Diario de León

70 AÑOS DEL FIN DEL HOLOCAUSTO

«Olíamos a muerte»

37 los leoneses y leonesas están en la lista de los deportados españoles a campos nazis de los que sólo una decena salieron vivos. Casi todos tras la liberación de los campos de Mauthausen y Gusen en mayo de 1945

Prisciliano García Gaitero (a la derecha)

Prisciliano García Gaitero (a la derecha)

Publicado por
ANA GAITERO | LEÓN
León

Creado:

Actualizado:

La muerte se había convertido en parte de nuestras vidas, como el trabajo, el hambre que estrujaba constantemente nuestros intestinos o el frío que mordía nuestro cuerpo. Olíamos a muerte, pensábamos constantemente en la muerte y convivíamos con la muerte. La temíamos mucho menos que al dolor o las humillaciones, era nuestra compañera, nuestra amiga y, a veces, nuestra única posibilidad de escapar».

Lope Massaguer fue uno de los más de 9.000 españoles deportados en los campos de concentración nazis entre 1940 y 1945. Mauthausen y su sucursal de la muerte en Gusen fueron los destinos finales de la mayoría de los ‘rostpanier’, los rojos españoles que Hitler ofreció a Franco y a Stalin sin que ninguno de los dos dictadores quisiera hacerse cargo de ellos. «No los necesito, no los quiero», dijo Pétain a los nazis cuando se los entregó. Muchos habían pasado por los campos franceses de arena, como Argeles sur Mer.

Franco rehusó hacerse cargo de ellos: «Dijo que nunca admitiría a esos españoles rojos que lucharon por una España soviética. Entonces ofrecimos los 6.000 españoles rojos a Stalin. (...) ¿Qué se supone que debemos hacer?», se preguntaba en un discurso Eigruber el 27 de junio de 1941, según un informe de OSS-Nara citado por Benito Bermejo en el libro Francisco Boix, El fotógrafo de Mauthausen.

Un total de 37 leoneses figuran en la lista del horror de los campos de concentración nazis (34 en la lista oficial del archivo público Españoles Deportados a los campos de concentración). La relación de nombres se ha se ha ido ampliando en los últimos diez años a cuenta gotas. Sigue abierta. Vicente Soto Muñiz, de La Seca, es el último nombre que se ha incorporado al archivo del Centro Documental de la Memoria Histórica.

Este superviviente leonés del holocausto —tan sólo diez salieron con vida— no figura en el Libro Memorial. Españoles deportados a los campos nazis (1940-1945), de Benito Bermejo y Sandra Checa, con el que el Ministerio de Cultura sacó del olvido y del anonimato a los ‘triángulo azules’.

El nombre de Ángel Altozano Auri, que aparece en el apartado Sin determinar en el Libro Memorial es asociado a Santa Lucía de Gordón, en los papeles que custodia el Archivo de la Memoria Histórica pertenecientes a la Federación de Deportados e Internados Políticos Víctimas del Fascismo (Fedip) que ha estudiado el historiador Secundino Serrano. El periodista Marco Romero aportó en 2012 los nombres de las dos leonesas que pasaron por el campo femenino de Ravensbruck, Ángela Cabeza Rodríguez, de Magaz de Cepeda, y Adrienne Calderón, de Lugán. De esta última se perdió el rastro en 1945, mientras que Ángela vivió hasta 1992. Por último, está el caso de Ángel Huerga Fierro que fue abatido cuando era transportado desde un penal francés.

Los ‘rostpanier’ eran identificados con un triángulo azul en el ‘pijama’ de rayas que vestían como uniforme los deportados españoles en los campos nazis. Así se distinguía a los republicanos españoles de otros presos políticos que eran identificados con el triángulo rojo.

Francisco Largo Caballero, que fue presidente de la república española, pasó por uno de estos campos, Sachenhausen, muy cerca de Berlín. Murió al año siguiente de la liberación, en 1946. «De Alemania volvió anciano y fatigado», cuenta Ramiro Santiesteban Castillo, quien fuera presidente de la Fedip.

