Diario de León
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Petra Laszlo, la periodista húngara que pateó a refugiados que huían de la policía esta semana, ha decidido romper su silencio y publicar una carta abierta en un diario ultraderechista de su país, en el que pide disculpas al mundo entero.

«Lamento lo ocurrido, la cámara estaba rodando, cientos de inmigrantes saltaron el cordón policial y yo me asusté, sentí que estaba siendo atacada y que tenía que protegerme. Es complicado acertar con tus decisiones cuando eres presa del pánico», ha escrito. Laszlo fue despedida por la televisión en la que trabajaba, ante el escándalo internacional que su acción ha provocado.

«No soy una cámara racista sin corazón que patea niños, no merezco esta caza de brujas contra mí, ni la difamación, ni las amenazas de muerte. Solo soy una madre soltera en paro con hijos pequeños que tomó una decisión errónea, lo lamento de verdad».

La primera reacción de cualquiera de nosotros, al ver las imágenes de lo sucedido, fue sin duda de rechazo. Yo, como el resto del planeta, sentí una inmediata repulsión por lo que había hecho compañera, alguien a quien se le presume la integridad profesional básica de no formar parte de la noticia, sino estar en medio de ella para transmitirla lo más intacta posible. No puedo disculpar la zancadilla en nadie, y menos aún en alguien que, puestos a tomar partido, debe hacerlo por aquellos que no tienen voz para alzarla por sí mismos.

Sin embargo, hay algo en la petición de perdón de Petra Laszlo que me hace reflexionar. Ella ha dicho que sintió que estaba siendo atacada y tenía que protegerse. Como no cabe pensar viendo las imágenes que sintiese que su vida corría peligro alguno, entonces solo queda colegir que lo que sintió atacado fue su identidad nacional, la integridad de patria, bandera y frontera, la esencia de lo que ella es o cree ser. Es posible, ante la invasión de algo que uno considera muy propio o particular, sentirse atacado y reaccionar dificultando de alguna forma aquel ataque. Claro que para ello hay que llevar -en el alma, en el corazón, en la lente de la cámara- un montón de ideas preconcebidas, de juicios de valor previos, de odio, en suma.

Será que me vuelvo cínico con los años, pero tiendo a pensar que no hay verdadera ideología en los medios de comunicación o en los partidos políticos, tan solo la delimitación de un nicho de mercado que explotar de la forma más conveniente posible. Petra Laszlo pertenecía a un medio de comunicación que vendía noticias al gusto del consumidor, que es el que paga. Y cuando uno consume siempre los mismos alimentos, tiende a presentar anemias en las zonas del alma que impiden levantar la pierna ante un padre corriendo con su hijo en brazos, y a desarrollar reflejos perrunos, identitarios, localistas, que hacen sentirse atacado en ese pedazo de tierra que la historia y el guarda en su garita llaman tuyo, no suyo.

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