Diario de León

cartas magnas

constituciones para coleccionar

es una de las colecciones más curiosas de la tradición constitucionalista española, sobre todo porque es difícil encontrar primeras ediciones y objetos de las siete cartas magnas desde las cortes de cádiz de 1812. el leonés víctor miguélez tiene varias joyas.

Víctor Miguélez muestra algunas de las obras más destacadas de su colección, como las polveras, a la derecha en la imagen.

Víctor Miguélez muestra algunas de las obras más destacadas de su colección, como las polveras, a la derecha en la imagen.

Ponferrada

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Hasta siete Constituciones ha tenido España desde el siglo XIX. Una historia que Víctor Miguélez conserva en su casa en forma de primeras ediciones, urnas, medallas y polveras, una tradición, ésta última, que nació en las Cortes de Cádiz y que se ha mantenido en varias de las posteriores, incluida la vigente de 1978. Todo un tesoro del que da prueba el derecho de tanteo que ejerció el Estado el pasado mes de noviembre en una de las escasas ocasiones en las que este tipo de material histórico sale del anonimato de los coleccionistas. Por encargo de la Dirección General de Bellas Artes y Bienes Culturales y de Archivos y Bibliotecas, se hizo con dos polveras en la casa Abalarte, lo que demuestra que no es fácil encontrar material de primer nivel, del que Víctor no parece darse importancia.

Víctor Miguélez siempre ha sido amante del coleccionismo de antigüedades y libros, pero no fue hasta 2011 cuando se propuso encontrar algún ejemplar original relacionado con la Constitución de 1812, ya que ese año se celebraba el bicentenario de las Cortes de Cádiz y de aquella primera Carta Magna española. «El primero que encontré -explica este leonés- fue uno de los documentos más singulares de mi colección, el Proyecto de la Constitución de 1812 editado en Cádiz en diciembre de 1811. Lo encontré por internet en una librería anticuaria en Montevideo (Uruguay). A partir de ahí me puse a buscar las primeras ediciones de las Constituciones históricas españolas, medallas conmemorativas y objetos singulares relacionadas con ellas. Así empecé».

En total, su colección está integrada por 50 objetos entre primeras ediciones, documentos, medallas conmemorativas, polveras..., «todos originales de época», remarca.

«Los he ido adquiriendo en librerías anticuarias, tiendas de antigüedades, a particulares y en alguna subasta. La mayor parte por internet en España y alguna pieza relacionada con la Constitución de 1812 en Chile, Argentina o Uruguay, ya que en aquella época eran territorios españoles y aún quedan allí muchos documentos y objetos interesantes de esa época».

Las Contituciones españolas, recuerda Víctor Miguélez de memoria, son de los años 1812, 1837, 1845, 1869, 1876, 1931 y 1978. De todas formas, a Víctor Miguélez lo que más le gustan son las polveras. «Son pequeñas cajas redondas de metal que contienen en su interior el texto constitucional completo en pequeñas y finísimas hojas circulares. Se realizaron inicialmente en 1812 porque, según cuenta la tradición, «una dama gaditana logró sacar de Cádiz una copia de la Constitución escondida como si fuese una polvera de mujer, cuando la ciudad estaba sitiada por el ejército invasor francés», explica con pasión constitucionalista.

La tradición de las polveras se repitió con otras, entre ellas las Constituciones de 1931 y de 1978. Precisamente, el ejemplar de la primera edición de la República es curioso por llevar en la portada la bandera tricolor.

Aparte de las polveras, que son «muy raras», según insiste Víctor Miguélez, también es difícil de encontrar la primera edición de ‘La Pepa’, y su proyecto, y quizá la «Constitución de Bayona de 1808», la Carta otorgada que Napoleón impuso para proclamar a su hermano José Bonaparte (Pepe Botella) como rey de España y de las Indias durante la invasión francesa, que fue con la que empezó todo.

Cuando uno inicia una colección, nunca se sabe hasta dónde se puede llegar. En su caso, «mi reto era saber si sería capaz de conseguir documentos y objetos que hubiesen vivido esos momentos de la historia y, por otro lado, que estos me ayudasen a conocer la mejor historia de España y la inquietud política del pueblo español durante los últimos 200 años».

Pese a estar siempre en el centro del debate político, no hay muchos coleccionistas sobre las constituciones españolas, ni tampoco muchas colecciones oficiales. «Las que conozco están en museos e instituciones y pocas tan completas como la que he conseguido reunir».

Tampoco es que tenga mucha relación con otros coleccionistas. «No especialmente, tengo más relación con bibliotecas de instituciones o museos como la del Congreso de los Diputados o el Museo de las Cortes de Cádiz, con los que he intercambiado información y detalles sobre diferentes documentos que he conseguido y en los que están interesados», añade.

Víctor Miguélez tampoco tiene claro qué quiere hacer con su colección. «Nunca lo he pensado, supongo que me gustaría compartir los objetos y su historia a través de exposiciones o algún museo, porque la historia constitucional de España es apasionante y poco conocida».

Ahora mismo tiene cedidas temporalmente las siete primeras ediciones de las Constituciones históricas españolas y tres polveras a la exposición sobre ‘León, Cuna del Parlamentarismo’ que se encuentra abierta en Puerta Castillo, y que hace un recorrido desde las primeras Cortes convocadas por Alfonso IX en León hasta el sistema parlamentario actual español.

Y como aficionado y también político -Víctor Miguélez fue alcalde de Gordaliza del Pino durante ocho años-, la pregunta es inevitable. ¿Es necesaria una nueva Constitución en España?. «Yo creo que como máximo la Constitución de 1978 necesitaría algún leve retoque pero no un cambio integral, ni mucho menos una nueva Constitución», afirma.

«La Constitución del 1978 es sucesora de los ideales de los españoles en cada momento y que inspiraron las constituciones de 1812, 1837, 1845, 1869, 1876 y 1931. Estableció unas reglas estables de juego político a las que se llegó entre todas las fuerzas políticas tras una complicada Transición y ha permitido el desarrollo democrático en este país; yo creo que le queda mucha vida», insiste.

Quizá todo quede dicho en su Preámbulo, como resumen de una colección como ésta, al hablar de su gran objetivo: «Garantizar la convivencia democrática dentro de la Constitución y de las leyes conforme a un orden económico y social justo».

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