Diario de León

El Schindler leonés

-Juan Ferrero ayudó a otros compatriotas a librarse de un campo de trabajos forzados de los nazis

Publicado por
Tomás Abeigón
León

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Hijo de un comisario republicano que luchó con las Brigadas Internacionales, Tomás Ferrero, hasta 1952 considerado el mejor deportista español de la historia y primer campeón mundial de culturismo, tuvo que exiliarse a Burdeos donde se vio obligado a trabajar en una fábrica de aviones durante la Segunda Guerra Mundial pero se libró de trabajos forzados gracias a la influencia de una afamada cineasta nazi que le admiraba. Así fue como el leonés Ferrero ayudó a otros compatriotas y emuló a Oskar Schindler.

Esta historia no hay que inventarla: la vida de Juan Ferrero tiene sin duda todos los ingredientes de una gran película, es una historia de lucha, amor, misterio, acción y emoción y también de tragedia.

En definitiva, una vida apasionante que inspiró a los miles de personas que encontraron en él ese perfecto espejo en el que poder mirarse. 

Leni Riefenstahl, la cineasta y fotógrafa alemana amiga de Hitler que se prendó de Ferrero.

Leni Riefenstahl, la cineasta y fotógrafa alemana amiga de Hitler que se prendó de Ferrero.

Su incansable afán de superación, su valentía, su perfeccionismo, su tenacidad, su ingenio y su defensa del cumplimiento de la justicia son aún hoy en día valores en alza de utilidad para cualquier persona, sea deportista, limpiabotas, dentista u obispo de una diócesis. 

Considerado hasta 1952 el mejor deportista español de la historia —no hubo otro hito deportivo que lo superara aunque desgraciadamente las autoridades deportivas españolas nunca fueron capaces de ver y valorar su verdadera importancia—, fue también ‘el Schindler leonés’ al que inconcebiblemente silenciaron su gesta.

Leni Riefenstahl, amiga personal de Hitler, cineasta adorada por los nazis, quedó fascinada por el leonés Ferrero y su esculpido cuerpo

Juan Ferrero, que fue el primer ‘Mr. Universo Profesional Nabba’ de la historia, un prestigiosísimo título deportivo, nació el 5 de abril de 1918 en una pequeña aldea verde y montañosa de la provincia de León llamada Puente Almuhey —214 habitantes ese año—, donde trabajaba su padre, Alfonso Ferrero, como escribiente en una importante mina de hulla llamada la Salvadora, perteneciente a la Sociedad Feliú y San Pedro. Fue bautizado en la parroquia del lugar el 21 de ese mismo mes con el nombre de Fidel Ferrero Colino, aunque luego adoptó el nombre de Juan por el de Fidel.

Juan Ferrero con 13 años, junto a sus hermanos pequeños Antonino, Jesús y Carmen. Foto cedida por Tomás Abeigón

Juan Ferrero con 13 años, junto a sus hermanos pequeños Antonino, Jesús y Carmen. Foto cedida por Tomás Abeigón

Tiene este hecho tres explicaciones posibles: una, que se cambiara el nombre cuando emigró a Francia por motivos de la guerra —cosa bastante frecuente entre los refugiados en otros países—; dos, que le gustara más el nombre de su abuelo como nombre artístico; y tres, que tal vez sea la hipótesis más fiable, Fidel en francés significa fiel, y ese nombre a Ferrero no le gustaba porque según su hermano Jesús «lo veía más propio de un animal, para ser más exacto, de un perro que de una persona»

El pleno del Ayuntamiento de su pueblo le concedió por unanimidad en 1996 a Juan Ferrero la calle más importante del pueblo, que pasó a denominarse Avenida de Míster Universo Juan Ferrero.

