Diario de León

CANTO RODADO

fantasmas

La historia se refleja en el presente inquietantemente. se cumplen 26 años de la caída del telón de acero pero levantamos muros y electrificamos vallas

León

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Un fantasma recorre Europa y no son las sombras de las personas que buscan refugio lejos de la guerra. Es la historia que se repite. Esa que nos prometieron que nunca más sucedería. En cada ciudadano sirio que tiene que dejar su casa por las bombas o el miedo, y son ya cuatro millones, hay un español que cruzó los Pirineos, al final de la Guerra Civil, tratando de salvar la vida en Francia. Por cada sirio que llega a las costas de Europa hay un judío que intentaba cruzar el Atlántico huyendo del Holocausto.

La historia nos persigue, aunque en la era global, el genocidio, como todo lo demás, está deslocalizado. En Siria, Afganistán, Irak, África... La historia nos devuelve sus espumarajos como el mar escupe los cuerpos de quienes perecen en la Odisea de la diáspora salvaje.

La historia nos persigue. Pronto celebraremos 26 años de la caída del telón de acero, el muro de Berlín, mientras levantamos nuevos muros en toda Europa, en Palestina y electrificamos la valla de Melilla.

La historia se refleja en el presente inquietantemente. Cuando los españoles republicanos emprendieron el éxodo al otro lado de los Pirineos, muchos no querían quedarse en Francia. Y mucho menos en los campos de internamiento en los que fueron hacinados de la manera más indigna. La mayoría deseaban volver a su país, a la vida normal.

Mamá Merkel

L os sirios también querrían emprender el viaje de vuelta. Pero no pueden. Su horizonte es Alemania. El norte próspero y estable frente al sur pobre y convertido en un protectorado de Alemania por una crisis inventada para mayor gloria de mamá Merkel. Miren a su alrededor. El paisaje de los supermercados es germano, las películas de la tele son de factura alemana... Obedecemos órdenes de la banca alemana.

Un fantasma recorre Europa. Y no son los refugiados sirios que se niegan a ser confinados en campos de acogida en Hungría. Son las leyes represoras que entrarán en vigor próximamente en el país húngaro para encarcelar a quienes pisen sus fronteras.

La foto de Aylan

P ero frente a la cicatería y la ceguera de los gobiernos está la solidaridad y la madurez de la sociedad civil. O quizá tan solo la vergüenza de contemplar la muerte de un niño multiplicada en los medios y las redes sociales. Aylan ha muerto millones de veces ante nuestros ojos y nos ha removido las entrañas. Nos guste o no.

Estábamos de vacaciones. Y el niño con su cuerpo boca abajo, sobre la arena, nos dio un golpe de pecho. No. A mí no me escandaliza la foto de Aylan. Me horroriza lo que ocurre en Palestina, en Siria, en Afganistán, Sudán, Irak o República Democrática del Congo. Y me conmueve la muerte de Aylan y de miles y miles de niños y niñas víctimas de las guerras y las injusticias. Incluso en nuestro país.

La selfie de Ángela

A mí me da vergüenza la selfie de Ángela Merkel en un campo de refugiados. La dama de hierro convertida en santa por no haber hecho nada durante cuatro años de guerra en Siria. Ni ella, ni Cameron, ni Sarkozy, ni Rajoy. Me abochorna el espéctaculo del reparto de refugiados.

La historia se repite. Vuelve al teatro Madre coraje de Bertolt Brecht. Una pícara del siglo XVII transportada por el dramaturgo alemán a la Guerra de los 30 años como astuta vendedora ambulante que saca partido a la guerra y al dolor humano. Pero a la larga pagará un alto precio: Sus tres hijos.

Veremos cuál es el precio que pagará Europa y la sociedad del bienestar.

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