Diario de León

Ladrones de obras de arte

Cada año desaparecen decenas de obras de arte de museos y colecciones privadas de todo el mundo. Esta vez, la víctima ha sido un icono del expresionismo: «El grito», de Edvard Munch, además de «Madonna», también del noruego. Los cacos se llevar

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ANA HARO | texto El Museo Munch, en el centro de Oslo, lleno de turistas y a plena luz del día, fue testigo del robo de su joya: El grito, además de La Madonna , ambas firmadas por el pintor noruego. No hubo disparos, aunque los delincuentes iban armados con pistolas. Fueron directos a por su presa, que se encontraba muy cerca de la entrada principal. Se trata de una de las cuatro versiones que Munch pintó de El grito para reflejar la desesperación del «yo» que ya angustiaba a Munch en el año 1893. Unas horas más tarde del asalto, localizaron el coche en el que habían huido los atracadores, así como los marcos de las obras de arte, pero de las pinturas, ni rastro. Edvard Munch (1863-1944) solía hacer diferentes versiones de sus cuadros y con El grito no hizo una excepción sino que pintó cuatro modelos. La versión más conocida de esta obra se encuentra en la Galería Nacional de Oslo y también fue sustraída hace diez años en menos de un minuto. Los ladrones sacaron la pieza, símbolo del expresionismo, por una ventana sin barrotes de dicha Galería. Tres meses después de este suceso, el cuadro fue localizado en un hotel y Paal Enger fue condenado a seis años de prisión. «El grito silencioso» Munch pintó la versión ahora desaparecida de El grito en 1893 y se valió de ceras, pastel y témperas para plasmar, sobre un cartón, una representación de la angustia y la desesperanza que ha dado la vuelta al mundo. De hecho, El grito y Madonna (1894), son dos de las más importantes de su producción que le consagran como un maestro expresionista. Además, es autor de otras obras como El niño enfermo , Melancolía , El pecado o Celos . Pero su obra no se puede resumir en unos cuantos títulos ya que pintó más de mil lienzos, además de dieciocho mil trabajos gráficos y seis esculturas. Todo su legado fue a parar, tal como el dejó escrito en su testamento, a este Museo Munch en Oslo. Edvard era un hombre preocupado por los sentimientos humanos y demás enfermedades del alma. En 1908 sufrió una crisis nerviosa y pasó una breve temporada internado. Sentía terror por la muerte y expresaba en sus obras estos sentimientos extremos. El propio Munch explicó cómo surgió El grito : «Estaba caminando a lo largo de un sendero con dos amigos. Se estaba poniendo el sol, y, de pronto, el cielo se tornó de un color rojo sangre. Hice una pausa, sintiéndome exhausto, y me apoyé en la cerca. Había sangre y lenguas de fuego sobre el fiordo de color negro azulado y sobre la ciudad. Mis amigos siguieron caminando y yo me quedé ahí, temblando de ansiedad, y sentí un grito infinito que atravesaba la naturaleza». «Los cuadros ausentes» «Los cuadros sólo están asegurados contra daños por fuego y agua causados dentro del edificio del museo, pero no contra robo». Esto es lo que declaró John Oyaas, el responsable de la aseguradora del Museo Munch, a lo que añadió que «su empresa hizo una valoración de las obras y el ayuntamiento consideró que asegurarlas contra un robo sería demasiado costoso» . Miles de obras han sido robadas a lo largo de la historia y cada una ha sufrido un devenir diferente. Más de 500 cuadros firmados por Picasso, cerca de 300 firmados por Dalí, 178 por Rembrandt o 371 por Durero son un ejemplo del volumen de robos de pinturas que han sido sustraídas de los museos de todo el mundo. La Mona Lisa , de Leonardo da Vinci, estuvo desparecida desde que la robaron del Louvre en 1911 hasta que la encontraron los gendarmes en 1913. En 1991 un grupo de ladrones irrumpió en el Van Gogh Museum de Amsterdam para llevarse unas veinte obras del genio holandés. Después se