Diario de León

«Quiero ser el primer leonés en pisar la cima del mundo»

El himalayista Jesús Calleja, de 39 años, espera aprovechar «el buen momento físico y psicológico» que le permitieron alcanzar este año el Cho Oyu, su primer «ochomil», para afrontar en primavera una expedición en solitario al Everest

J. CALLEJA

J. CALLEJA

León

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La verdadera cima del Cho Oyu está a cuatro campos de fútbol del pico que, a 8.150 metros de altitud, engaña a los osados que logran escalar hasta allí sin oxígeno suplementario. «Este último tramo es la zona que más se te atasca; es una pendiente muy ligera y sólo cuando puedes divisar el Everest sabes que llegas a la auténtica cima», asegura el leonés Jesús Calleja. Esta temporada fue el primer español en vencer la altura, los auténticos 8.201 metros del Cho Oyu. Tiene 39 años y rebosa optimismo y ansia de aventura cuando afirma: «Quiero ser el primer leonés en pisar la cima del mundo». El Everest, con 8.848 metros de altura, es su próxima meta. Un viaje de trabajo a la Patagonia, al Hielo Sur y después a la isla de Darwin, al lado de Cabo de Hornos, donde escalará cinco montañas le servirán de entrenamiento. Se gana la vida como guía turístico, aunque también es copropietario de la tienda familiar de coches que regenta su hermano en León. Hubo un tiempo en que su medio de vida era la peluquería, pero desde que tiene 13 años su vista ha estado fijada en la montaña y a su conquista se ha entregado en los últimos años. «Ya tengo la reserva para hacer la escalada al Everest en abril; ahora tengo que conseguir el dinero», subraya Calleja. «Me he visto tan fuerte y tan bien que no quiero perder la forma física y el buen momento psicológico», agrega. El Cho Oyu, la Diosa Turquesa del Tíbet, se encuentra a 28 kilómetros del Everest. La ascensión, que Calleja logró en el segundo intento en dos años, requiere un especial proceso de aclimatación si se afronta, como es el caso, sin ayuda de oxígeno suplementario. El montañero leonés llegó a la India el 6 de agosto. En su diario de ruta se anota, antes de iniciar la ascensión al ochomil, una expedición al Stock Kangri, montaña de 6.150 metros de altitud, «para obtener ingresos». Conquistar una montaña tiene un precio muy alto y a Calleja su triunfo sobre la Diosa Turquesa le costó 15.000 euros. El 29 de agosto llegó a Katmandú. Las huelgas retrasaron tres días su entrada al campo base chino, situado a 4.900 metros y en un día consiguió todos los permisos necesarios para encararse de nuevo al Cho Oyu, uno de los 14 ochomil que hay en el mundo y la sexta montaña más alta. Cuando alcanza el campo base avanzado, dos días después, se planteó durante cuánto tiempo permanecer antes de emprender la aventura de los 8.000 metros. Esta base se sitúa a 5.750 metros de altitud y «lo normal -explica el montañero- es estar aquí un mes para aclimatarse». Sin embargo, decidió reducir la estancia a la mitad. Quince días fueron suficientes para alcanzar la adaptación corporal adecuada «porque ya venía preparado», matiza. Desde este punto arrancan los 15 kilómetros que hay que andar a pie para alcanzar los 6.300 metros del campo 1 de la expedición. Portear el material supone dos viajes de ida y uno de vuelta, con un descanso de tres o cuatro días para reponer fuerzas. Al día siguiente escala directamente al campo 2, a 7.100 metros de altitud, e inicia su montaje. Vuelve a descender al campo base para reponerse antes de «iniciar el ataque final». Salta de nuevo al campo 1 y de este al 2 y al 3, donde monta una pequeña base de emergencia con una tienda de campaña, un infiernillo, dos cartuchos de gas y dos sobres liofilizados para la alimentación. «Es el campo más arriesgado -explica Calleja- porque se hace en una ladera con una pendiente media de 50 º y se sitúa justo debajo de la mayor dificultad de la montaña». Un inmenso muro de roca que alcanza sobre las cuatro de la tarde y que le sitúa en la fatídica «barrera de la muerte». Al sobrepasar esta barrera el montañero tiene que estar muy atento al estado de su cuerpo y reaccionar a tiempo si detecta síntomas de edema cerebral, que es el problema más común debido a la excesiva altura. El edema pulmonar, el paro cardíaco y la embolia son otras de las contingencias mortales asociadas a la excesiva altura. Aunque no siempre es posible prevenir estas situaciones el himalayista leonés aclara que «hay muchos síntomas que te alertan, como el agotamiento excesivo, la cara de luna (debido a la hinchazón por la retención de líquidos), el dolor de cabeza, la ataxia (marearse al andar) o incapacidad para caminar en línea recta». Son síntomas claros de que hay que darse la vuelta porque puede ocurrir lo peor. La hipoxia o falta de oxígeno está en el origen de estos posibles eventos. Esta carencia supone, en términos coloquiales, un espesamiento excesivo de la sangre debido al aumento de glóbulos rojos y de hematocritos. Jesús Calleja no sufrió ninguno de estos problemas, aunque sí tuvo que luchar con una pesadilla en el campo tres. «La tuve mientras dormía y en la escalada no era capaz de quitármela de encima», reconoce ahora que la victoria sobre el Cho Oyu está escrita con tinta privilegiada en su biografía de montañero. En esta «línea de la muerte» es primordial superarse psicológicamente. Es muy difícil, pero consigue dormir tres horas y a las dos de la madrugada, se levanta y prepara el agua -hay que beber unos cinco litros al día para eliminar los alcaloides que pueden desequilibrar el ph del cuerpo- pero no es capaz de comer. La temperatura ha descendido a -25º C, se coloca los arnés y coge el material de escalada. Con el frontal de linterna logra iluminar hasta cinco metros de distancia, pero «delante hay un mundo entero de rocas». Pero su objetivo era subir y lo tenía claro. Tanto, que si normalmente se emplean diez horas en acometer la cima del Cho Oyu, Jesús Calleja sólo necesitó la mitad. Poco a poco adelantó las linternas de otros montañero que iban por encima de él, iba despacio, pero sin parar «porque luego cuesta mucho coger el ritmo». Una ventana de buen tiempo de tres días facilita la ascensión, pero hay que superar un complicado tramo de 300 metros -con dos muros verticales de roca y hielo- que decide escalar sin asegurar para evitar cargar con la cuerda. Alcanza la falsa cima, la verdadera está en el lado opuesto. «Llegué de noche y tuve que esperar a que saliera el sol». Permaneció cerca de una hora a 8.201 metros, a 32º bajo cero, sin viento. El descenso es rápido, en 12.45 minutos completa una expedición de dos días. El sueño del Cho Oyu está cumplido. Desde el campo base retrata las oraciones budistas que ondean como ropa tendida a los pies de la Diosa Turquesa.

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