Diario de León

Historias a lápiz

Aquí las paredes hablan

Alejandro grande y genaro gonzález han documentado todas las inscripciones que guarda la fábrica de curtidos desde 1911

En la fábrica visitable, entre pieles y el trabajo artesano, se esconde la historia de Santa María, contada por sus testigos desde 1911.

En la fábrica visitable, entre pieles y el trabajo artesano, se esconde la historia de Santa María, contada por sus testigos desde 1911.

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ana g. valencia
León

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Es una hemeroteca en la pared. Sin orden, sorprendente como la actualidad que rodea cualquier época. Es la historia, oficial y oficiosa, de Santa María del Páramo. Contada por sus testigos, narrada de forma breve, al amanecer o por la tarde, como complemento de un día a día y una jornada de trabajo. Aquí, realmente, los muros hablan y esconden la realidad de un tiempo que otros se han afanado por custodiar, estudiar y, ahora, documentar. Esos otros son Alejandro Grande Martínez, un joven de 21 años, paramés y estudiante de Bellas Artes en Sevilla, que junto a Genaro González, maestro curtidor y dueño de la última tenería que queda en la localidad, han querido regalar a los que vengan la historia que los de antaño escribieron en las puertas, como un lienzo que esperaba ansioso la última hazaña, suceso o acontecimiento que ocurría en la villa.

La fábrica de Genaro es la última tenería artesanal de España y por suerte está abierta a todos los que quieran visitarla. El lugar habla, cuenta y sólo hay que entrar, dejarse guiar y escuchar. «Muchas veces vivir solamente consiste en abrir los ojos y dejarse sorprender». Así comienza Alejandro la documentación de todas las inscripciones, firmas y datos legibles que esconden los muros de la tenería. Y es, eso, precisamente lo que hay que hacer.

Con los ojos bien abiertos las puertas de la fábrica conducen a un viaje al pasado. Las historias de oídas tienen aquí su fundamento. Fundamento avalado por quien lo vivió. Y es que los muros regalan un auténtico noticiero que arranca en 1911, con la primera cita documentada, que hace referencia a unos cueros que se echaron en agua. «Es un caso curioso, interesante y único por la rareza de su localización, la concentración y número, la variedad de tipologías y los modos empleados», explica Alejandro.

Son muchas las personas que durante los años pasados dejaron su huella en la tenería artesana. Huella grabada a lápiz o a tiza y con su propia grafía. Sin máquinas de escribir, sin filtros, ni maquillajes. La motivación que llevó durante años a los empleados de la fábrica a dejar escrito en las paredes lo que pasaba en la localidad se desconoce. Quizá uno fue el primero que lo hizo y el resto por imitación siguió sus pasos.

Grande y González han logrado documentar y transcribir 135 citas diferentes y firmas legibles que se encuentran en la fábrica. Hablan de acontecimientos, recogen sumas y restas, narran el día a día y guardan, ahora, un incalculable valor etnográfico. Las puertas no se han tocado. El grafito que guía los trazos sigue siendo el original. Testigo silencioso de la evolución de la localidad. Esa por la que en 1934 pasó un aeroplano, dejando sorprendió a quien lo apuntó en el muro de madera. Debió de ser un acontecimiento digno de quedar registrado para siempre. Las ‘anovenas’, en el vocablo paramés, también debió tener su interés para los trabajadores de la fábrica que lo escribieron. De hecho, en la tenería aparecen dos salidas extraordinarias de la Virgen para pedir agua o para que dejara de llover, quién sabe. Llaman la atención los sucesos, los incendios que acaecieron en la localidad, el robo al Monte de Piedad de la villa o el asesinato de una niña, la de Fericundo García, dice la inscripción del 4 de noviembre de 1948. Los más mayores aún se acuerdan de ello. Se recoge en estas paredes la caída del revestimiento de la torre en 1937. Debió ser impactante para los lugareños porque como detalla la cita no hubo «desgracias personales». Los empleados no dudaron en apuntar el día que se vino abajo la bodega de Teótimo. Era un 2 de octubre, del 47. También está recogida en la pared, más concretamente en un perchero, el día que se puso el rótulo a la propia fábrica. Era el 23 de agosto de 1940.

La paredes también servían de calendario agrícola. En ellas apuntaban las vendimias y los ciclos del campo. Cumplían además la función de apuntar las cuentas pendientes. Una libreta a gran escala, los arrobas o las libras que debía tal o cual. Con nombres y apellidos, sumas y restas. «Con este estudio hemos cumplido con el deseo de quienes dejaron los acontecimientos en la pared, que era que en el futuro se conocieran». Y, el futuro ya está aquí. «Lo dejaron para nosotros», explican Genaro y Alejandro. En el documento, las citas según su ubicación aparecen documentadas en diez localizaciones diferentes. Es curiosa la que habla de un barco de vapor que ofrece ‘Vacalao’, tal cual a parece recogido, a buen precio.

Es #culturaparamesa, como el hastag que Grande y González han creado para difundir las raíces de esta tierra. En internet puede encontrarse el documento y su descarga es gratuita.

Hay otros proyectos entre manos, como la creación de una escultura homenaje a los curtidores del pueblo. Hay que hacerles un monumento. Lo merecen. Es también legado a futuro, como el deseo de tantos que proyectaron la actualidad en la tenería. Y, es que aquí las paredes hablan.

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