Diario de León

25 AÑOS DE LA CAÍDA DEL MURO

rÉquiem por la libertad imaginada

LA OBRA DE HALFFTER sonó semanas antes de que cayera el muro en el antiguo PARLAMENTO de Berlín, entre las dos alemanias. otros leoneses recuerdan también aquel momento

Imagen del Muro de Berlín expuesta por el Archivo Regional de Berlín en una muestra reciente sobre su construcción y su trazado.

Imagen del Muro de Berlín expuesta por el Archivo Regional de Berlín en una muestra reciente sobre su construcción y su trazado.

Ponferrada

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La caída del Muro de Berlín, hace hoy 25 años, cambió la Historia, esa que se escribe con mayúsculas, por tratarse del símbolo de la Guerra Fría por excelencia y por haber ocurrido de manera pacífica. Tres décadas antes, el 13 de agosto de 1961 empezó a construirse aquella barrera que separó mucho más que el Berlín comunista de las zonas controladas por la República Federal de Alemania (RFA). Bautizada también como «Muro de Protección Antifascista», con el tiempo se convirtió en la metáfora viva de la profunda división existente entre la Unión Soviética y Occidente.

Una metáfora que también vivió ‘in situ’ el compositor Cristóbal Halffter. Hoy, desde su retiro de Villafranca del Bierzo, recuerda las semanas previas. Le viene a la cabeza el concierto que ofreció en el antiguo Parlamento alemán, el histórico Reichtag, un mes antes, en octubre de 1989, para conmemorar el XL aniversario de la fundación de la RDA. Paradojas de la vida, el edificio daba a las dos ‘alemanias’. «Los camerinos estaban en la parte de atrás, ya en el Este. Recuerdo que mientras me ponía en frac para la actuación veía un grupo de palomas que pasaban de un lado a otro. Eran seres vivos, libres. Y, en cambio, los hombres, no. No podían pasar de un Berlín a otro», recuerda Halffter a sus 84 años con gran lucidez, como imagen gráfica de aquel gran drama.

Halffter, que vivió en Alemania a finales de los años sesenta, rememora también la imagen de las palomas como una premonición personal de lo que tenía que pasar, tarde o temprano. Los vencedores de la II Guerra Mundial habían acabado enfrentados y dividiendo el mundo en dos. Y Berlín, «ese Berlín precioso del otoño», fue durante décadas la viva imagen del enfrentamiento entre dos formas de entender la política. «Se había demostrado que habían hecho una guerra juntos en balde, inútil. El Muro estableció una profunda división de seres humanos por encima de ideologías y aquello tenía que acabar», añade el músico.

De su estancia en Berlín Oeste, recuerda también que pasó varias veces al Este, porque él no tenía problemas para atravesar la frontera al ser ciudadano español. Con la caída de aquella barrera física e ideológica, Alemania dio, sobre todo, un ejemplo de que es posible olvidar «para sacar adelante un nuevo país», asegura Halffter a modo de conclusión sobre el tiempo que le ha tocado vivir. Un país, subraya, que hoy, 25 años después de aquel momento para la Historia con mayúsculas, tiene de nuevo un liderazgo mundial, lo que genera envidias, aunque el contexto sea muy diferente al de los grandes conflictos bélicos del siglo XX.

El Muro de Berlín fue durante casi tres décadas una gran pared de hormigón de entre 3,5 y 4 metros de altura. Y por si era poco, creó la llamada «franja de la muerte», formada por un foso, una alambrada, una carretera por la que circulaban constantemente vehículos militares, sistemas de alarma, armas automáticas, torres de vigilancia y patrullas acompañadas por perros las 24 horas del día. Tratar de escapar era como jugar a la ruleta rusa con el depósito cargado de balas, aunque no fueron pocos los que lo intentaron. Entre 1961 y 1989, más de 5.000 personas trataron de cruzar y más de 3.000 fueron detenidas. Y más de un centenar murieron en el intento, la última de ellas el 5 de febrero de 1989.

Marlisa Richters, de nacionalidad estadounidense y abuelos alemanes, reside en León desde 1996. Aquí tiene una academia, Yanet, al lado de Padre Isla, en la calle Joaquín Costa.