Hasta 1952 se le puede considerar el mejor deportista español de la historia, no hubo otro hito deportivo que lo superara

Ferrero de niño, al margen de su constitución débil, delgada, achacosa y enfermiza, que hacía que tuviese menos músculo que una loncha de beicon, físicamente no tenía nada que particularmente llamara la atención, exceptuando una cosa: a diferencia del resto de su familia, su piel tenía un tono muy moreno y bronceado, lo que valió para que en el colegio le apodaran el ‘negro’ e incluso se llegara a dudar de su procedencia o linaje. Tiempo después, esto sería una gran ventaja para posar pero en su adolescencia le produjo muchos problemas, por lo que siempre estaba peleándose con otros chicos.

Quizás estas luchas y riñas en su niñez y juventud le dieron la perseverancia y fuerza de voluntad (cualidades éstas indiscutibles para todo atleta que se precie y que a Juan le sobraban) necesarias para desarrollar su cuerpo.

Juan Ferrero en una sesión de fotografías tomadas por Tony Lanza. Imágenes cedidas por Tomás Abeigón

Juan Ferrero en una sesión de fotografías tomadas por Tony Lanza. Imágenes cedidas por Tomás Abeigón

Después de residir siete años en ese lugar mágico por sus paisajes y sus gentes que es Puente Almuhey y que fue escenario de sus primeros juegos infantiles, se trasladó junto con toda su familia (sus padres y sus tres hermanos menores) a Burdeos y allí a los 15 años, con el deseo de entrenar a fondo sus músculos, se empezó a interesar por la gimnasia deportiva, que compaginaba con sus estudios, obteniendo en su primer debut oficial el título de Campeón del Sur Oeste Francés, aunque antes en el colegio ya había ganado c pruebas atléticas.

Rápidamente obtuvo progresos espectaculares en atletismo, consiguiendo muy buenos resultados, con marcas como 11,00 segundos en 100 metros en el año 193) o saltar horizontalmente 3,15 metros con los pies juntos sin carrera. En la gimnasia dominaba todos los aparatos y era capaz de hacer el salto mortal adelante y hacia atrás, el cristo, equilibrios y subir la cuerda lisa de siete metros en cinco segundos con las piernas en escuadra.

Motivado por unas fotos del afamado profesor de cultura física, escritor y atleta Marcel Rouet en la revista ‘La Culture Physique’ con el tipo de físico que él deseaba conseguir, de inmediato comenzó a entrenar en serio apuntándose al gimnasio del profesor René Dameron y a participar en concursos de fisicoculturismo, debutando por primera vez en un concurso llamado Plus Bel Athlete de Europe que se celebró en Paris en 1937 donde se clasificó en el puesto 13º. En 1938 participa en el Plus Be Athlete du Monde, donde queda undécimo, y en 1939 vuelve a competir en otro concurso, el Plus Bel Athlete de International y se clasifica noveno. Tras el parón competitivo que forzó la Segunda Guerra Mundial, en 1943 acude al Plus Bel Athlete de France» donde sube al pódium al quedar tercero.

Juan Ferrero degusta un helado en Canadá, donde acudió a un concurso internacional.

Juan Ferrero degusta un helado en Canadá, donde acudió a un concurso internacional.

Deportistas muy famosos

Entre principios y mediados del siglo XX los culturistas en Francia era famosos, los certámenes se celebraban en lujosos casinos y teatros abarrotados de público de ambos sexos que asistía elegantemente vestido para la ocasión, en algunos casos los hombres de esmoquin y las mujeres de largo, había numerosas revistas especializadas y periódicos cubriendo los eventos, la población francesa acudía en masa a los gimnasios y sentía verdadera admiración y devoción por estos atletas que simbolizaban la salud, la fuerza y sobre todo la belleza, rememorando el ideal griego que demuestra su abolengo, llegando a acuñar para esta disciplina en el país galo —verdadera cuna del culturismo mundial y no Estados Unidos como equivocadamente se nos ha hecho creer— el nombre de cultura física, que eran las palabras con las que el profesor Edmond Desbonnet quiso denominar a un tipo de gimnasia con pesas dirigida especialmente hacia el desarrollo de los músculos con el fin de alcanzar la máxima plasticidad o belleza corporal y que hoy se le conoce con el nombre de culturismo o fisicoculturismo gracias a la aportación hecha en 1946 por el Profesor Marcel Rouet.

