TERAPIAS CELULARES
De León a Berlín: la historia de Helena Escobar
Es licenciada de la primera promoción de Biotecnología de la Universidad de León, aunque su trayectoria ha discurrido por varios países europeos. Estudió un máster en Barcelona y después dio el salto a Alemania, donde hizo su doctorado. Actualmente, trabaja como investigadora postdoctoral en atajar con terapias regenerativas enfermedades monogénicas que provocan distrofia muscular en el ‘Experimental and Clinical Research Center’
En el año 2004, la Universidad de León anunció tras un largo proceso la puesta en marcha en la Facultad de Ciencias Biológicas y Ambientales del título oficial de Licenciado en Biotecnología, una nueva carrera compuesta de disciplinas como Bioquímica, Microbiología, Genética, Ingeniería Química y Biología Celular. Un total de 196 personas solicitaron el acceso a la nueva titulación, una cifra muy superior a la de las plazas ofertadas que en aquel año era de 60.
Una de las personas que solicitó estos estudios y logró su plaza fue Helena Escobar. Esta leonesa comenzó sus estudios en el año 2004. Formó parte de aquella primera promoción que dio el pistoletazo de salida a Biotecnología en León y terminó sus estudios en el año 2009. A continuación, se trasladó a Barcelona, donde cursó un máster en Biomedicina en la Universidad de Barcelona.
Como cuenta ella misma “tenía claro que quería hacer un doctorado”. Tras ese año en Cataluña recibió una beca para realizar una estancia de investigación en el Trinity College de Dublín.
“Empecé a mirar sitios para hacer el doctorado y me interesaba hacerlo en el extranjero, especialmente en Alemania, ya que había aprendido alemán, tenía cierta conexión con el país y hay buenos destinos en mi campo. Después de hacer varias entrevistas me fui a hacer la tesis a Berlín en el ‘Max Delbrück Center’. Estuve con el doctorado desde el año 2011 hasta el 2015. Hice mi tesis en un tema bastante traslacional. Durante la tesis tuve una oportunidad de colaboración con el grupo en el que trabajo actualmente, donde realizo mi investigación postdoctoral, ya que quería seguir trabajando en esa línea. Llevo allí desde 2016”, cuenta la leonesa Helena Escobar.
Su trabajo en laboratorio
En su trabajo actual, se dedica al desarrollo de terapias regenerativas para enfermedades genéticas que afectan al músculo esquelético, principalmente distrofias musculares, centrándose en terapia celular y génica.
“Todas las enfermedades con las que trabajamos son monogénicas, es decir, son causadas por la mutación de un solo gen y son incurables. Entonces la forma más directa de intentar atajar la enfermedad es corregir el defecto genético. En los últimos años, ha habido muchos avances en este campo desde el punto de vista de la edición del genoma (grupo de tecnologías destinadas a reescribir el ADN de un organismo). Nosotros empleamos estas herramientas genéticas para corregir mutaciones que causan estas enfermedades en células de los pacientes”, detalla la biotecnóloga.
“Mi jefa, la doctora Simone Spuler, es neuróloga y dirige tanto el laboratorio como una clínica dentro del hospital Charité, donde atiende a pacientes con enfermedades neuromusculares. Mayormente son pacientes adultos, aunque también algunos más jóvenes”, añade.
Sus pacientes tienen enfermedades con un defecto en un gen que es crucial para el funcionamiento del músculo, si bien Escobar aclara que “hay otros tipos de enfermedades neurodegenerativas”. “Nosotros recibimos biopsias del músculo y aislamos células madre de este. Estas células al provenir de los propios pacientes tienen el defecto genético que causa la enfermedad y nosotros lo que intentamos es corregir el defecto genético en estas células. La idea es poder desarrollar terapias regenerativas para estas enfermedades”, afirma.
Los pacientes con distrofias musculares sufren de una degeneración y atrofia de sus músculos. Algunas enfermedades comienzan a manifestar sus síntomas a una edad más temprana y otras en una etapa más tardía, aunque siempre son progresivas.
“Esto quiere decir que la enfermedad siempre va a más. Los músculos se van degenerando y pierden la funcionalidad. La pérdida de la movilidad siempre va unida a un deterioro importante de la calidad de vida. Muchos pacientes pierden la capacidad de mover las extremidades o, incluso, son incapaces de andar y se convierten en dependientes. Son enfermedades muy dramáticas”, relata.
Por otro lado, algunos pacientes presentan defectos en el corazón o en el diafragma, si bien no sucede en todas las distrofias. El curso de la enfermedad puede variar, pero siempre hay una degeneración del músculo. La leonesa explica que para intentar regenerarlo usan las células madres del músculo porque “son las células que tienen naturalmente la función de regenerar el músculo, por lo que nosotros las utilizamos para desarrollar terapias celulares”.
“El proceso consiste en: aislar las células del paciente, corregir el defecto genético que da lugar a la enfermedad y volver a ‘trasplantarlas’ en el músculo del paciente. Esto es lo que se llama un trasplante autólogo. La idea es que una vez que introduces de nuevo células sanas del propio paciente (por lo que se espera que no haya un rechazo inmunológico), estas deberían ser capaces de generar dentro del músculo nuevo tejido sano y funcional”, puntualiza.
