Diario de León

El revés de un mandato

Gadafi ya forma parte del grupo de terribles dictadores, como Mussolini o Ceausescu, que han terminado sus días linchados y ejecutados

Foto de archivo del 2009 del entonces líder libio Gadafi.

Foto de archivo del 2009 del entonces líder libio Gadafi.

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La Historia está llena de dictadores crueles, sanguinarios y excéntricos que han sometido a su población a través del miedo, la represión y la ejecución de miles de personas. Sin embargo, el reinado de terror no ha garantizado a todos los tiranos una muerte plácida en la cama de sus lujosos palacios. Las imágenes de Muamar Gadafi, golpeado, vejado y asesinado a manos de los rebeldes libios, es el último ejemplo de un sátrapa ajusticiado. Pero son varios los déspotas que han terminado sus días sufriendo en carne propia los inhumanos métodos empleados por sus regímenes contra inocentes.

Los últimos días de la dictadura comunista de Nicolae Ceausescu en Rumanía recuerdan a las actuales revueltas de la Primavera Árabe. El tirano regía los designios del país desde 1965. La población oprimida, coartada en sus libertades, era reprimida con saña ante cualquier conato de rebelión. El 16 de diciembre de 1989, en Timosoara, un grupo de personas se reunieron para protestar por el desahucio de un pastor luterano crítico con el Gobierno. La policía intervino para dispersar la concentración y lo hizo sin miramientos. Estos abusos provocaron que más personas se sumasen a las proclaman contra el régimen. Retratos de Ceausescu y símbolos comunistas fueron destruidos ante la alarma de las autoridades.

El Ejército rumano tomó la ciudad para sofocar la revuelta. Los vehículos blindados patrullaban las calles disparando a discreción. Sin embargo, en esta ocasión, los manifestantes desafiaron a la maquinaria de guerra y se enfrentaron a los soldados durante varios días. Las noticias llegaron a la capital, Bucarest, y otras ciudades. En un intento de calmar la situación y contrarrestar las manifestaciones opositoras, Ceausescu preparó una multitudinaria concentración de afirmación.

Sin embargo, cuando el dictador se dirigió a sus correligionarios en uno de sus habituales discursos, los silbidos y cánticos a favor de la revuelta dejaron atónito y sin habla al tirano. Lo que pretendía ser un acto de reafirmación se convirtió en la escenificación del final de la dictadura.

Forzado por la situación, Ceaucescu abandonó la capital en un helicóptero junto a su mujer Elena. Pero los militares les arrestaron en la ciudad de Târgoviste dos días después de su salida. Tras ser sometidos a un juicio militar sumarísimo de apenas dos horas, ambos fueron condenados a muerte por genocidio y fusilados el 25 de diciembre. Las imágenes se retransmitieron por la televisión días después. Los rumanos acabaron en nueve días con 29 años de terror. El precio fueron más de 1.100 muertos.

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