron hacia ese punto del cielo el Telescopio Muy Grande (VLT) y el Telescopio de Nueva Tecnología (NTT), ambos de la ESO. Sabían que, a media de que las finas hebras de materia estelar se precipitan hacia el agujero negro, se libera una potente llamarada de energía que puede detectarse, aunque hasta ahora habían tenido dificultades para hacerlo porque una cortina de polvo y escombros dificultaba su visión. «Hemos descubierto que, cuando un agujero negro devora una estrella, puede lanzar una poderosa explosión de material estelar hacia afuera que obstruye nuestra vista», ha explicado Samantha Oates, también de la Universidad de Birmingham.

El hallazgo fue posible porque los investigadores detectaron la disrupción de marea poco después de que la estrella fue destrozada.

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