En los últimos años, el laboratorio en el que trabaja se ha dedicado a buscar una optimización de esta técnica para lograr que las células mantengan sus propiedades regenerativas. En el caso de Helena Escobar, su cometido es principalmente desarrollar la investigación para poder corregir defectos genéticos mediante la utilización de diferentes metodologías y estudiar el impacto de estas terapias en modelos de ratón.
“Esta parte está bastante avanzada y ya estamos planificando un ensayo clínico para el próximo año para llevar la idea a los pacientes y ver el riesgo para el paciente y si hay efectos terapéuticos. Previamente, hemos hecho varios experimentos en el laboratorio utilizando ratones para demostrar que la idea funciona”, avanza Escobar.
Las terapias génicas
Otra de las líneas de investigación de su laboratorio se centra en el desarrollo de estrategias para corregir la mutación directamente en el músculo sin extraer las células madre y volver a reimplantarlas, es decir, llevan estas herramientas de corrección genética directamente hasta el músculo.
“Estas no son terapias celulares, sino terapias génicas. No solo alcanzarían a las células madre, sino a otras también. Se debe tener en cuenta que las células madre son un porcentaje muy pequeño del músculo y este se compone principalmente de fibras musculares, que son células muy grandes con una función muy especializada. La idea es transportar estas herramientas para corregir el defecto genético a las fibras musculares. En un caso ideal, se podría aplicar de manera sistémica y podría corregir las mutaciones en cualquier músculo. Técnicamente, llegar a todos los músculos del cuerpo es muy difícil, pero el alcance podría ser grande”, detalla Escobar.
En este sentido, la experta recalca que “solo hay un determinado número de células madre de músculo que se pueden obtener de un paciente y reimplantar”. Por ello, las terapias celulares en las que trabaja están más enfocadas en reconstruir la función de algunos músculos que son de menor tamaño y tienen un papel importante en la calidad de vida.
Actualmente, muchas investigaciones se dedican a estudiar cómo llevar las herramientas de edición del genoma de la mejor forma posible solo a un tejido concreto. No solo por cuestiones de eficiencia, sino también para evitar efectos tóxicos. “Este tema de ‘transporte’ es un campo de investigación muy activo. En algunos tejidos ya se encuentra muy avanzado, aunque no es el caso de los músculos. Cada una de ellas tiene sus ventajas y desventajas, así como sus riesgos”, advierte la leonesa.
Riesgos de las terapias y resultados
En las terapias celulares, los riesgos son “mucho menores que al aplicar herramientas de edición del genoma directamente al paciente en una dosis mayor”, expone Escobar: “Cuando se extrae una célula del cuerpo y se manipula en el laboratorio siempre existe el riesgo de que las células adquieran unas propiedades que no tenían antes. En el peor de los casos, se podrían volver tumorigénicas, por ejemplo”.
“Lo ideal es que alteren el genoma en el sitio específico donde está la mutación, pero estas herramientas tienen un perfil de riesgo que hay que mitigar al máximo. Existen muchos métodos hoy en día para que, a un nivel de certeza bastante alto, descartar que ese sea el caso. Además, como extraemos las células podemos hacer un montón de test antes de reimplantarlas y detectar posibles efectos adversos. De ese modo, minimizamos el riesgo”, apunta.
En el ensayo clínico esperan que las células injertadas en el paciente den lugar a tejido nuevo y sano, que estas células sean seguras y, además, que no sean rechazadas por el sistema inmune del paciente, “algo improbable porque provienen del propio paciente, aunque tienen cierto riesgo al ser modificadas en laboratorio”.
Las enfermedades que serán examinadas en el ensayo clínico son enfermedades en las que el defecto genético conlleva la pérdida de función de una proteína determinada. “Esperamos que al corregir genéticamente las células, esta proteína de nuevo se exprese y sea funcional y que ocurra lo mismo en el músculo, es decir que al reintroducir las células en el músculo, se reconstituya la expresión y la función de esa proteína que previamente no funcionaba. El caso ideal sería que se recupere la funcionalidad del músculo”, expone Escobar.
La idea es poder aplicar estas terapias lo antes posible, ya que dependiendo de los genes afectados hay un punto de no retorno. Esto significa que el músculo está tan degenerado que es imposible rescatar, por lo que es conveniente intervenir lo antes posible. Además, otra consideración importante es la funcionalidad de las células madres que ‘cuanto más jóvenes somos, son mejores, especialmente en el caso de los pacientes’.
Como ha expuesto la investigadora todavía queda un largo proceso de investigación en estas terapias, ya que se encuentran todavía en una fase muy inicial. La leonesa recalca que le gustaría seguir investigando en ese tema. “Estoy en fase de independizarme científicamente con el objetivo de poder tener mi propio grupo de laboratorio, aunque es un proceso arduo. Hay mucho que hacer en este ámbito, a pesar de los avances que ha habido”, concluye Helena Escobar.