Diario de León
Publicado por
Andrés Aberasturi
León

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Y mientras todo era un ir y venir de líderes políticos del Congreso a la Zarzuela, en el Parlamento catalán se metía un punto en el orden del día y se aprobaba un «mecanismo unilateral de ejercicio democrático», que no es otra cosa que un referéndum (unilateral) de independencia. Todo el mundo lo sabe, no merece la pena discutir sobre lo que es pasarse la ley por la entrepierna en un estado de derecho. Que voten lo que quieran. No sirve.

Pero es precisamente ese «no sirve» lo que uno no termina de entender. Uno no entiende que un buen número de catalanes sensatos estén convencidos de que declararse independientes de España es cosa sencilla y que nada iba a cambiar salvo pequeños detalles formales y/o retóricos. Uno sí entiende que determinados grupos —esos que vienen trabajando en el futuro ejército catalán— estén convencidos de la viabilidad del proyecto. Pero esa población catalana que vota independencia, creo que asume una realidad ficticia, la pesadilla que tuvo Mas.

Uno entiende que esos catalanes desconfíen de lo que se dice en Madrid porque algunos se han empeñado en hacer de Madrid el verdugo de Cataluña. Esos pocos han engañado, han tergiversado la Historia, han elevado a categoría política la eterna rivalidad de dos equipos de fútbol, se han creído la leyenda del felpudo de Ikea: «bienvenidos a la república independiente de mi casa».

Lo malo es que el mundo es más complicado que una declaración unilateral y Cataluña no es exactamente Gran Bretaña. No puedo entender que no atiendan a lo que se les viene diciendo, que eso de la declaración unilateral no se contempla en la UE, que no se puede hacer un Banco Nacional Catalán, que la Otan es muy suya y no digamos la ONU, que una pesadilla de Mas no puede hacerse realidad.

No entiendo que no lo entiendan; no hablo de sentimientos, hablo de una realidad que es advertida una y otra vez por muchos y vuelvo a repetir lo del felpudo: yo lo compré, lo coloqué y todo fue bien hasta que llegó el recibo del IBI que naturalmente no pagué. Me embargaron, y con recargo. Por lo visto lo del felpudo no sienta jurisprudencia.

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