encontró el botín en un coche abandonado aunque al menos tres de las pinturas estaban dañadas. Lo mismo ocurrió con El columpio , de Goya, que unos asaltantes se llevaron de la vivienda de la empresaria Esther Koplowitz en Madrid, y que fue recuperado por la policía española meses después junto con las casi veinte obras que formaban el botín. Peor suerte han tenido otros cuadros que han sido objeto de robos y que nunca más han vuelto a ver la luz. Este es el caso de obras maestras como The concert , de Jan Vermeer, junto a otras once piezas de Rembrandt, Degas y Manet. El atraco tuvo lugar en el museo Steward Gardner en Boston en el año 1990 con un botín que se valoró en más de 300 millones de dólares. En diciembre de 2002, unos ladrones se subieron al tejado del museo Van Gogh ayudados por una escalera y se hicieron con Iglesia protestante de Noenen y La playa de Scheveningen , ambas de Vicent Van Gogh, los responsables fueron detenidos pero los cuadros no se localizaron jamás. Más curioso fue el robo, a modo de protesta, de tres cuadros de Pablo Picasso ( Pobreza ), Paul Gauguin ( Paisaje tahitiano ) y Van Gogh ( La fortificación de París con casas ) que tuvo lugar en la Whitworth Art Gallery de Manchester el pasado año. Los tres lienzos, valorados en casi seis millones de euros, fueron encontrados dos días después del robo en un aseo público cercano a la sala con una nota que textualmente decía lo siguiente: «La intención no era robar, sino sólo poner de manifiesto la lamentable seguridad». Erik «el Belga», maestro del robo Sobre el asunto de robar cuadros, coleccionarlos e, incluso, participar en la labor policial de recuperar las joyas del arte, sabe mucho Erik «el Belga». Este personaje robó unas dos mil obras de arte religioso desde 1964 y, posterior y paradójicamente, ayudó a recuperar más de un millar de muchos que habían sido robados. Ahora, afincado en la localidad costera de Málaga (España), se dedica a pintar sus propios cuadros y asesora, como experto en románico y gótico, a sociedades internacionales y a bancos. Erik, cuyo verdadero nombre es René Van Den Bergue, reconoce que el mercado negro del arte «es un círculo cerrado y que, normalmente, los robos ya cuentan con un dueño de antemano». «Los ladrones roban por encargo, eso sí, no se suelen manchar las manos de sangre, es una especie de código de honor en el oficio, de otro modo la pieza estaría marcada», según explica René. Y es que muchos coleccionistas enloquecen por obras que no pueden tener y hacen lo que sea porque esas joyas cuelguen de sus salones, formen parte de sus colecciones privadas o incluso las tengan que conservar escondidas por miedo a ser descubiertos. Egoísta manera de conservar el arte. El problema es que estas obras en paradero desconocido adquieren un mayor magnetismo, y despiertan la atención de todos. En aquellos que las contemplaron en alguna pinacoteca se despierta una especie de melancolía, una sensación de vacío y, en los otros, que nunca tuvieron la oportunidad, nace una especie de ansiedad de ponerse frente a la obra. Por lo que siempre queda la esperanza de que se recuperen y, mientras tanto, continúa la leyenda. Este negocio mueve cantidades enormes de dinero y parece que los museos actuales no están dotados de la seguridad necesaria para custodiar esas reliquias. Incluso la Interpol dispone, en su página web, de un catálogo en el que se muestran cientos de obras robadas a lo largo de la historia, para demandar así la colaboración ciudadana. No está de más hacer un repaso por las fotos de los cuadros perdidos, que ahora sólo miran unos pocos de forma clandestina y privan al resto de su contemplación. Quién sabe si algún día, uno de estos obsesionados con el placer de posesión de lo imposible, se atreva a mostrar alguno de estos tesoros prohibidos en una de sus paredes y le consigan destapar sus propios invitados.

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