Diario de León

testigos en el olvido

Viejos rótulos con historias

son testigos de otro tiempo que resisten en medio de la ciudad, en casas abandonadas, en la puerta de tiendas que un día cerraron y no volvieron a abrir, en lo más alto de edificios. de cerámica, de metal, de cristal, simplemente pintados... y ahí siguen

Sobre estas líneas, el cartel de cerámica que ercuerda el antiguo Depósito de máquinas en el Centro Cívico del Crucero.

Sobre estas líneas, el cartel de cerámica que ercuerda el antiguo Depósito de máquinas en el Centro Cívico del Crucero.

Ponferrada

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Fue Victoriano Crémer quien escribió que el comercio es la verdadera seña de identidad de León. El cronista lo atribuía con su particular sorna a la Legio VII y lo contaba así: «Como la soldadesca tenía que cubrir las rutas de la plata, del oro y de los minerales negros de la cuenca, se quedaba la ciudad sin otras gentes válidas que la de los paisanos o civiles cultivadores de las huertas y suministradores de carne y salvados para el mantenimiento del campamento. De este comercio entre militares y civiles, entre militares y paisanos, entre huertanos y mílites le quedó a León el espíritu mercantil que aún conserva».

Mucho han cambiado las cosas desde que Crémer publicó ese artículo en este periódico en 1998. León ha visto cómo sus comercios y comerciantes se han ido adaptando a los nuevos usos y costumbres de cada tiempo.

Muchos de los que un día fueron pujantes dejaron paso a otros sin dejar huella. Los nuevos negocios tiraron paredes y cambiaron los rótulos. Incluso derribaron edificios. Sin embargo, aún quedan restos de lo que un día fue el León de las primeras décadas del siglo XX. Un León oculto que hay que buscar, pero que sigue ahí. Donde menos uno se imagina. En pie, para dar testimonio de otro tiempo.

La ruta empieza en Trobajo del Camino, subiendo la cuesta hacia el Mirador de la Cruz, en una casa hoy abandonada. Encima de la puerta principal, una vieja inscripción pintada en la pared de cemento aún conserva el cartel de una de las últimas guarnicionerías de León, El Bañezano. Un oficio hoy en vías de extinción que tuvo mucho auge en una provincia como ésta, agrícola y ganadera.

Sillas de montar, albardas, aparejos... Para la también llamada talabartería, la mecanización del campo fue la puntilla. Se llevó por delante muchos negocios, como el de José Cardo, así apodado, que ya contaba a este periódico en 1975 lo poco que le quedaba a su tienda, donde todo se hacía a mano. Entonces un collerón costaba 1.600 pesetas; una cabezada, 250... Cardo se acordaba de cómo después de la guerra civil, los mismos utensilios valían los dos menos de 50 pesetas, y cómo ya para entonces, en 1975, apenas se hacían arreos para carros.

El cartel sigue ahí, como el logotipo de León Industrial en la pared de la antigua instalación de Párroco Pablo Díez, al lado del edificio El Faro. León Industrial fue una empresa señera en León antes de las grandes fusiones eléctricas. Fundada en 1907 con capital leonés, vasco y asturiano, aglutinó a otras empresas como ‘Sociedad Electricista de León’ o ‘Hidroeléctrica Legionense’. Su última sede en la capital leonesa resiste como testigo de otro tiempo entre los embates del abandono.

Justo enfrente, en la misma calle Párroco Pablo Flórez, otro cartel, esta vez en lo más alto del edificio del centro social del barrio, mantiene la memoria viva de lo que un día fue toda esta zona. Paraíso-Cantinas debe su nombre a la gran concentración de bares en calles que también marcaron el auge ferroviario de la ciudad. El Paraíso fue uno de aquellos establecimientos que marcaron toda una época.

Rótulos también de cerámica, como el que queda en pie en el centro cívico del Crucero, en las antiguas naves del Depósito de Máquinas de la Jefatura Provincial de Obras Públicas. En este caso, la vanguardia de su arquitectura no acabó con la memoria reflejada en las antiguas estructuras de ladrillo.

Los rótulos antiguos se han empezado a poner de moda gracias a un blog que transforma los viejos carteles en nuevas propuestas. La idea original es de Juan Nava, un profesional de larga experiencia en el diseño gráfico español.

Su proyecto Letras recuperadas es una recopilación en internet de aquellas tipografías olvidadas que un día se volvieron casi invisibles. «Y para sacar del olvido y la cuasi invisibilidad aquellas letras, aquellas obras anónimas realizadas sin aspiraciones artísticas, Nava las recupera con una doble intención: por un lado, la documentación del pasado tipográfico y, por otro, la recuperación y reelaboración gráfica del mismo», explican quienes hablan de su obra como un proyecto muy original.

Ordoño II es también un buen reflejo de tiempos pasados. En lo más alto del edificio de Lubén, en la cúpula, aún se puede ver el emblema de lo que fue un día uno de los negocios más pujantes de la ciudad. ¿Quién no lo recuerda? Muchos negocios de aquella ciudad que empezó a expandirse, a vivir mejor con el Ensanche, los retrató Francisco Lorenzo, La Gafa de Oro, que tuvo también tienda en Ordoño. El establecimiento cerró por ley de vida pero sigue en pie el viejo rótulo. Toda una leyenda desde que abriera sus puertas en la llamada casa Lorenzana de la principal arteria comercial de la capital.

No son todos los que aún perduran por las calles de León, pero sí algunos de los más representativos.

León es una ciudad llena de sorpresas, y más relacionadas con el comercio. A esta lista se podrían añadir otras, como ese cúmulo de pequeños rótulos de la Rúa, o el rótulo del Benito en la Plaza Mayor, o el de la zapatería de la plaza de Torres de Omaña. Historias que muchas veces se contaban en revistas y folletos. Imprentas que se han ido transformando con las nuevas tecnologías, o que simplemente cerraron. Como la que hubo en la calle de la Rúa, que sucumbió ante los nuevos tiempos, aunque aún mantenga en pie su rótulo de entrada, fiel reflejo no sólo de su actividad. Ni los vándalos han podido con él.

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