Diario de León
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El optimismo que reina en las altas esferas del SCH parece justificado, aunque es prematuro lanzar las campanas al vuelo. La OPA es real, razonable y ha sido bien recibida, pero debe ser aprobada por las juntas generales de ambos bancos. Después, la compra deberá ser autorizada por las administraciones de España y de Gran Bretaña y, por último, visada por la Comisión Europea, pues se trata de una operación trasnacional en un sector especialmente sensible y sometido a control. De hecho, los accionistas del Abbey no recibirán la documentación preceptiva antes del próximo mes de septiembre. Y otro tanto cabe decir de los del SCH, entre los que ya se oyen voces contrarias a la «aventura británica». Los expertos del SCH han razonado que la tupida red comercial del Abbey y el hecho de que posea una cuota muy elevada (la segunda del país) en el mercado hipotecario del Reino Unido avalan por sí solas la operación. Pero hay dudas y menudean las prevenciones. Accionistas del Abbey recuerdan que hace menos de un año el Bank of Ireland ofreció 16.660 millones de euros (3.260 más que el SCH), pero su OPA fue rechazada. En las altas finanzas, las coyunturas nunca son idénticas y, sin embargo, su comparación alimenta la desconfianza entre los accionistas del SCH y, al mismo tiempo, anima a los del Abbey a criticar la actitud de su director ejecutivo, Arnold Luqman, al que algunos ya acusan de zanjar problemas menores con la solución más cómoda y, a su vez, la menos ventajosa. Erik Portanger, analista del Wall Street Journal -periódico poco dado a deslucir fiestas financieras- ha escrito: «El equipo gerencial del Abbey parece haber perdido la fe en el futuro de la empresa como entidad independiente». Si la OPA triunfa, el SCH se reforzará, dicen los analistas; pero pasado mañana, apostillan.

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