Ferrero le puso como condición a la afamada directora que posaría si ella utilizaba sus influencias para sustituir los trabajos forzados. Luego utilizó la posición de Riefenstahl para ayudar a otros compatriotas

Encendido por el nuevo entusiasmo, Ferrero poco a poco empezó a ver resultados y a subir en las clasificaciones. De hecho, en las dos ediciones anteriores en la división Amateur de los años 1950 y 1951 del mismo certamen de Mr. Universo también consiguió vencer en su talla. Su físico con unos abdominales firmemente tallados, de cintura fina, brazos fuertes, con piernas bien definidas y unos amplios dorsales como única tarjeta de presentación, conseguía que Ferrero alcanzara la cima de su brillante carrera a los 34 años ganando el 12 de julio de 1952 en el Scala Theatre de Londres —un impresionante teatro construido a escala del famoso Scala de Milán que se encontraba situado en la esquina formada por Charlotte Street y Tottenham Street, con aforo para casi mil quinientas personas, y que fue demolido en 1969— el prestigioso título de Mr. Universo Profesional Nabba, el concurso más importante del mundo de este deporte organizado por la federación Nabb (National Amateur Body Builders´ Association), al cual acuden desde la segunda mitad del siglo XX atletas de todos los rincones del planeta para alzarse con tan prestigioso galardón, y por ende coronarse como los mejores culturistas, convirtiéndose en la puerta abierta hacia el éxito en esta disciplina, que encumbra a los mejores culturistas que muestran el arte que se lleva impreso en el cuerpo, reflejando las proporciones ideales de las antiguas estatuas griegas y que aspiran a inmortalizar su nombre dejándolo grabado en el Cuadro de Honor de los Vencedores o Hall of Fame de la Nabba.

En un ambiente de gala, subió al pódium el ganador absoluto de la categoría profesional, destacando su físico perfecto en proporciones y de corte clásico. D esta manera, su nombre, su figura y su nacionalidad española —de la que se sentía muy orgulloso, a pesar de los muchos años vividos en Francia y a la que nunca renunció— daban la vuelta al mundo, haciéndose eco en todos los medios de comunicación de la época, no sólo los especializados en donde ocupó cerca de cuarenta portadas de revistas, sino también, en los medios generalistas de radio y prensa escrita.

Un jovencísimo Juan Ferrero emulando al Discóbolo de Mirón.

Un jovencísimo Juan Ferrero emulando al Discóbolo de Mirón.

Un hombre magnético

Los que le conocieron se extienden en elogios hacia su persona, coincidiendo todos al calificarlo como un hombre con una personalidad magnética, de gran cultura (hablaba perfectamente tres idiomas), con clase, inteligente, amable, elegante, educado, humano y de actitudes nobles, con un gran valor moral y una energía indomable, cualidades excepcionales. Y es que Ferrero era eso, un hombre de excepción, respetado e incluso admirado por sus inmediatos rivales.

En lo personal, el 16 de septiembre de 1939, el padre jesuita Vicente Garamendi Urritia casó a Juan Ferrero a los 21 años en la capilla del ‘Solar Español’ de Burdeos con una bailarina española de 27 años, Magdalena Isabel Martínez Cuadros , a la que cariñosamente se le conocía por ‘Madó’ y que era natural de Beas de Segur (Jaén). De esta pareja primero y de este matrimonio después, nacieron sus dos hijos Rodolfo (1938-2013) y Anita (1941). 

La fotógrafa, actriz y cineasta alemana Leni Riefenstahi, que en 1943 visitó en Burdeos de forma sorpresiva a Juan Ferrero para convencerlo de que posara para ella.

La fotógrafa, actriz y cineasta alemana Leni Riefenstahi, que en 1943 visitó en Burdeos de forma sorpresiva a Juan Ferrero para convencerlo de que posara para ella.

