Con la ciclostil a cuestas

Por las manos de Carmen Fernández Pasarín y Alfredo Rodríguez Álvarez pasaron toneladas de papel para imprimir miles de ejemplares clandestinos de Mundo Obrero y Nuestra Bandera. Les costó «muchos sudores y miedo» aunque lo «hacíamos con la ilusión de que serviría para algo». La ciclostil estuvo en cuatro domicilios. «En Miguel Zaera nos dimos cuenta de que vivía un policía y marchamos una temporada a Mariano Andrés», recuerda Carmina. Nunca olvidará los esfuerzos para subir y bajar el material al quinto sin ascensor de la calle Sentiles. Finalmente, se instaló en la calle Escultor Mariñas. Alfredo y Carmina confiaban en sus hijos e hijas no iban a irse de la lengua y les dejaban manejar la «máquina», que metía un «ruido infernal». Para amortiguarlo ponían colchones de espuma en el suelo, forraron las paredes de papel y «poníamos la radio a todo volumen».