Diario de León

CANTO RODADO

Los chalecos amarillos y tú

Hay que escuchar Radio Francia Internacional o leer a periodistas con veteranía y valentía para saber que detrás de la revuelta de los chalecos amarillos hay muchas cosas que nos conciernen.

León

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Hace unos días recibí un mensaje de un amigo de Villavante. Por la campana virtual del WhatsApp me alertaba de un hecho que subyace en la revuelta de les gilets jaunes: «Ayer leí y escuché en RFI —Radio Francia Internacional— que lo que está ocurriendo en Francia es una ‘cuestión territorial’, reivindicaciones del medio rural. En los medios españoles no he sentido que enfoquen la revuelta en ese sentido. Se quejan de lo mismo que nos quejamos aquí. Pésimos servicios sanitarios, etc. en el medio rural».

Y les silencian igual que aquí los gobernantes más cercanos, léase Junta, Ayuntamiento y Diputación, guardan silencio y hacen luz de gas sobre los toques a rebato de los sindicatos en forma de manifestaciones por la desesperada situación de una provincia que se desangra demográficamente por falta de empleo y oportunidades. Desde el Estado y todo su aparato burocrático tampoco saben mucho de lo que aquí sucede.

Lo que pasa a escala provincial ocurrió primero en los pueblos. Y las primeras en irse fueron las mujeres y las generaciones más jóvenes, muchas veces empujadas por sus familias, convencidas de que allí no había futuro para sus vástagos porque el progreso se visualizaba en las ciudades y en los motores. Y porque, además, y eso no era baladí, a los de pueblo les llamaban paletos.

La autoestima fue lo primero que robaron al mundo rural. Ahora quieren apropiarse del territorio a fuerza de expulsar a las últimas y heroicas gentes que resisten contra el saqueo de los servicios públicos, con la sanidad como buque insignia del bienestar, además de la liquidación del transporte público y la sombra digital a la que están sometidos numerosos pueblos.

Detrás de los chalecos amarillos hay algo que se nos escapa desde las zonas cero de la despoblación que se presienten cuando una se adentra en los paisajes de Omaña, con sus robledales abrazados por líquenes y el creciente asilvestramiento del paisaje. Pero también hay algo que intuimos que tenemos en común con esas gentes que se han lanzado hacia París contra las políticas de Macron.

Con la subida de precios a los carburantes y la bajada de los impuestos a las grandes fortunas, ponen la puntilla al empobrecimiento de las clases medias a consecuencia de las políticas austericidas amparadas en una crisis económica que ha hecho más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, pero también a quienes se creían a salvo en el estado de bienestar.

Los recortes a los servicios públicos afectan de manera sangrante al mundo rural, pero ya son muchas las zonas urbanas que sufren los recortes sanitarios. Bajo la excusa de que no hay médicos se quiere ocultar la falta de planificación y de inversión presupuestaria. A León se le negó aspirar a tener una facultad de Medicina porque, según la Junta, era suficiente con Salamanca y Valladolid.

El caso de Armunia, que se quedó con la mitad de la plantilla para atender a una población de 13.000 cartillas, o de La Palomera, sin asistencia pediátrica, son la prueba de que lo que pasa en los pueblos nos afecta también en la ciudad que tiene la ventaja de tener un hospital ante cualquier emergencia.

Lo que pasa en los pueblos nos concierne. El aire, el agua y el pan están en esos espacios que se vacían por imperativo de la desidia y del robo de los derechos de ciudadanía. Cuando ya no haya nadie que los cuide nos faltarán también en la ciudad. Nos cobrarán por respirar y por cada paso que demos sobre el asfalto. Entonces nos acordaremos de los pueblos y de sus gentes. Y nos acordaremos de los chalecos amarillos. Y de que nos dejamos arrebatar lo nuestro.

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