La amiga de Hitler que quería que posara para ella

En 1943, Juan Ferrero, que ya gozaba de fama en toda Francia y Bélgica por su condición de atleta culturista poseedor de un físico estético, armonioso y elegante, que representaba la combinación perfecta entre volumen, definición, simetría, proporcionalidad y plasticidad, recibió en Burdeos una visita inesperada. Era una actriz, fotógrafa y cineasta alemana muy atractiva, célebre por sus producciones propagandísticas del régimen de la Alemania nazi y el Tercer Reich. En los años 30 dirigió ‘El triunfo de la voluntad’ y ‘Olympia’ (cuya temática versaba acerca de los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936), por las que recibió aclamación mundial dado que algunos críticos consideran que son dos de las películas propagandísticas más impresionantes y técnicamente innovadoras que jamás se hayan hecho. 

Ella era Leni Riefenstahl, amiga personal de Hitler, cineasta adorada por los nazis que supo lavar su imagen después de la Segunda Guerra Mundial. Considerada como una de las figuras más controvertidas de la historia del cine que sirvió con fines propagandísticos al Tercer Reich, desde muy joven se sintió especialmente atraída por los cuerpos masculinos hipervoluminizados (que representan el concepto de la estatuaria griega que tanto le inspiró), y también, por los deportes. Había practicado ballet, que tuvo que abandonar por una lesión de rodilla.

Ferrero, que era el hijo mayor de un comisario político republicano claramente convencido, fue reacio inicialmente a reunirse con ella, pero con una amplia familia a su cargo (mujer, dos hijos pequeños y sus tres hermanos menores, porque su madre ya había fallecido y su padre se había venido a España a luchar contra Franco con las Brigadas Internacionales y luego pasó el resto de su vida en un campo de concentración y en un hospital español donde falleció) se vio necesitado a acceder a su petición de posar para ella en una maratoniana sesión de fotos artísticas que duró varios días, mostrando su tremenda musculatura que cabalgaba al unísono entre el arte y el entrenamiento con pesas, ya que Ferrero decía de su deporte que «no se trataba de desarrollar los músculos, sino de esculpirlos».

También fue argumento de peso para la difícil decisión, el que pocos meses antes, el español exiliado había sido requerido por las autoridades para realizar trabajos forzados en la construcción de una base submarina a las orillas del Garona para albergar 15 sumergibles destinados al Atlántico Sur y el Índico.

Ferrero le puso como condición a la afamada directora que posaría si ella utilizaba sus influencias para sustituir los trabajos forzados por los que imponía el SOT, el Servicio de Trabajo Obligatorio (Service du Travail Obligatoire), un reclutamiento obligatorio implantado durante la ocupación alemana de Francia. Ferrero entró a trabajar en una fábrica de construcciones aeronáuticas que era una instalación de montaje de aviones de combate intervenida tras la decisión del gobierno de nacionalizar las industrias militares, que en sus inicios, al disponer de escasas máquinas y herramientas, precisaba de abundante mano de obra en donde acabó desempeñando el puesto de ajustador mecánico.

A pesar de la diferencia de edad —16 años mayor Leni que Juan— y del breve tiempo que compartieron juntos, la célebre fotógrafa, se sintió totalmente fascinada y deslumbrada por la belleza atlética y el carisma de su modelo pues en ese tiempo descubrió que Juan Ferrero era el tipo de hombre que siempre había deseado. 

Hay una escena narrada por un periodista londinense que da una pista de la admiración de Leni Riefenstahl por Ferrero, aplaudiendo efusivamente desde las últimas butacas del anfiteatro del Scala Theatre de Londres el 12 de julio de 1952 donde Ferrero conseguiría su gesta de proclamarse Mr. Universo Profesional, el primero de la historia, que le hizo pasar a los anales de este deporte.