Marlisa vivió su infancia y adolescencia en Siegen, cerca de Colonia. Su recuerdo del Muro hace referencia a una visita con su colegio a Berlín, cuando tenía 14 años. Le impactó aquella barrera que separaba dos mundos. Los alemanes del Oeste podían pasar al Este, pero no al revés. «Podías cambiar 25 marcos, pero después no los podías volver a cambiar». Marlisa recuerda que las tiendas estaban casi vacías «El gobierno del Este daba a la gente casa y trabajo, pero no tenían nada para gastar, ni para nada más. Y eso era una gran frustración como sociedad», comenta.

Además de la economía, el gran drama del Muro de Berlín fue que separó familias, explica también Marlisa. Y, sobre todo, de aquella visita le quedó la imagen de que todo era gris. «No había colores», añade gráficamente.

«No conocían ni los plátanos ni el chocolate», comenta Ana Isabel Valderrey, una leonesa que estuvo viviendo 34 años en Alemania con sus padres. Pese a que volvió hace ocho años a León, conserva un acento perfecto cuando cita alguna palabra en alemán y su hija nació allí. Su negocio también hace referencia a aquellos años. Los Alemanes se ha hecho un hueco en Santa Marina con un negocio que vende pan y repostería en la calle Serranos.

Ana Isabel recuerda como si lo estuviera viendo hoy el cambio «radical» que supuso la caída del Muro. La brecha entre los dos mundos era muy grande. «Lo nuevo -ella se refiere así al Este de Alemania- estaba como en los años 40, 50».

Su familia leonesa residió a unos 500 kilómetros de Berlín, en Dusseldorf, pero no olvida aquella época, sobre todo porque, a partir de la unión de las dos ‘alemanias’, todos los trabajadores tuvieron que aportar una renta solidaria, que aún deletrea su padre con acento alemán: solidaritatozuglag. «Sobre todo el Muro dividió familias, y eso es tremendo», insiste Ana Isabel, como también dijo antes Marlisa.

Aquel 9 de noviembre de 1989 lo vivió pegada a la televisión. «La gente se abrazaba, lloraba... Fue emocionante».

Berlín, según cuenta Efe estos días, conserva apenas dos de los 155 kilómetros del muro que la dividió 28 años gracias a iniciativas que han hecho prevalecer su voz contra el olvido, frente a quienes querían derribarlo por completo y pasar página al horror que causó.

La pared, físicamente ridícula, discurre anodina en paralelo a una transitada carretera urbana de cuatro carriles y, si no fuera por la nube de turistas que merodea, casi nadie la calificaría de histórica. Es la «East Side Gallery», la «galería del lado oriental», el tramo más largo del muro de Berlín que queda en pie un cuarto de siglo después de que en 1989 se empezase a descorrer el Telón de Acero que partió en dos Alemania, Europa y el mundo. Son 1.360 metros, en muchos tramos cubierta de «grafittis» gracias a un concurso internacional que dejó iconos como el conocido «Beso de hermandad» entre el secretario general del Partido Comunista de la URSS, Leonid Breznev, y el presidente de la RDA, Erich Honecker.

Pero aparte de este tramo, y otros dos de algo más de 200 metros cada uno -en la Bernauer Strasse y junto a la exposición «Topografía del terror»-, es difícil encontrar en la capital alemana lugares donde contemplar partes completas del Muro, curiosamente uno de los mayores reclamos turísticos de Berlín.

Marlisa aún conserva un pequeño trozo en el despacho de su academia en León, que muestra como parte de su historia más personal. Halffter tampoco olvida otros detalles de aquel octubre de 1989, en el Reichtag. El programa que interpretó con la Orquesta de la Juventud incluyó obras suyas. Y como si fuera otra premonición, como las palomas, el título de la primera pieza lo dice aún todo hoy, 25 años después de aquel momento: «Requiem por la libertad imaginada», una obra que compuso en 1971 al volver de Alemania.

«Ha pasado el tiempo suficiente como para pensar que cada ser humano puede defender sus propios ideales», sentencia como redoble final.

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