Diario de León

vestigios de grandeza

Balboa y su historia

el curioso viajero se verá atraído por el pueblo de balboa. visitarlo es un acierto en lo referido al turismo del paisaje y la evocación histórica

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León

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Cuando los peregrinos que han tomado forzosamente la antigua carretera radial VI en Villafranca del Bierzo para acceder a los puertos gallegos, llegan a la encrucijada de Ambasmestas, seguirán lógicamente por Vega de Valcarce buscando los altos del Cebreiro y descansar en el sugestivo refugio lucense. Pero el curioso viajero, que desde aquella encrucijada se sienta atraído por la indicación que a mano derecha señala el pueblo de Balboa, tomará la decisión más acertada desde el punto de vista del turismo del paisaje y la evocación histórica. No en vano el valle de Balboa, con su río del mismo nombre, y la docena de pueblos que lo integran, han sido calificados desde siempre como amenos, apacibles y halladeros.

Siempre será un valor añadido, los muchos encantos que con auténtica prodigalidad nos regala El Bierzo, una tierra que mereció los más encendidos elogios del gran historiador romántico José María Cuadrado, que en su inmortal obra «Recuerdos y Bellezas de España» (1855), nos describe su entrada en El Bierzo de esta manera: «Vamos a entrar en un país encantado, de nombre y fisonomía y producciones peculiares respecto de la provincia que lo contiene; circunscrito por ásperas e imponentes sierras, rico en metales, exuberante en aguas, copioso y variado en frutos, pintoresco en sus perspectivas, poético en sus tradiciones, poblado de monasterios y castillos, fecundo en antiguas memorias y preciosos monumentos. Explotáronlo cual aurífero minero los romanos, dejando en él vestigios indelebles de su grandeza y perseverancia; convirtióse durante la monarquía goda en austera Tebaida, que asolada momentáneamente por avenidas de sarracenos, refloreció poco después con nuevos ejemplos de santidad; y bajo el paternal dominio de los abades y la protectora espada de los caballeros, agrupáronse sus ideas, crecieron sus villas, desmontáronse sus selvas y baldíos, y transformáronse en vergeles sus valles y cañadas».

La verdad es que después de la elocuencia y fuerza descriptiva de José María Cuadrado, es difícil ponerse a su altura, y mucho menos superar el listón alcanzado en tan bella descripción. No obstante, con las limitaciones de nuestra pluma, trataremos de introducir a nuestros lectores en los bellos parajes de Balboa.

Al hilo de la historia

La configuración orográfica del valle de Balboa, y la frontera común con la sierra de Cervantes, en la provincia de Lugo, han caracterizado este municipio con uno de los más identificados con la idiosincrasia gallega. El profesor Jesús García García, bercianista de vocación, aunque asturiano de nacencia, nos escribe en su documentadísima obra Pueblos y Ríos Bercianos , el territorio de Balboa, de esta manera: «Está situado en el extremo occidental del Bierzo y es uno de los municipios más plenamente galleguizados, tanto en el habla usual como en la toponimia. Se puede afirmar sin duda que los leonesismos que hay son de origen muy moderno».

Parece ser que el nombre de Balboa —Valvoa— viene del latín Vallis-Bona —en latín vallis era femenino—, y aunque en castellano terminó siendo «Valbuena», ya sabemos que en Galicia el «Bona» se quedó en «Boa». Lo que no es muy explicable es que el topónimo «Valboa», como fue en principio, trocase la firmeza habitual de su ortografía por el de «Balboa». Lo cierto es que desde sus orígenes influyó la bondad de la tierra en los que apadrinaron su bautismo.

Tenemos como primera data —a nuestro alcance— la mención de Balboa en el testamento del Rey Ordoño II, firmado y fechado «el XVI de las Kalendas de mayo. Era DCCCCLIIII (año 916)», en el que figura entre una larga serie, de la manera que sigue: «…en Galicia añado también las iglesias diocesales para que concurran a la citada iglesia, y son éstas: Valcarce, Valboa, Triacastela, Cervantes, Navia…». Más tarde el año 982, aparece una nueva reseña de Balboa en un documento del monasterio de Samos en el que su abad, Novidio, recibe de Félix Citiz y su esposa Godina, «una villa en Vilela y otras en Salas, Carracedelo y Balboa». Y ya en el siglo XIV, el 25 de septiembre de 1366, encontramos un curioso testamento de don García Rodríguez de Valcarce, Adelantado Mayor del reino de Galicia, del que entresacamos un pequeño párrafo como testimonio de su fuerza lingüística: «Ytem mando a miña casa de Balboa de Valcarce con lo couto de Balboa (el coto de Balboa) que o teña Theresa Yañes en pinor (usufructo) por veinte e cuatro mil maravedíes que le eu di en arras por en sua vida, esese por ventura casar, que non lle entreguen esta casa que lle en dexo en pinor, nen outra cosa… e se non casare que a teña por en toda su vida e a suo finamento que fique esta casa e couto a meu fillo García Rodríguez».

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