Ferrero utilizó las influencias de Riefenstahl a principios de los años cuarenta para beneficio de otros compatriotas que vivían una situación similar a la de él. Este comportamiento ejemplar de Ferrero, que recuerda al de Oskar Schindler, le ha valido para que la Asociación Española de Halterofilia y Fisicoculturismo sufrague una placa que se colocará en su tumba en la que pondrá: «Juan Ferrero, 1918-1958, Mr. Universo Profesional Nabba 1952 y hombre de bien».

Leni Riefenstahl fue detenida y juzgada al finalizar la guerra pero no fue condenada. Siempre negó haber estado al tanto del Holocausto y ganó cerca de cincuenta casos de difamación en los tribunales.

Juan Ferrero hace exhibición de su portentoso físico en una foto en la que aparece junto a su hija Anita.

Juan Ferrero hace exhibición de su portentoso físico en una foto en la que aparece junto a su hija Anita.

Diez años después de terminada la Guerra Civil Española, en 1949 un joven cántabro que aspiraba a ser trapecista, Francisco González Cuerdo de 18 años decidió en busca de una vida mejor salir del país de manera clandestina, para ello se puso en contacto con un transportista que viajaba regularmente a Burdeos con cargamentos de patatas y escondido entre éstas se escapó.

Francisco González Cuerdo una vez en Burdeos, sin dinero y sin conocer el idioma, vagando por las calles de la ciudad, se encontró el letrero del Institut Ferrero, sin pensarlo entró y vio a las personas que allí se encontraban algo incómodas al notar la presencia de alguien de aspecto tan desaliñado, por lo que avisaron al propietario, que salió de una oficina preguntando en francés qué es lo que deseaba. Paco sin saber lo que decía, un tanto avergonzado se disculpó y contestó que como le atraía este mundillo sólo estaba de paso y que ya se marchaba del lugar, pero para su sorpresa el caballero le respondió, esta vez en claro español con un suave acento francés: «Vaya, pero si eres un paisano». Así fue como Paco y Juan Ferrero se conocieron. 

Al conocer la historia de su fuga, le mostró el gimnasio, le dio de comer y lo alojó en su casa, que estaba en el piso de arriba, y además, le facilitó dinero para trasladarse París.

Sala de pesas del ‘Institut Ferrero’, en el 15 de Rue Montesquieu de Burdeos, el triángulo de oro de la ciudad. Fotografía cedida por Tomás Abeigón

Sala de pesas del ‘Institut Ferrero’, en el 15 de Rue Montesquieu de Burdeos, el triángulo de oro de la ciudad. Fotografía cedida por Tomás Abeigón

Superada esta etapa tras la ocupación de Francia, Ferrero, tras su éxitos deportivos y alcanzada la formación que le permitía ejercer de Profesor de Cultura Física, abrió un magnífico gimnasio de cultura física y estudio de baile, de los primeros de Francia, equipado con los más modernos y diversos aparatos de gimnasia de entonces, estando situado en el nº 16 de la calle Montesquieu de Burdeos y que llevaba por nombre comercial ‘Institut Ferrero’ y a nivel de club deportivo para competir el de ‘Atlas Ferrero’ acogiendo en él durante años a miles de personas atraídas por el prestigio de este excepcional y carismático atleta, que realizó una intensa labor, formando a una numerosa pléyade de deportistas, enseñándoles el camino de la buena salud a través del ejercicio físico con pesas, y transmitiéndoles su filosofía o estilo de vida, que se basaba en la alegría del esfuerzo, el valor del buen ejemplo y el respeto por los principios éticos y en una máxima, muy utilizada por él mismo: «Hay muchas oportunidades para el hombre fuerte, las cuales no se presentan para el hombre débil». Sobra decir, en igualdad de conocimientos, de cultura o de inteligencia.

Noticia sobre la muerte de Ferrero, con su cadáver tumbado sobre la hierba en el lugar del accidente.

Noticia sobre la muerte de Ferrero, con su cadáver tumbado sobre la hierba en el lugar del accidente.

