Diario de León

Los okupas que crearon una isla en el río Bernesga

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MARCELINO CUEVAS
León

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A pesar de los pesares, por encima de las crisis y de los pegajosos calores veraniegos, en León hay que considerar la posibilidad de levantar una urbanización, con todas las comodidades avícolas necesarias, para ubicar de forma estable a las familias de patos que han escogido la libertad, que han escapado del frondoso Parque de Quevedo para instalar sus palmípedos reales en el cauce del provinciano Bernesga.

Para ellos es, sin duda, un paso más para acercarse a la dorada cumbre residencial del Hostal de San Marcos. No son tontos estos ánades que pasean orgullosos sus camadas bajo los centenarios arcos del anciano Puente de San Marcos. Y, contemplando ensimismados sus graciosas caravanas náuticas, nos hemos dado cuenta de la triste realidad de este puente peregrino por excelencia.

Decidieron en su día los ecologistas, siempre llenos de buenas intenciones, que las familias de patos pudieran anidar en la entonces minúscula islita que la acumulación de lodos y grava había creado en el centro de la corriente del río. Clamaron entonces para que las brigadas de limpieza no se llevaran por delante el pequeño reducto. Pero con el paso del tiempo, liberadas las autoridades fluviales y municipales de sus obligaciones por la protección biológica de esas pocas familias de okupas avícolas, se consintió que la ínsula se convirtiera, sin prisa pero sin pausa, en un hermoso continente poblado de umbría vegetación y de una variada fauna: reptiles, roedores, aves-¦ Y todos ellos reclamarán sin duda su derecho a tener su pequeño apartamento al lado del que fuera monumental hospital y ahora es gloria de la hostelería nacional. Puede que soliciten a Miguel Martínez que el arreglo de sus guaridas entre en el presupuesto de la anunciada remodelación de San Marcos.

Pero lo peor de esta situación es que la falta de limpieza de los fondos del río y un obsoleto embalse que fue creado hace una treintena de años y que actualmente no sirve para nada, ya que su compuerta ha desaparecido y no puede cerrarse, afean uno de los rincones emblemáticos de la ciudad y, es más, lo amenazan peligrosamente.

El gran muro de cemento que atraviesa de lado a lado la corriente, apenas a diez metros de la fábrica del puente, afea totalmente una de las imágenes más hermosas de la ciudad, una sugerente composición arquitectónica en la que el esbelto puente y la fachada renacentista de San Marcos, es el mejor recuerdo para los peregrinos que cada día lo cruzan. Si el muro no tiene ningún cometido lo mejor sería que lo derribaran y dejaran que el puente se mostrara en todo su antiguo esplendor.

Esto en cuando al capítulo estético. Pero hay otro que creemos tiene mayor gravedad. El agua embalsada ha propiciado que enormes cantidades de arena y piedras rodeen los basamentos del puente, lo que permite que una gran variedad de vegetación parásita esté cercando sus cimientos. La situación parece grave, aunque no seamos nosotros quienes debamos diagnosticarla, para eso tienen técnicos la Confederación y el Ayuntamiento. Pero suponemos que si una visión superficial del tema nos hace pensar que el puente tendrá pronto graves problemas si no se ponen sobre la mesa soluciones urgentes, es lógico pensar que un estudio más profundo pueda llegar a conclusiones más contundentes.

Y no digamos nada de la pasarela de madera que bordea la flamante terraza veraniega del propio Hostal. La maleza llega ya a casi cubrirla en varios puntos y los accesorios que en su día se instalaron para su mejor funcionalidad están completamente destrozados. Luces rotas, maderas en estado precario y maleza y suciedad por doquier.

Pues bien, acaba de publicarse que se van a emplear no sabemos cuántos millones de euros en poner en servicio las márgenes del río Bernesga aguas arriba del Puente de San Juan de Dios, con lo que aumentará sensiblemente la longitud de los dos ríos leoneses encauzados y dispuestos para el disfrute de los ciudadanos amantes de los paseos por la naturaleza y del footing. Nos parece estupendo, pero-¦ por favor, vamos a mantener lo que tenemos, vamos a limpiarlo, a reacondicionarlo, a ponerlo en valor. De nada servirá hacer nuevas obras si estamos dejando morir en el olvido las que acabamos de realizar.

Los ecologistas tienen razón, hay que habitar en el centro del cauce del Bernesga unos acogedores asilos para los okupas de la isla misteriosa. Pero que se ubiquen en unas decenas de metros cuadrados, que el cauce quede limpio, que podamos ver de nuevo desde el puente las majestuosas montañas cubiertas de nieve. Que caiga el muro de la vergüenza que se ciñe de mala manera a la elegante estructura del peregrino puente. Que se limpien de maleza las orillas del río a su paso por el Paseo de la Condesa de Sagasta y el de Papalaguinda. Que se conserve lo que tenemos antes de seguir ampliando unas riberas que, según parece, somos incapaces de mantener en buen estado. Y, por cierto ¿no sería posible evitar que dos grandes alcantarillas viertan sus aguas sucias al Bernesga al lado mismo del puente?.

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