El primer campo en ser liberado fue Auschwitz, en Polonia. Fue el ejército soviético, el 27 de enero de 1945, en abrir las puertas de este complejo formado por varios campos de concentración, de exterminio y de experimentación médica. Fue el campo diseñado para la «solución final judía» y en él sirvieron 6.500 agentes de las SS. Se calcula que fueron asesinadas entre 1,5 y 2,5 millones de personas, sobre todo judíos. Otro medio millón murieron por hambre y enfermedades. Algunas fuentes reseñan que llegó a haber unos 1.200 españoles.

Fue el campo donde Josep Mengele, conocido como el ángel de la muerte, realizó sus terribles experimentos: cosió a hermanos por los brazos, diseccionó en vivo para probar el umbral del dolor, hizo operaciones de cambio de sexo, mutilaciones y extracción de órganos... También realizó experimentos de esterilización con las mujeres judías.

Tadeusz Sobolewicz, uno de los supervivientes, relata la vida en Auschwitz: «Por la mañana, el estado efectivo de prisioneros era de unos 25.000 y por la tarde, debido a los accidentes de trabajo, fallecimientos en la enfermería, fusilamientos y selecciones, podía bajar a 24.000. Un día murieron quince personas a mi alrededor mientras trabajábamos. La mayoría de ellos tenían flemones y ulceraciones. El trabajo era horroroso y el hedor no se podía aguantar. Por la tarde, después del trabajo, al levantar un pedazo de pan a la boca sentí que mis manos, a pesar de lavarlas varias veces olían a cadáveres. Comía aunque cada porción de pan parecía empapada de olor de las personas que se habían ido».

La ignominia humana y el hedor de la muerte es común denominador en todos los testimonios sobre el holocausto en los campos nazis. Incluso el deseo de morir como liberación. «Llegué a envidiar a aquellos que por fin dejaban de sufrir y se estrechaban en un abrazo con la muerte como si se tratara de una amante ausente mucho tiempo...pensé infinidad de veces en entregarme a ella precipitándome hacia la alambrada eléctrica, pero me faltó el valor, o una fuerza instintiva tiraba de mí en el otro sentido», escribió en su diario el leonés Prisciliano García Gaitero, oriundo de Fuentes de Carbajal.

«Cuando pasaba por delante del horno crematorio, miraba hacia lo alto de la chimenea y pensaba que no tardaría en salir por ella convertido en humo. Y también contra eso algo en mí se rebelaba», según recoge el libro 'Mi vida en los campos de la muerte nazis', de José Luis Gavilanes Laso.

Prisciliano García Gaitero enfermó de tuberculosis ósea durante su cautiverio; cuando salió pesaba tan solo 38 kilos y murió en 1949 en Francia en el sanatorio de Brevannes. Sus «cinco interminables años en los campos de exterminio nazis», como él mismo anotó en su diario, en el relata incluso prácticas de antropofagia y canibalismo para matar al hambre que los convertía en despojos humanos, tanto física como moralmente. El hambre «es capaz de quitarle al hombre la honradez, la vergüenza y la dignidad».

La mayoría de los deportados no salieron de los campos de exterminio más que, como decía Prisciliano, convertidos en humo a través de la chimenea del crematorio. De los más de 9.000 deportados españoles murieron 4.816, prácticamente la mitad. La proporción de leoneses que perecieron en los infiernos nazis fue superior.

El relato de Massaguer en Mauthausen fin de trayecto es estremecedor. Había, dice, hasta «35 maneras en morir» pero «ninguna era tan horrible como la producida por el agotamiento transportando piedras por la cantera. Llegar al final sólo significaba tener que comenzar nuevamente. Los nazis nos habían convertido en caricaturas de Sísifo. Éramos unos Sísifos demacrados, esqueléticos y atormentados cuyo castigo tenía como final el crematorio».

De los cruzaron la puerta en 1945, el leonés Alipio Rodríguez Omaña fue testigo de excepción. En un diario que arranca el 5 de mayo de 1945, día de la liberación de Mauthausen por el ejército aliado, escribe: «Estamos esperando de un momento a otro la llegada de las tropas norteamericanas. A las cinco llega una tanqueta acompañada de otras dos y un pequeño coche de la cruz roja. Hacen presos a los soldados alemanes y nosotros quedamos libres».

tracking