La muerte de Ferrero, en la prensa

Por desgracia, una vez más el 17 de julio de 1958, Juan Ferrero volvió a ser noticia internacional, causando un gran shock a los aficionados y a los entusiastas del culturismo mundial que quedaron sacudidos por la triste noticia según la cual un estúpido accidente de circulación había acabado con la vida de este fantástico atleta cuando viajaba en un Dauphine Renault. Un automóvil al que se le conoció como ‘el coche de las viudas’ por unos frenos no demasiado fiables para un vehículo que podía alcanzar los 120 km/h y que tenía una estabilidad en las curvas tan precaria que se ganó ese sobrenombre a golpe de siniestros. De hecho, por su escasa seguridad muchos de sus propietarios introducían sacos de arena en el maletero, que estaba en la parte delantera, para que el vehículo ganase aplomo y no se saliese de la carretera en las curvas. 

Su leyenda se acrecentó por su dramático y misterioso final: un accidente de automóvil que volcó en una curva en 1958 segándole la vida a los cuarenta años

Ferrero iba justo detrás del conductor, Marc Destribats, acompañado de su hijo Rodolfo, su alumno Christian Dancale, de M. Atienza y de la señorita Helene Ame. El accidente se produjo a las 2 de la madrugada, al regresar de una exhibición en el Casino Miami de Andernos. Los demás ocupantes del automóvil sólo sufrieron contusiones sin importancia, saliendo indemnes. La causa de su muerte no fue que unos discos de hierro que habían servido en la exhibición para calentar sus músculos le golpearan en la nuca causándole la muerte instantáneamente como inicialmente se publicó, sino que Ferrero se fracturó el cuello en una de las numerosas vueltas de campana que dio el vehículo antes de detenerse en la curva conocida como ‘Quirquillás’, en la encrucijada de las carreteras de Arés y Andernos.

La tumba de Juan Ferrero en el Cementerio de la Chartreuse en Burdeos, un sepulcro propiedad de un destacado y fiel alumno suyo, Jean Lapeyre. En la foto aparece Tomás Abeigón, autor de este reportaje.

La tumba de Juan Ferrero en el Cementerio de la Chartreuse en Burdeos, un sepulcro propiedad de un destacado y fiel alumno suyo, Jean Lapeyre. En la foto aparece Tomás Abeigón, autor de este reportaje.

Tras el fallecimiento y lo inesperado del suceso, existieron algunas conjeturas que lo convierten en un auténtico misterio por lo que la Brigada de la Gendarmería de Arés abrió una investigación. Dos días después de morir, el día 19, fue inhumado en una tumba de la familia Laroche en el Cementerio de la Chartreuse en Burdeos, sepulcro propiedad de un destacado y fiel alumno suyo, Jean Lapeyre, oponiéndose la mujer de Ferrero, Madó, a colocar una lápida con el nombre de su marido, pues se conoce que la relación entre ambos no estaba atravesando su mejor momento, hasta el punto de que Rodolfo se había ido a vivir con su padre y Anita con su madre, aunque cuando Rodolfo cumplió 20 años, es decir, dos semanas antes del accidente, los cuatro lo celebraron juntos en un restaurante.

Han pasado casi 70 años desde aquel concurso de Londres, pero la figura de Ferrero, culturista y atleta de una época en la que no se contaba con los medios técnicos, materiales y humanos, ni con los avances en alimentación e instalaciones deportivas que están hoy en día al alcance de cualquiera, adquiere mayor valor, con toda justicia ocupa un lugar privilegiado en la historia del deporte español, que le debe un recuerdo.

Su figura se engrandece aún más sabiendo su labor humanitaria para salvar de trabajos forzados a compatriotas suyos durante la ocupación nazi de Francia.

Placa con el nombre de Juan Ferrero en la calle principal de Puente Almuhey, el pueblo donde nació.

Placa con el nombre de Juan Ferrero en la calle principal de Puente Almuhey, el pueblo donde nació.

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